“Star Wars: La Venganza de los Sith”: la caída del individuo y la democracia.

Mié, 04/12/2019 - 06:29
Esta es la tercera entrega de un ciclo retrospectivo de la épica espacial más grande de todos los tiempos ¡Star Wars! 

Era 27 de mayo de 2005 y en la oscuridad de una sala de cine apar
Esta es la tercera entrega de un ciclo retrospectivo de la épica espacial más grande de todos los tiempos ¡Star Wars!  Era 27 de mayo de 2005 y en la oscuridad de una sala de cine apareció el letrero “Hace mucho tiempo en una galaxia muy, muy lejana”. De repente sonó un ¡PAAAAAAAAA-PARA-RA-RÁN! y unos títulos de color amarillo llenaron un fondo negro lleno de estrellas. Esta imponente imagen, acompañada de la icónica partitura de John Williams, me notificó que había conocido a mi gran amor: “Star Wars”. “Star Wars Episodio III: La Venganza de los Sith” resonó en mi, no solo por geniales naves espaciales y sonidos que jamás había escuchado, sino porque fue la primera tragedia que presenciaba en cine: la caída de Anakin Skywalker. Hasta ese momento, no sabía nada de este personaje o su viaje durante los dos episodios previos y las entregas posteriores. Anakin me pareció un buen amigo y un héroe dedicado que enfrentaba la más grande confusión en su vida, atrapado entre sus arrogantes maestros y la posibilidad de perder a la mujer que ama. El componente emocional de esta trilogía, aquel que presagiaba las consecuencias de la ansiedad y los riesgos de las profecías, culmina con un Anakin Skywalker agobiado en varios frentes. Primero, está teniendo dolorosas premoniciones en las que Padmé, su esposa, fallece dando a luz; segundo, el Consejo Jedi, la institución que lo vió crecer como guerrero durante un difícil conflicto armado, no confía tanto en sus capacidades como para darle el título de Maestro y le colocan la incómoda tarea de espiar al Canciller Palpatine, una figura inspiradora para él; por último, Palpatine se aprovecha de la desilusión y la angustia de Anakin para convencerle de que siempre ha sido manipulado por los Jedi y que ellos temen de sus poderes, talentos que bien guiados pueden incluso evitar que cualquier persona amada fallezca. Preso por la incertidumbre, pero encantado por las posibilidades de rescatar a su esposa de una muerte segura y ganar poder ilimitado, Anakin toma el camino más drástico e irreversible posible y se transforma en Darth Vader, el nuevo aprendiz de Palpatine y Señor de los Sith. Habiendo traicionado a sus maestros y a sus ideales de altruismo, Anakin ve fragmentada su identidad. Después de un decisivo encuentro con Obi-Wan Kenobi, el maestro que lo crió como a un hermano, Anakin termina mutilado e incinerado. Con su vitalidad destrozada y requirente de vida artificial, las ambiciones juveniles y la capacidad de amar de Anakin Skywalker quedan sepultadas bajo la intimidante presencia de una máquina vestida de negro, poderosa, pero esclava de las maquinaciones de su maestro. La otra tragedia que concluye esta trilogía es la muerte de la democracia. La conspiración que enfrentó a la República con la Alianza Separatista culmina con una comunidad llena de miedo que renuncia a su libertad con la finalidad de sentirse seguros ante amenazas de invasión y violencia, permitiendo así la inauguración del Imperio Galáctico. El mismo hombre que acumuló funciones como Canciller durante el conflicto, prometiendo regresar el poder a la ciudadanía una vez acabada la guerra, finaliza su plan maestro al terminar un conflicto manufacturado con la invención de otro y utilizando como chivo expiatorio a los Maestros Jedi, así justificando el genocidio de este grupo. De este modo, el Emperador Palpatine, uno de los villanos definitivos de la historia del cine, sube al poder después de utilizar la guerra para debilitar las instituciones garantes de derecho hasta aniquilarlas y volverlas a armar a su gusto. Es así como George Lucas culmina el preludio de su trilogía original, explotando al máximo la historia que debió haber contado con más seguridad en sus entregas anteriores. Aquí no solo el drama político resulta ser un subtexto interesante, el drama personal de Anakin Skywalker eleva la narrativa, incluso si el desarrollo de este arco narrativo en “Episodio III” está compuesto de eventos y realizaciones abruptas. Por otro lado, Lucas provee secuencias memorables como la persecución de Obi-Wan a un cruel general y la épica batalla final con sables de luz entre Anakin y Obi-Wan, montada en simultáneo con la confrontación entre el maestro Yoda y el Emperador Palpatine. Finalmente, entre las actuaciones que se pueden destacar están la de Ewan McGregor como Obi-Wan Kenobi, quien canaliza el dolor que conlleva la traición del joven que crió, y la de Ian McDiarmid como Sheev Palpatine, un legislador capaz de expresar sus ambiciones y ser convincente con impresionante malicia. “La Venganza de los Sith”, mi primera película de Star Wars, continúa siendo una vital experiencia incluso después de 11 años: es desgarradora y visualmente alucinante. Su historia llena de traición y decepción trae consigo los cimientos que hacen de la totalidad de Star Wars una historia sobre familia, ya que los vástagos de su protagonista tendrán la posibilidad de ser oportunidades de esperanza para la galaxia y de redención para su caído padre. A pesar de pertenecer a una trilogía que no logró encontrar una voz propia y reconocible, “Episodio III” es imprescindible tanto para la maquinaria de la saga, como para mi corazón de cinéfilo.
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