¿Será que la carta de Timochenko es un acto de paz? ¿Será que declarar a una persona objetivo militar es un acto de paz? ¿Será que matar seres humanos, bajo cualquier premisa, es un acto de paz? ¿Serán saludables las ideas que impulsan lo anterior? No lo creo. La paz no se construye sobre violencia, guerra o imposición de ideas, vengan de donde vengan. No es saludable producir, pensar o crear sufrimiento, propio o ajeno. Ni siquiera la paz justifica los medios violentos que utilizan unos y otros, los dos bandos, las dos ideologías, los dos sistemas sociales. No es saludable para individuos y sociedad mantener actos de guerra y menos justificarlos en "nosotros somos los buenos y ellos los malos".
Reúno salud y paz, ya que el cuerpo nos lo muestra con patentes ejemplos. Las infecciones, guerra inmunológica, no penetra al cuerpo si lo tenemos fuerte, equilibrado, armónico y en paz. Las alergias no se producen si nos alejamos de lo que las produce, en un acto de paz el escoger la compañía de elementos saludables para nosotros. El cáncer, guerra por ocupar territorio y por crear el caos, no tiene asiento en el ser humano que desde la paz interna ha sabido vivir sus emociones plenamente, sin ocultarlas, sin taparlas, que no las ha dejado estancadas en el cuerpo creando el terreno para esta enfermedad. La paz en el cuerpo no se obtiene matando ideas, sentimientos u órganos. La paz es un hecho interior cuando sabemos escoger alimento en espíritu, mente y cuerpo.
Anhelamos, demandamos, queremos la paz. La exigimos a los gobernantes. La suplicamos a la guerrilla. La vemos lejana con la delincuencia común. La ponemos en los dirigentes empresariales. Tanto disertamos sobre ella, tanto hacemos cábalas sobre su origen. Tanto cuestionamos los métodos por obtenerla, tanto, que no pude resistir la tentación de poner mi grano de arena en su construcción. Y es que ayer, revisando escritos que realice entre el año 2000 y el 2005, caí en cuenta que ya en ese entonces había hecho tres aproximaciones al tema. Todas nacidas de momentos en que mi propia paz, mi paz interior estaba lejana, como oculta, la guerra personal, la mía conmigo mismo, estaba en su apogeo.
Rescatando la esencia de dichos escritos, veía yo como en momentos de desespero, de rabia, de incertidumbre plena, de enfermedad, había logrado realizar actos de paz, a punta de fuerza de voluntad, siendo inmediata la respuesta de mente y cuerpo. Al sobreponerme a la mente alocada o al dolor físico y lograr poner la música que me gusta, abrazar a quien amo, pintar con vehemencia, escribir espontáneamente, respirar con fuerza el mundo, extasiarme con la naturaleza o más difícil aun sentarme a meditar y continuar mi trabajo, al hacer estos actos de paz, mejoraba. También encuentro que disculparme, agradecer, sonreír, son actos de paz que se extienden mas allá de mi propio ser.
Suena a trillado, pero la paz comienza por casa. La paz y la salud comienzan por los actos que tenemos al cuidar mente, emociones, cuerpo, espíritu y medio ambiente. Y cuando tenemos la presencia y la fuerza interior suficiente para hacerlo mientras navegamos por estados negativos, el mundo se transformará mágicamente. Hemos permitido que el amor haga su trabajo.
