El senador Alvaro Uribe hizo una infame acusación a Daniel Samper Ospina. En apenas 140 caracteres intentó convertirlo en un violador de menores, sin una sola prueba. Es una de las más temerarias acusaciones que he leído de parte de ese señor, que es visto por sus seguidores como el Non plus ultra de la moral, cuando no es más que un ídolo con pies de barro.
En esta nueva pelea, porque Uribe alimenta su ego y su cauda de incondicionales seguidores, a punta de rencillas personales y ataques virulentos contra el gobierno, metió las de caminar y dejó ver su incapacidad de argumentar sanamente. Valido sólo de sus odios, no tuvo ningún recato en decir cosas que no puede probar, porque sencillamente no son ciertas. Y cuando se le vinieron encima los más connotados periodistas colombianos, sin ningún empacho reafirmó las acusaciones calumniosas, valiéndose de argumentos todavía más desquiciados.
Adicionalmente a las acciones judiciales que ya anunció Samper Ospina, las gentes demócratas debemos acompañarlo y respaldar su trabajo periodístico. Alguien tiene que ponerle coto a las babosadas incendiarias que bota Uribe sin que nada le pase. Dice lo que le viene en gana, sin sustento distinto a su alocada obsesión fascista por el poder y la gloria. No respeta la verdad ni cuando se refiere a la paz, ni cuando ataca periodistas, ni cuando defiende a sus “buenos muchachos”. Simplemente miente y repite las mentiras porque aplica la estrategia de que de la mentira algo queda.
Justifica ahora sus calumnias con el argumento de que recibido muchas críticas él y su familia, de parte de Samper Ospina. Pues si, eso ha hecho el columnista de Semana y Youtuber, criticarlo por sus acciones políticas. Pero a las criticas se responde con hechos o pruebas, no con calumnias que destrozan honras. El oficio del periodismo, así como el de la caricatura y el humor político, se basa precisamente en la crítica y la independencia, dos cosas que molestan el ideario fascista del expresidente. Uribe, como le pasa a los dictadores y a los gobernantes autoritarios, simplemente no soporta la prensa libre.
Últimamente en actitud demagógica se ha abroga la autoridad absoluta sobre dos cosas que a través de su toque sagrado cree tener registradas como propiedad privada, el futuro de ese remedo de partido político, el CD y el departamento de Antioquia. Allá ellos, los del CD, si se conforman a bajar la cerviz para engrandecer el ego de Uribe, pero no creo que pase lo mismo en Antioquia, donde existen liderazgos probados, que no se arrodillan ante el patrón del Ubérrimo.
Convertir la discusión de Belén de Bajirá en una bandera política Uribista es tan mezquino como el abandono en que la tuvo a esa población cuando fue gobernador o cuando fue presidente. De eso no se acuerda ahora, que para inflamar de regionalismo sus odios personales, enarbola la defensa de ese pobre y municipio, hasta hace poco olvidado no solo por Antioquia o el Chocó, sino por el gobierno nacional, por este y todos los anteriores.
Pero a Uribe esos detallitos de verdad histórica lo tienen sin cuidado. Mejor dicho, le importa muy poco cualquier verdad, por eso puede sin sonrojarse equiparar la referencia de Samper Ospina al nombre de la hija de Paloma Valencia con una violación a una niña. Daría risa su pobre racionamiento, si no hiciera el daño que hace.
Pues si, la niña “violada” se llama Amapola y eso lo anunció públicamente su propia madre Paloma Valencia. De manera que recordar que ese también es el nombre de un cultivo ilícito no constituye ninguna violación, por mucho que se intente torcerle el cuello a la verdad.
No más mentiras, doctor Uribe. No nos crea idiotas y no se crea intocable, porque como le dijo el juez Moro a el expresidente Lula en Brasil: “Ni siquiera usted está por encima de la ley”.
