Ucronía

Vie, 29/11/2019 - 13:46
Esta semana se han cumplido veinte años del episodio que dio lugar a la fotografía que ilustra este post. La instantánea le valió a su autor, Alan Díaz y a su agencia, Associated Press, el premio
Esta semana se han cumplido veinte años del episodio que dio lugar a la fotografía que ilustra este post. La instantánea le valió a su autor, Alan Díaz y a su agencia, Associated Press, el premio Pulitzer en 2001. Alan murió el año pasado a los 71 años, y de él dijo Sally Buzbee, editora ejecutiva de AP que “capturó, en sus icónicas fotografías, algunos de los momentos más importantes de nuestra generación”. Con esa foto, yo me atrevería a decir que Díaz y AP cambiaron el destino del mundo. Y voy a explicar por qué. La imagen de ese niño de seis años, aterrado por la irrupción de miembros del servicio de inmigración armados en actitud de combate, para arrebatárselo a sus familiares en una casa de Miami y regresarlo con su padre a Cuba, irrumpió con tal fuerza en la campaña por la presidencia norteamericana que tenía lugar en este momento, que influyó de manera decisiva en el resultado de los comicios. Elián González, que así se llamaba el niño, fue hallado en una balsa en altamar por pescadores, después de que su madre, el amante de ésta y otras personas muriesen en las aguas del estrecho, cuando trataban de alcanzar la costa de Florida después de huir de Cuba. El niño fue entregado a sus familiares en Miami, y de ahí en adelante el reclamo de su padre para que lo devolviesen a Cuba se convirtió en una cuestión de honor nacional para el gobierno de la isla. Fidel Castro en persona encabezó la campaña para exigir la devolución del pequeño. El asunto se ventiló en el Congreso y en las altas instancias judiciales hasta, que  el Departamento de Justicia de Estados Unidos dio la razón al Gobierno de la isla y zanjó la cuestión ordenado el regreso Elián a su padre, cosa que volvió a la poderosa colonia cubanoamericana contra la administración demócrata de Bill Clinton. Y como consecuencia, en los comicios presidenciales de 2000, el candidato demócrata Al Gore solo obtuvo el 19 por ciento de los votos en Florida. Ucronía es un término castellano que te permite especular con realidades alternativas partiendo de hechos de la vida real. En este caso, imaginemos qué sería del mundo si en lugar de haber ganado las elecciones norteamericanas el republicano George W. Bush, las hubiese ganado el candidato demócrata Al Gore. Nunca lo sabremos, pero resulta un ejercicio interesante. La imagen llorosa del balserito fue el ícono de una campaña política que terminó con un resultado propio de república bananera. El país de los grandes avances científicos y tecnológicos, la cuna de la informática y la automatización, el país que dio al mundo la maravilla de Internet y demás prodigios del silicio, demostró que no tenía un sistema fiable de conteo electoral, particularmente en el estado de Florida. El reconteo manual de 10.750 papeletas dudosas, interrumpido repetidamente por las autoridades locales (El gobernador Jeb Bush era hermano del candidato republicano), mostraba una tendencia imparable hacia un triunfo de Gore. Al interrumpirse aquel conteo por decisión de la Corte Suprema Federal, la falsa ventaja de 537 votos de Bush sobre Gore en toda Florida había descendido, primero a 383; después a 154, y al producirse, poco rato después, la anulación definitiva de todos los recuentos, estaba ya situada por debajo de los 100 votos de diferencia. Solo la interrupción permitió mantener la victoria de Bush Y es que lo malo de aquel triunfo republicano, no fue que llegara a la presidencia un personaje alcohólico durante diez años de su vida, acomplejado con respecto a su padre, disléxico, psicológicamente inestable --como lo definió en un libro de éxito el psicoanalista Justin Frank--, y con otros desórdenes susceptibles de ser tratados en el diván de un consultorio médico. Lo malo fue la llegada de Dick Cheney al poder, como vicepresidente. Lo ilustró hace unos meses Vice, una magnífica película de Adam McKay, cuya visión es altamente recomendable como retrato de cuerpo entero de este inquietante personaje. La película de MacKay sobre Dick Cheney, narra de manera magistral la historia nunca contada del hombre que, manejando los hilos del poder tras bambalinas en la Casa Blanca, de simple funcionario aburrido y también con problemas de botella en sus inicios, acaba convirtiéndose en el hombre más poderoso de la Tierra, que llevó a Estados Unidos a la guerra con Irak, y cuyas consecuencias en su país y en el resto del mundo, todavía vivimos hoy. Cuando el 22 de noviembre de 1999 Elisabeth Brotons, un ama de casa que se aburría con la vida que llevaba en Cuba, decidió embarcarse junto a otras diez personas, entre ellas un mecánico de quien estaba enamorada y el pequeño Elián, nunca imaginó el regalo que nos dejaría a todos nosotros.
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