En un mundo material y pragmático, la relación con los objetos que los compradores adquieren es casi obsesiva. Muchas veces no se planea ni se tiene claridad, el por qué o para qué de poseer tantas ``cosas`` inútiles. Quizás el neuromarketing o la publicidad subliminal podrían explicarlo, pero lo cierto es que la necesidad de ingresos económicos, a través de una deshumanizada competencia aumenta frenéticamente día a día. Más allá de esta apreciación inicial, existe un lado misterioso y no explorado, en donde la atracción y fascinación por los objetos, pareciera proceder de ellos mismos ejerciendo una poderosa influencia magnética hacia nosotros.
Es así como vemos, que entre los objetos y sus dueños se entabla una cómplice relación, en la que cada cosa presente en el ambiente, influye en el carácter y estado de ánimo de sus habitantes. Imagínese, que en una tarde casualmente usted sale de su casa a observar despreocupadamente las vitrinas de un centro comercial, sin ningún deseo concreto de adquirir algo y ni siquiera una necesidad para suplir.
De pronto, entre decenas de objetos hay uno en especial que llama toda su atención, sintiéndose atraído hacia sus formas, tamaños y colores, que activan inmediatamente un deseo compulsivo de tenerlo y piensa: ´´por encima de todo será mío´´. ¿De dónde ha surgido esta mágica conexión?
Probablemente sus ganas de adquirirlo se han sintonizado con el diseñador o creador, que a su vez a moldeado una idea materializandola en el pasado como su obra, y ahora está cobrando vida en su interior. Desde allí, la energía en sus variedades e infinitas formas, produce la comunicación entre el observador y lo observado: ese objeto antes frío y sin vida cobra ahora una dimensión mental, que proyecta la idea clara de comprarlo asignándole un territorio o sitio específico en el hogar.
Si analiza los diferentes ambientes que componen su hogar, se dará cuenta de que vive rodeado de una familia material reunida a través del tiempo, infundiéndole cierta ´´vida´´. Por tanto los objetos que lo rodean ya no están muertos y estáticos, sino por el contrario poseen sentimientos que usted les ha transmitido. He ahí la importancia de mirar detalladamente los elementos que componen su ambiente, sintiendo si cada uno se ve cómodo en el lugar donde lo ha colocado.
Cuando no se tiene un sentido de la decoración o se desconoce la individualidad de algunas piezas, puede caerse en el error de sobrecargar y saturar un espacio, como en el caso de alguien que decora con bellas porcelanas pero sin poder apreciar los detalles delicados de ninguna. Otras veces, se cae en la trampa del poder económico cuando por demostrar capacidad adquisitiva, se raya en la excentricidad y el mal gusto, anulando cualquier gesto de admiración, despertando la burla de sus amistades.
Por consiguiente, cuando seleccione los objetos de su preferencia, procure que tengan armonía y sean asimilables al ambiente donde se van a integrar. Por ejemplo: si su sala posee un estilo clásico donde predominan ciertos elementos como la madera, el paño, bronce o mármol, evite introducir en la decoración objetos plásticos o de imitación. Recuerde que una sala, tiene como objetivo agradar y motivar la buena charla, al igual que comentarios alegres de los invitados. Usted puede decorarla con cuadros de vivos colores, con pocos objetos y diseños geométricos, así como también con luces halógenas indirectas, para darle más luz a estos ambientes del hogar.
La ciencia clasifica esta comunicación objeto – persona, como intuitiva y subconsciente, tratando de explicarla como una interacción entre la energía, la materia y la consciencia, siendo la física cuántica su base. Por esta razón, para aprender a escuchar esa voz interior que indica qué objeto integrar al entorno personal, practique el siguiente ejercicio y notará excelentes resultados:
1. Procure tener un ambiente tranquilo y sosegado, programando al menos 10 minutos para estar a solas.
2. Escuche música suave, preferiblemente de piano por lo que les sugiero los Nocturnos de Frederick Chopin o los Sonetos de Mozart, colocando enfrente el objeto de su contemplación.
3. Cierre los ojos y obsérvese internamente. Ordene a sus músculos que se relajen por segmentos (cabeza, hombros, espalda, tórax, brazos, manos, caderas, piernas y pies). Respire lenta y profundamente, permitiendo que la música invada sus sentidos. En ese estado repita: ´´cada momento que pasa me sensibilizo más hacia mis objetos personales, sintiéndolos y valorándolos, llenado con sus formas mi vida de energía positiva´´.
4. Abra los ojos y observe el objeto que tiene enfrente por un instante. Comenzará a sentir una nueva comunicación, logrando una agradable sensación de seguridad y confianza.
Es asombroso comprender la vida propia de cada objeto, cómo cobijan y marcan la vida del ser humano. Siempre presentes, testigos mudos en el transcurso del tiempo, fiel a los caprichos de sus dueños pero atentos y seguros de sobrevivir su muerte, buscando otras manos y proyectos que les devuelvan su energía inmortal. Objetos felices de ser eso: solamente ``objetos`.
@armandomarti1
Miembro de la ACP (Asociación Colombiana de Periodistas) y Miembro de la SIP (Sociedad Interamericana de Prensa)