Los debates alrededor de las objeciones del presidente Duque a seis artículos de la ley estatutaria de la JEP muestran cómo el país anda fraccionado en dos grandes corrientes de personalización política, al parecer irreconciliables, a partir de un nombre relevante, gústenos o no, en la política de los últimos lustros: Álvaro Uribe Vélez.
La cada vez más fuerte división ha quedado al descubierto en el Congreso, el centro de la democracia representativa, donde esta semana se registraron duros enfrentamientos de las dos corrientes: la “A”, conformada por los legisladores alineados –o así parece– con la mirada política del expresidente Uribe, y la “B”, por los legisladores antiuribistas, o que fungen de tales. No obstante, la corriente B tiene dos bloques: el B1 y el B2. El 1, formado por fuerzas políticas democráticas como Cambio Radical, la U, parte de los partidos conservador y liberal, algunos grupos más y la Alianza Verde (de dudosa ortografía). Por su parte, el 2 corresponde a la izquierda, visibilizada en el Congreso a través de partidos o movimientos como Colombia Humana, los Polos Democrático y Alternativo, la Farc y algunos más, que hablan oficial u oficiosamente en nombre de organizaciones ideológicas afines como el partido comunista, Marcha Patriótica, el Congreso de los Pueblos, Fecode, la Unión de Estudiantes de no sé qué, mingas petristas, casi todas las centrales sindicales, parte de la LGBTI Community, confesiones religiosas, etc.
Lo extravagante del bloque antiuribista B1 es que se alía con el bloque B2 a sabiendas de que lo componen fuerzas con una visión totalitaria de la política y el gobierno. ¿Por qué lo hace? Simplemente porque a sus miembros los mueve un hondo desafecto a Uribe y a cuanto este represente, incluido Iván Duque.
¿Por qué los bloques le declararon la guerra al expresidente? Los demócratas, porque no le perdonan haber liderado el No en el plebiscito de 2016; porque el candidato “de Uribe”, Duque, ganó en 2018; porque Uribe se ha opuesto a diversos puntos del acuerdo Santos-Timo; porque les echa en cara que se robaron el triunfo del No; porque cuestiona distintos aspectos de la JEP, etc. Por su parte, los totalitarios, además de las razones anteriores, odian al exmandatario debido a que, desde el Estado, persiguió a sus aliados en “las montañas de Colombia”. Nada de eso se lo perdonan ni los Petros, ni los RoyBarreras, ni los VargasLleras, ni los IvánCepedas, ni las ClaudiaLópez, etc., “aspirantes al grado de pequeños caudillos, coronados por votos incautos y sospechosas decisiones de la democracia”, palabras que tomo del poeta antioqueño Carlos Castro Saavedra en su columna en el diario El Colombiano de marzo 9 de 1963.
Para sus propósitos, la corriente B maneja una larga lista de sindicaciones contra todas las dimensiones de Uribe: persona, hombre, esposo, antioqueño, finquero, caballista, padre, abuelo, político, ciudadano, presidente, expresidente, senador, tuitero. Se consensuan en el uso de mentiras e improperios para llamarlo “enemigo de la paz”, “guerrerista”, “paramilitar”, “narcotraficante”, “asesino”, “traidor a la patria”, “lacayo del imperialismo”, “corrupto”. Sindicaciones expresadas con un elevado nivel de odio y saña –que también impregna al Centro Democrático y a quienes votamos por Uribe– en las corporaciones públicas, foros, marchas, paros, mingas; redes sociales, portales web, internet; prensa, radio, televisión; programas e instancias internacionales…
Lo más simpático es que los bloques B1 y B2, que no pierden minuto en profundizar la guerra al exmandatario, predican, con soltura y convicción, la paz, la reconciliación nacional, el diálogo, el respeto a las personas y las diferencias, la armonía y la unión. Claro: armonía en los ataques y unión en el objetivo. Lo hacen cantando el jingle (una breve tonada publicitaria) del Canal Uno –sí, el que Juan Manuel Santos dio a sus amigotes–: “Aquí todos somos Uno”. Lo cantan, en el canal y en la corriente antiuribista, debido a que Uno significa Uribe no.
Puestos en sus mentes, no resulta extraño que afirmen lo que afirman y firman. Lo que sí sorprende –es una indulgencia mía– es que los líderes antiuribistas y sus seguidores pretendan que, ante el sartal de irrespetos y vejaciones, el expresidente Uribe no se salga de sus “huesitos y carnitas” y que, si habla, no explote, o que sus partidarios guarden silencio o acepten lo dicho por los bloques B1 y B2.
Eso de que “Aquí todos somos uno” funciona, quizás, en el canal de Santos, no en el país real, donde millones de colombianos demócratas tarareamos el jingle del canal de modo distinto: “Aquí-No-Todos-Somos-Uno”.
INFLEXIÓN. Me parece ver al general Uribe Uribe cuando dijo en 1910: “El pertenecer a un bando no sirve siempre para que los afiliados se estimen y defiendan recíprocamente. Al contrario, el encarnizamiento suele ser mayor contra los partidarios que contra los adversarios […]”.
Aquí-No-Todos-Somos-“Uno”
Sáb, 04/05/2019 - 00:46
Los debates alrededor de las objeciones del presidente Duque a seis artículos de la ley estatutaria de la JEP muestran cómo el país anda fraccionado en dos grandes c