Tatiana Santo Domingo, de colombiana no tiene sino el nombre

Jue, 26/07/2012 - 03:11
Tatiana Santo Domingo de vacaciones en el Mediterráneo, uno de sus lugares preferidos. Archivo Quee intertational Tatiana Santo Domingo es la colombiana más comentada en el mundo por estos días. La multimillonaria nieta del industrial barranquillero Julio Mario Santo Domingo está a punto de entrar a la realeza europea, y no a cualquier familia, sino a la casa de los Grimaldi en Mónaco. Las reacciones no se han hecho esperar en nuestro país: las revistas del corazón y de sociedad han hecho múltiples perfiles sobre ella, unos resaltando su carisma y otros su preparación e inteligencia, incluso su infranqueable seguridad por lo cual es considerada una Grace Kelly del nuevo milenio. “Un cuento de hadas” tituló la revista Jet Set con la feliz pareja como portada. Los diarios y las cadenas radiales han hecho lo suyo, ya Julito y don Alberto Casas preparan sus maletas –y sobretodo su voz, y distinción, respectivamente- para el evento del año del Jet set doméstico, y uno de los esperados en el internacional. Pero a todas estas hay precisiones que es pertinente hacer, y que nos pondrán los pies en la tierra, en suelo colombiano. Tatiana Santo Domingo no es colombiana, no nació ni en la Barranquilla de su abuelo, ni en la Bogotá cosmopolita encerrada en las montañas andinas. Nueva York fue la ciudad en que Vera Rechulski, su madre, la dio a luz. Hecho que de por sí no significa mayor cosa, pues muchos han sido célebres en lugares diferentes a los de su natalicio: Miguel Bosé nació en Panamá, en una de las correrías taurinas de sus padres Luis Miguel Dominguín y Laura Bosé; su padrino de bautismo, el propio Pablo Picasso, nació en Málaga, pero su gran obra la creó en Francia; Freddie Mercury nació en Zanzíbar, cerca de la costa este de Tanzania, y sigue siendo la mejor voz masculina del rock. En fin, no importa tanto el sitio donde se nació como el lugar que escogemos para vivir, para dedicarnos a lo que nos gusta o nos toca hacer. Tatiana Santo Domingo, de padre a medias colombiano y madre brasilera creció en Francia, estudió en el Liceo François Couperin, en el suburbio parisino de Fontainebleau, y sus amigos de colegio y de universidad pertenecen a lo más rancio de la aristocracia europea, desde familias fabricantes de relojes, hasta casa de joyas francesas, o de moda en Italia y petróleo en Rusia. Y claro, su prometido, Andrea Casiraghi no podía escapar a esta lógica, o más precisamente: a esta jerarquía social internacional. El sociólogo francés Pierre Bourdieu lo explica en cápsulas de estructura de la sociedad, en el habitus “las formas de obrar, pensar y sentir que están originadas por la posición que una persona ocupa en la estructura social” (Bourdieu). De este modo, no es gratuito que “Valentino, Giambattista Valli, Missoni y Karl Lagerfeld suenan entre las Casas que podrían vestir a Tatiana en su boda”. (Jet set). Algunas fuentes internacionales aseguran que Carlota Casiraghi, hermana de Andrea, estuvo detrás del compromiso de matrimonio. Archivo portal Embellezza Cuando estuve revisando los artículos de prensa e información sobre ella para escribir este artículo, en casi todas las publicaciones el nombre de Colombia aparecía como un accesorio, como un señuelo que la encasillaba, “tiene fama de ser colombiana” comentaba una revista española. Lo que demuestra una doble ignorancia: la de quienes En Europa o Estados Unidos creen que es colombiana; y la de quienes en nuestro país hacen fiesta con su boda y sueñan con una realeza a la colombiana, una celebración con la cual no tienen absolutamente nada que ver. Por ejemplo, el perfil que Pilar Castaño escribió para El Tiempo “Así es Tatiana Santo Domingo, futura miembro de la realeza de Mónaco”, es superficial y de una despistada ignorancia: habla de las etnias que pueblan nuestro territorio sin saber dónde habitan y menos aún las escribe correctamente. Incluso, cometió un error, un pecado para ella: se descachó en un par de apellidos prestantes, de los que tanto se ufana de pronunciar y conocer cabalmente. Otro caso es el de la revista colombiana Jet Set, cuyo perfil sobre la pareja Casiraghi-Santo Domingo es patético y anodino. Cuando lo leí no pude evitar la sensación de estar releyendo un culebrón de telenovela mexicana escrito por Delia Fiallo. Es que frases como estas: “ella lo quiere por lo que es, y no por su condición de príncipe…”, o “ella [Tatiana] tiene que ser una de las pocas en el mundo que no se descreste con él”. Sin palabras… En fin, el país que representan Pilar Castaño, o el que registra quincenalmente Jet Set, es elitista, ignorante y por eso mismo falsamente pacífico y próspero. Un país que quedó en el pasado pero que no se dan por enterados, siguen creyendo que es su latifundio y pueden disponer de este como les plazca. Son ese tipo de personas que se deshacen cuando hablan sobre la monarquía europea, como me comentaba una amiga; y en un gesto de renovado servilismo creen que al casarse Tatiana Santo Domingo con el nieto del Príncipe Rainiero y Grace Kelly, “hará quedar bien al país” o “mejorará la imagen de Colombia en el exterior”. La referencia de Colombia para Tatiana Santo Domingo es su abuelo, que en su juventud perteneció al "Grupo de Barranquilla" junto a Gabo y Alenadro Obregón. Archivo el Espectador Tatiana Santo Domingo no conoce nada de Colombia, tan sólo la casa de su abuelo en Cartagena a la que venía de vacaciones hasta cuando don Julio Mario falleció hace un tiempo. Hasta donde entiendo no tiene amigos ni en Bogotá. Algo similar sucede con personajes como las señoras de la “Jai”, quienes no conocen este país, de Buenaventura sólo saben que es lugar donde la muchacha del servicio nació, o que Bogotá está invivible desde que la gobierna la izquierda. Son ricos de aquí, con valores propios particulares: "se sienten ricos si están rodeados de pobres", comentaba Antonio Caballero, y por eso les extraña que en Europa las empleadas tengan sueldo fijo y vacaciones pagas. Tatiana Santo Domingo por simple azar de la vida, nació en una familia millonaria, su desconocimiento de Colombia es lógico, comprensible. El de las “Pepita Mendieta” es opuesto, grotesco, cuando no mezquino y peligroso. Son las dos caras de la moneda, y en ambas el país es ignorado. No existe.
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