La ascensión de Chávez al poder se debió al descontento del ciudadano de a pie con los partidos tradicionales de Venezuela, que abusaron de manera irresponsable y sistemática del mandato popular, dilapidando y saqueando las riquezas públicas -producto del petróleo- en beneficio propio. Ciertamente, el remedio fue peor que el mismo mal: la institucionalidad y la democracia han sufrido incontables ultrajes.
Los beneficiarios o usufructuarios del régimen ya no son los miembros de la clase alta y media venezolana, que han tenido que emigrar con sus privilegios, sino el pueblo raso y una vertiente del ala militar afecta a Chávez, hoy inmortalizado por su prematuro fallecimiento.
Negar el avance social de Venezuela con todos sus defectos en la era de Chávez, es una imbecilidad. Las cifras hablan por sí solas: Analfabetismo 3%, desempleo 8%; pobreza 27%; con una cifra negativa de inflación de 27%.
La realidad colombiana actual no dista mucho de la coyuntura que en Venezuela arrastró en su momento al pueblo a seguir, hipnotizado, el discurso del Coronel Golpista. Quizá la peor clase dirigente del mundo es la nuestra: siempre de espaldas a la gente del común, a los intereses superiores de la patria, indiferente ante las necesidades sentidas de las mayorías, dedicada a sus propias conveniencias y permanentemente proclive a traficar con influencias. A eso se circunscribe la actividad pública de quienes nos representan, con contadas y honrosas excepciones.
La verdadera desgracia nacional consiste en que la clase dirigente ha hecho de la política una actividad mercantil. No existe ideología en los partidos: los movimientos políticos son “sociedades” de intereses mezquinos, patrocinadas por los gobiernos de turno, que, sin importar cómo, lo único que buscan es lograr la aprobación de sus proyectos repartiendo la “mermelada” de la corrupción.
Los auxilios parlamentarios, que eran desviados a los bolsillos de los Congresistas, fueron eliminados para cambiarlos por “Cupos Parlamentarios”, que tienen exactamente la misma finalidad y que, con la complicidad del Gobierno, son canalizados a través de los entes Departamentales que los caciques políticos regionales manipulan. Los tales “Cupos” se traducen en arreglos de vías terciarias, cuyos materiales en calidad y cantidad nadie controla. De allí sale la financiación de las campañas electorales, de la plata del contribuyente, recursos que se utilizan, a través de la compra de votos y conciencias, para arrasar a los contradictores que no cuentan con los medios suficientes para la actividad proselitista.
En Colombia no habrá paz verdadera nunca. La paz no se firma, se hace, y no la habrá porque no hay democracia. El peor enemigo de la democracia en Colombia, paradójicamente son las elecciones, sobre todo las de Congreso, Alcaldías y Gobernaciones. Estas últimas engendraron una mafia que ha llegado hasta la capital de la República. La contratación indebida, el peculado, el concierto para delinquir son la constante y la regla general.
La financiación descontrolada de los gastos electorales desvirtúa el verdadero sentido del veredicto popular. Un Gobierno realmente comprometido con la democracia debería crear un grupo especial policial y militar encargado de combatir los delitos electorales, así como los hay para el secuestro y la extorsión, que, al final, son males menores, comparados con los que atentan contra la transparencia electoral, con fechorías que no son cometidas por delincuentes comunes, sino por los de cuello blanco, que, entre otras cosas, no tienen ni siquiera rechazo social.
Esta radiografía del país y la experiencia Venezolana me hacen avizorar un mañana lleno de incertidumbre. Ojalá en un acto de contrición se repiense la Nación, pues, de lo contrario, tarde o temprano el “Chávez colombiano” aparecerá en escena.
La ñapa I: Maduro no solamente está biche para reemplazar a Chávez, también está demente: hablar de cáncer inoculado por los gringos al difunto es un verdadero despropósito.
La ñapa II: Por más que lo nieguen, Maduro y Cabello sostienen una guerra interna a muerte. Ni el uno ni el otro tienen la inteligencia y el carisma de Chávez. No la tienen fácil.
abdelaespriella@lawyersenterprise.com
Ad portas de un “chavazo”
Lun, 11/03/2013 - 01:06
La ascensión de Chávez al poder se debió al descontento del ciudadano de a pie con los partidos tradicionales de Venezuela, que abusaron de manera irresponsable y sistemática del mandato popular