La tortura de TransMilenio es de todos

Dom, 29/09/2013 - 10:04
Transmilenio, el sistema masivo más importante de los bogotanos se ha convertido en un espacio clave para la intolerancia y el despotismo. Es común ver entre semana, en la hora pico de la mañana a
Transmilenio, el sistema masivo más importante de los bogotanos se ha convertido en un espacio clave para la intolerancia y el despotismo. Es común ver entre semana, en la hora pico de la mañana a muchas personas congregadas en un paradero de rutas alimentadoras esperando el bus verde, o en las estaciones troncales del sistema, esperando el bus articulado. El número de personas es excesivo, las estaciones ya no dan abasto, el resultado se ve en las largas filas que muchas veces llega hasta el final de algunos puentes peatonales que dan entrada a las estaciones del sistema. La llegada de un bus hace que los usuarios saquen lo peor de sí en el momento de entrar en el bus. La gente se empuja, se golpea se pisotea entre sí, todo es caos, no hay orden por parte del personal de Transmilenio. Los “amigos de lo ajeno” aprovechan el desorden para robar billeteras, celulares, reproductores de música y otros objetos de valor que los pasajeros llevan a la mano. Muchas personas no respetan las sillas de color azul que están destinadas para las personas discapacitadas, mujeres embarazadas o con niños en brazos y adultos mayores; hay otros que piden la silla de mala manera, como si fuera obligación ceder la silla. Las madres con hijos recién nacidos, muchas de ellas entran al articulado con coche, incomodan a los demás pasajeros, invaden el espacio destinado para ubicar las sillas de ruedas y algunas, no contentas con esto, piden una silla azul. Esto es apenas el comienzo… Los vendedores ambulantes, ahora son parte del paisaje en Transmilenio. Estaciones como Banderas, Ricaurte y los Portales son blanco de los vendedores informales que ofrecen productos como: Cocadas, cucas, manjar blanco, etc. Y que, sin discriminar, dan mal aspecto al sistema, generan total incomodidad e incomodan el paso de los pasajeros. Pero no solo los vendedores ambulantes se han tomado las estaciones, en los articulados, de un tiempo para acá, se han visto vendedores que ofrecen sus productos, otros solo se dedican a pedir dinero, y también se ven “testigo de Jehová” predicando la “palabra del señor” dentro de los buses. La mayoría de ellos, por no decir que todos, se cuelan en el sistema; aprovechan que un articulado hace una parada para poder ingresar por las puertas de vidrio sin pagar el pasaje, arriesgando su propia vida y la seguridad del conductor y de los pasajeros. Con respecto a las personas que se cuelan en el sistema, fenómeno que se ha visto en los últimos años, estas aprovechan que los buses rojos hacen una parada para poder entrar al sistema por un costado e ingresar por las puertas automáticas de vidrio. Se han visto muchos accidentes en el sistema por este tipo de actos, de los cuales ha habido víctimas mortales. Aún no hay un nivel de conciencia en la sociedad bogotana que mida las consecuencias de las consecuencias de este tipo de actos, las personas que hacen esto piensan que su vida vale 1700 pesos. Y la falta de respeto más grave que se puede concebir dentro de Transmilenio es la de las personas que se suben con parlantes, escuchando música a todo volumen, música, que personalmente, es de mal gusto, incomoda a los usuarios y como ya lo decía anteriormente, es una falta de respeto. En este tipo de actos se ve la falta de cultura de mucha gente. Transmilenio se pensó, en sus inicios, como un sistema en el que se podía viajar tranquilo, pero eso, al parecer ya se está acabando. El diario El Espectador hizo un reportaje hace unos meses sobre el costo que genera el mantenimiento de las puertas de vidrio de las estaciones de Transmilenio. Se denunciaba el mal uso que los usuarios del sistema hacen de ellas. Ponen pies y manos en las puertas para evitar que se cierren, lo que genera daños en su mecanismo, esta es la razón por la cual muchas veces las puertas no abren cuando llega el bus. A los bogotanos nos cuesta el mantenimiento anual de las puertas, una suma aproximada de 1400 millones de pesos. Rayar y grafitear la infraestructura de Transmilenio, sentarse en el piso de los buses, sentarse y poner los pies sobre las barras de agarre de los buses, arrojar basura, son algunos de los muchos ejemplos de cultura ciudadana de la que carecen muchos de los bogotanos. @DiegoRubianoD
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