La Tauromaquia o la corrida de toros es una práctica que nació en la antigua roma durante el mandato de julio cesar; en donde el castigo por delitos que afectaran el imperio era la lucha del condenado contra animales; estas contiendas fueron retomadas por España durante el siglo XVII, y así fueron también adquiridas por varios países de América Hispana, como son: Colombia, México, Ecuador, Costa rica, entre otros más. En la actualidad, esta clase de espectáculos son despreciados por gran parte de personas que conforman la sociedad; aún así, muchos hoy en día tienden a no dejar desparecer las corridas. Lo cierto es que, apoyar y defender la tauromaquia, contribuye al enriquecimiento de unos pocos a través del irrespeto por la vida; puesto que, los empresarios que organizan estos eventos obtienen favorables dividendos al final de cada contienda. Esto no sería posible sin el apoyo de figuras de gran importancia en el ámbito de la política; pero no es sólo culpa de organizadores y políticos de que el toreo este en auge, también es preciso darle crédito a los espectadores, ya que al comprar la entrada a las corridas cooperan a que este evento sea más lucrativo para aquellos beneficiados.
Con respecto, al beneficio monetario que obtienen los organizadores de las corridas por medio de las matanzas justificada como espectáculo; da por consiguiente, uno de los eventos con más ganancias por cada entrada vendida. No sólo los realizadores son los favorecidos, también intervienen los ganaderos y los novilleros –toreros- que obtiene ganancias aceptables por cada corrida. De ello sustentan sus argumentos los defensores de la práctica, alegando que la tauromaquia favorece la económica y crea espacios de interés para la demanda turística.
Mencionando también, la participación de figuras pertenecientes a la vida política; que en esta cuestión son en su gran mayoría promotores de las corridas. Más que un beneficio económico buscan promocionar su imagen para las campañas políticas, que con lleva para ellos el apoyo de los seguidores de la tauromaquia; las personas más “cultas” de la ciudadanía –que puede haber de culto en disfrutar de la muerte de inocentes a cambio de dinero-; contestando a la anterior afirmación, se valdrían en decir que sólo tratan de apropiarse de nuestra herencia cultural.
No obstante, la causa de que sea tan complejo revocar el permiso de esta práctica es debido al protagonismo que tienen los espectadores más que los organizadores y políticos; ya que ellos poseen la tarea de sostener este abuso a través de la compra de la entradas; que por cierto no son nada económicas: el precio de cada boleto oscila entre 15 USD y 150 USD -dependiendo al evento que se disponga a asistir-. Tomando en cuenta que en cada corrida es vendida la totalidad de entradas; es fácilmente demostrado con lo dicho que sin el apoyo del público la tauromaquia sería otro suceso de la historia.
En conclusión, esta práctica es una de tantas que afectan el bienestar de seres sin ninguna capacidad de imputar o reclamar derechos; esto demostraría lo cobarde que son las personas al atentar sin ningún prejuicio; impulsados por la confianza que adquieren al saber que no habrá ninguna represaría contra ellos. Además poseen la capacidad de disfrutar de su masacre sin justificación. Claro, se pudiese considerar como argumento válido lo dicho (Apropiación de nuestras costumbres “culturales”); pero sí así fuese, también se debería revalidar la idea de la esclavitud: cómo hace parte de varios sucesos históricos que nos competen a todos. Éste tema de la tauromaquia debe pasar a ser otro acontecimiento que ayude a recapacitar y valorar el poder de los actos, que en algún momento obtendrán su resarcimiento justo.
Por: Cristian Jimenez Ilustración cortesía de: Tito Di Pippo