Obituario a Andrés Caicedo

Jue, 20/02/2014 - 12:58
Por ahí dicen que para «vivir» a Andrés Caicedo falta haber nacido en Cali. Yo no estoy tan seguro de eso, después de treinta años siendo caleño continuo sin entender su «magia», que no es ta
Por ahí dicen que para «vivir» a Andrés Caicedo falta haber nacido en Cali. Yo no estoy tan seguro de eso, después de treinta años siendo caleño continuo sin entender su «magia», que no es tan mágica, pues del sombrero del escritor valluno no sale nada. Todo queda en veremos. Pero no hay que hacerse ilusiones, la literatura es un callejón sin salida. Ella abre heridas, pero no las cierra. En eso sí era un experto Andresito. También dicen que Andrés fue el precursor del post-boom en Colombia, porque Skármeta lo citó en alguna parte. Y que Skármeta es quien sabe sobre este tema. Que Onetti no puede ser el pionero del post-boom en Colombia por ser uruguayo y haber nacido a destiempo. ¡Qué disparate! Así y todo nos venden juguetes americanos hechos en China y ropa americana hecha en Medellín. ¡Me perdone el señor Antonio Skármeta por semejante chisme! Se comenta en las calles de Cali que Onetti y Andrés eran íntimos; que Onetti aprendió de Andresito a ser tan descarado. Que cuando escribió «Cuando ya no importe», ya hace rato había dejado de preocuparse por lo bueno y por lo malo. Que ambos, aunque no compartieron el tiempo y el espacio, si compartieron la letra y eso es como la sangre. No falta el que diga que el fantasma del muchacho Caicedo recorre las calles de Cali, que pasea por San Antonio o El Peñón, que por eso hay tanto joven que quiere ser escritor en la capital del Valle del Cauca, que a eso se debe tanto aspirante a poeta. Que pronto van a erigir una estatua en su nombre allí donde está Jovita, porque Cali ya no se va a distinguir por los locos y las locas, sino por sus literatos. Hace poco alguien me dijo que iban a postular a Andrés Caicedo para el nobel de literatura, que nuestro ilustre escritor era como Octavio Paz en México o Pablo Neruda en Chile, que era momento de sacarlo de las calles de Changó para ponerlo de número uno en las enciclopedias. Que Wikipedia no era suficiente, porque ahí uno mismo se hace la biografía y se vuelve famoso a punta de empeño. ¡Ay, Andresito! Si Nietzsche estuviese aquí, gritaría: «Andrés no ha muerto». Pero no es necesario, porque detrás de cada muro de Cali está el muchacho Caicedo con sus cabellos al aire. Muy de telenovela, ¿no? Muy a lo Andresito. Pero no es culpa de nadie, en una ciudad sin escritores no queda de otra que aferrarse a lo que agarre la mano en su primer intento. Por ahí se dice Andresito que van a fundar la primera Iglesia de los patronos de Caicedo, que van a vender escapularios con tu foto e íconos con tu cuerpo en la cruz, que Jesús ya está pasado de moda y ni el nobel de paz se ha ganado. Pero lo más seguro es que todo sea un chisme. Que sólo sea el delirio de una ciudad sin escritores. Que no hayas conocido a Onetti, que tampoco seas tan grande como gritan esos religiosos que apabullan con tu nombre salones y bibliotecas. Seguramente no es más que un malentendido.
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