
Susana Muhamad: del poder de la naturaleza al poder político
Susana Muhamad no necesita impostar ni el tono ni el gesto para transmitir quién es. Habla con sencillez, pero con la seguridad de quien ha recorrido un camino lleno de contrastes: de Bogotá a Barranquilla, de Holanda a Sudáfrica, de la Shell a la política, de la militancia en el Polo a la candidatura presidencial por el Pacto Histórico.
Se define como un “sancocho nacional”: hija de padre samario, madre vallecaucana, abuelos guajiros y palestinos. Esa mezcla, dice, la hizo sentir desde muy joven las paradojas de un país desigual y diverso. Estudió Ciencia Política en la Universidad de los Andes, pero sus verdaderas lecciones vinieron de la vida: convivió en ecoaldeas, fue testigo de las heridas del apartheid, trabajó cinco años en la petrolera Shell y comprobó que la promesa de sostenibilidad corporativa era un espejismo. De allí nació una certeza: el cambio real debía disputarse en la arena política.
Una ambientalista en el poder
Como ministra de Ambiente en el gobierno de Gustavo Petro, Susana Muhamad se convirtió en una de las figuras más visibles del gabinete. Impulsó la reducción histórica de la deforestación, la transición energética y la campaña Colombia, país de la belleza. Hablaba con firmeza en los escenarios internacionales y con claridad frente a la opinión pública, defendiendo la idea de que Colombia podía convertirse en una fuente de soluciones para el planeta.
Pero también vivió el costo de la política. Con lágrimas en los ojos, dejó el Ministerio en una de las escenas más recordadas de este gobierno. La decisión no fue menor: renunció porque no estaba dispuesta a transar sus convicciones frente a alianzas con sectores tradicionales que, en su visión, erosionaban el cambio.
La apuesta presidencial
Hoy, Susana Muhamad da un paso más: es precandidata presidencial dentro del Pacto Histórico. Cree en una política limpia, capaz de enfrentar las mafias y de reconstruir la confianza en la democracia. Habla de regenerar la naturaleza como motor de la economía, de fortalecer la agricultura y el turismo en lugar de depender de los hidrocarburos, y de que el país aproveche sus raíces culturales y científicas para abrirse al siglo XXI.
Su progresismo no es solo un discurso. Nació de las experiencias personales: las preguntas de su infancia sobre la desigualdad, el feminismo aprendido en la política, las luchas sociales que acompañó desde los territorios. Por eso se muestra como una mujer que no teme hablar de frente, sin rencor, pero con determinación.
Lágrimas y convicción
Al final de la entrevista, una tarjeta destapa lo más íntimo. El nombre de Gustavo Petro aparece y Susana no contiene las lágrimas. No son de frustración ni de debilidad, sino de admiración y gratitud. Lo llama su mentor político, su jefe, el hombre que confió en ella y que la respaldó en los momentos más duros.
Entre lágrimas y convicciones, Susana Muhamad proyecta la imagen de una mujer que ha hecho de la coherencia una bandera y del poder de la naturaleza una ruta hacia el poder político. Una voz que quiere sembrar futuro en Colombia.