Apretar la tuerca

Vie, 11/11/2011 - 00:02
Con la muerte de Alfonso Cano surge de nuevo la esperanza de un fin al conflicto colombiano. En lo personal soy poco optimista pues las Farc han demostrado una infinita

Con la muerte de Alfonso Cano surge de nuevo la esperanza de un fin al conflicto colombiano. En lo personal soy poco optimista pues las Farc han demostrado una infinita torpeza política. Luego de los cuatro años en que Samper entregó el territorio nacional a la guerrilla, el presidente Pastrana intentó la vía de la negociación. Cuando el país estaba de rodillas, amenazado y acorralado por una guerrilla omnipresente, la absurda respuesta de las Farc en el Caguán fue la silla vacía.

Así les duela a los partidarios de la negociación, la seguridad democrática demostró que la guerrilla puede ser debilitada y derrotada por el camino militar. Pueden cambiar de estrategia pero las FF.MM. también pueden adaptarse a nuevas formas de combate. No es cierto, como lo afirman los entreguistas, que en el campo de batalla exista un “empate técnico”. El recurso al terrorismo aislado es la demostración evidente del fracaso de su estrategia militar y el aislamiento en el que se encuentran. Basta mirar el lugar donde cayó su máximo líder para entender que están en condiciones de extrema precariedad, aislados de la población y a años luz de lo que piensan los colombianos.

¿A quién representan las  Farc? A nadie. Bueno, a casi nadie. No tienen base popular alguna. Por ello viven escondidos, siempre temerosos de la delación por parte de la comunidad o por traiciones. Los únicos que les hacen eco son personas que no representan a Colombia como Piedad Córdoba, Colombianos por la Paz, algunos partidos políticos minoritarios y extremistas en Europa, el cínico del Ernesto Samper  y unos colectivos de ONG con agendas políticas ocultas. Me olvidaba del coro externo compuesto por  Chávez, Correa, el sátrapa Ortega y el tonto del Evo. Ninguna  de estas personas ni asociaciones representa a los colombianos.

La paz no es posible sin una completa victoria militar. No es posible porque las Farc no tienen una base popular que los siga, sus postulados son anacrónicos y su discurso obsoleto. A pesar de las múltiples fallas que tiene nuestra democracia y nuestras instituciones, la justicia social y una mayor igualdad de oportunidades son posibles si derrotamos la corrupción y liberamos al Estado de la politiquería. No necesitamos negociar con una guerrilla famélica huérfana de apoyo popular. A ellos, como bien lo dijo el presidente Santos, les queda el camino de la desmovilización o el de la muerte por las armas legítimas de la República.

El entreguismo mental de los escasos simpatizantes de la guerrilla es absurdo y no tiene eco político.  Los colombianos saben que la guerrilla desprecia las opciones de paz y mantiene un doble discurso que en realidad es siempre el mismo: se tomarán el poder por las armas e impulsado por la revolución popular, un escenario que nunca ha sido realista en Colombia. No hay nada que negociar con ellos porque ellos no tienen nada que ofrecer a cambio salvo el cese de sus actividades terroristas. Muchos países democráticos han demostrado que se puede vencer al terrorismo, como sucedió recientemente en España.

Este no es el momento de escuchar los cantos de sirena de los partidarios de “buscarle una salida honorable a las Farc”. Este es el momento de apretar la tuerca.

representante@miguelgomezmartinez.com

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