Buenas excusas para malas ideas

Mar, 19/03/2019 - 10:40
El Sendero Cortafuegos propuesto por el alcalde Peñalosa no es ninguna de las cosas que propone su nombre. Se trata en realidad de un proyecto turístico masivo que puede terminar generando efectos n
El Sendero Cortafuegos propuesto por el alcalde Peñalosa no es ninguna de las cosas que propone su nombre. Se trata en realidad de un proyecto turístico masivo que puede terminar generando efectos negativos en la Reserva Forestal de los Cerros Orientales. El sendero pasará por seis localidades bogotanas: Usaquén, Chapinero, Santa Fe, Candelaria, San Cristóbal y Usme. Esto significa que el millón y medio de bogotanos que las habitan serán testigos de la transformación de los cerros si el proyecto recibe el visto bueno de las autoridades ambientales. Sin embargo, la mayoría de ellos seguramente no han oído hablar del sendero porque, de hecho, incluso los que han estado atentos a su evolución, aseguran que les han entregado información fragmentada y contradictoria, más orientada a “vender” el proyecto que a informar adecuadamente. Desde el mismo Plan de Desarrollo presentado por la administración Peñalosa, el Sendero Cortafuegos, Panorámico o de las Mariposas (el nombre cambia según el documento) fue definido como un proyecto estratégico para Bogotá. Hasta ahora, en documentos y declaraciones públicas, se ha justificado su construcción como una necesidad urgente para la gestión del riesgo asociado al cambio climático, en particular de los incendios. De hecho, los estudios y diseños se pagaron con dineros del Fondo Distrital para la Gestión de Riesgo y Cambio Climático (Fondiger), a través del acuerdo interadministrativo 001 de 2016, suscrito entre la Secretaría de Ambiente (SDA) y la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá (EAAB). Lo cierto es que el riesgo de incendios en este territorio es real. Los cerros ya son un territorio vulnerable y el 29% de su área es considerada de amenaza alta, 26.8% media y 42% baja. Según datos aportados por el Distrito en derecho de petición, durante 2015 el cuerpo de bomberos atendió 545 quemas, 138 conatos, y 14 incendios forestales, afectando un total de 46,5 hectáreas. Con el cambio climático, este tipo de eventos se pueden volver más frecuentes y, eventualmente, devastadores. Pero el sendero que ideó el alcalde Peñalosa no es un simple sendero, su función no será la de cortar el avance del fuego y no está claro que los 220 mil millones de pesos que nos va a costar, sea una verdadera medida de mitigación del cambio climático. Al contrario, puede aumentar el riesgo de incendios y la vulnerabilidad de los elementos que componen el ecosistema. De todas formas, esa no parece que haya sido la preocupación inicial de la Alcaldía al encargar los estudios y diseños del proyecto. El Plan de Desarrollo de Peñalosa se refiere de manera directa al Sendero Cortafuegos al menos una decena de veces, y en sólo una de ellas apunta su supuesta utilidad para luchar contra los incendios forestales. En todas las demás, deja claro que es un proyecto de espacio público en los Cerros Orientales. En palabras del Plan de Desarrollo: “De otra parte, uno de los objetivos principales del Plan de Manejo Ambiental Distrital es cualificar la oferta de espacio público efectivo en la franja de adecuación (de los Cerros Orientales)”. Por sus implicaciones, el proyecto ha llamado la atención de distintos colectivos ambientales y ciudadanos que se han mantenido alerta para conocer su evolución. Entre otros, han mostrado su preocupación los habitantes de La Cecilia, Bosques de Bellavista, Santa Bárbara Norte y Usaquén, la Asociación de Residentes del Chicó Sur Occidental (ARCHI), la UPZ 89 (San Isidro – Patios) de Chapinero, así como sectores de la población de La Calera. Dentro de esto, han sido rotundas las advertencias de la Mesa Ambiental de los Cerros Orientales, un colectivo ciudadano con más de una década haciendo seguimiento a este territorio declarado Reserva Forestal en 1976. Ni es sendero ni es cortafuegos Llamarlo Sendero de las Mariposas es efectivo en términos publicitarios, pero impreciso en términos reales. Según los diseños que hasta ahora se han conocido, correrá de manera más o menos paralela (su trazado es curvilíneo) a la franja de adecuación a lo largo de 64.6 Km más otros 27.5 Km adicionales en los veinte accesos al sendero. En ese recorrido contará con 24 módulos de bienvenida, 23 puntos logísticos (algo así como plazoletas de comidas y comercio), 54 aulas, 78 miradores y un número hasta ahora indeterminado de puentes. Con todo este despliegue de infraestructura, es difícil pensar que será un sendero contemplativo atravesando bosques bucólicos, y más bien viene a la mente toda una andamiaje turístico y operativo. Los senderos cortafuegos son franjas de terreno libres de combustible, es decir, materiales susceptibles de inflamación. Se suelen diseñar como un sistema de redes o cuadrículas que dividen extensos territorios, para limitar el avance del fuego. Dependiendo de las características del terreno y su vegetación, pueden tener desde cuatro metros hasta más de cien, incluyendo zonas adicionales de amortiguación con poca vegetación a lado y lado. El tamaño que deben tener se calcula según variables como dirección dominante de los vientos, tipo de combustible (material vegetal) que conforma la biomasa e inclinación del terreno. Sin embargo, por lo que se conoce de los estudios y diseños, el sendero de Peñalosa no tendrá esas características. Aparte de la infraestructura turística, se describe un sistema contraincendios compuesto por unas vías que darán acceso a los cuerpos de bomberos y rescate. Como complemento, tendrá un sistema de bocatomas alimentadas por los acuíferos presentes en la zona. Así que, mientas no se presente una conflagración, la mayor parte del tiempo será un atractivo que se espera tenga una afluencia de varios cientos de miles de visitantes al año. Una condición que, a juicio de las comunidades que ven el proyecto con recelo, aumentará exponencialmente la vulnerabilidad a los incendios de los cerros. En efecto, las principales causas de deterioro en los cerros orientales, y eso incluye los incendios forestales, son antrópicas, es decir, producidas por los humanos. En 2016, por ejemplo, el director del Cuerpo Oficial de Bomberos de Bogotá, Jorge Lemus, informó a la prensa que la totalidad de deflagraciones de ese año fueron causadas, voluntaria o involuntariamente, por personas. Experiencias como las ocurridas en el sendero de la quebrada La Vieja, cerrada preventivamente desde 2017, nos han enseñado que el uso de los cerros debe ser de baja intensidad, responsable y, de ninguna manera, masivo. Pero en el sendero turístico de los cerros la Alcaldía espera alcanzar, según las metas del Plan de Desarrollo, 250 mil visitantes en el primer año de operación. Según los cálculos del consultor, Consorcio de las Mariposas 2017, entregados en derecho de petición por la EAAB, la capacidad de manejo real de todo el proyecto estaría cercana a los nueve mil visitantes diarios. Esto significa que permitiría un máximo anual de unos tres millones de visitantes. Balanza ambiental El sendero turístico significará una intervención en 1.812,56 hectáreas de Reserva Forestal, y sus zonas de restauración y preservación; así como en unas 100 hectáreas de Franja de Adecuación de los cerros orientales. Los estudios previos a la construcción del sendero turístico detectaron una serie de actividades generadoras de impacto durante las distintas etapas de construcción del proyecto: preliminares, construcción y abandono de la obra. En primer lugar, habrá una alteración en las características y condiciones del recurso hídrico pues la infraestructura intervendrá alrededor de 59 de las fuentes hídricas que recorren los cerros, desde su cumbre hasta los ríos Fucha, San Francisco, Salitre y Tunjuelo, afluentes a su vez del río Bogotá. Además de la calidad del recurso hídrico, también se verán alterados los suelos y la cobertura vegetal, produciendo cambios en los elementos del paisaje, modificación en las características fisicoquímicas y biológicas del suelo, y la remoción de un número hasta ahora indeterminado de individuos vegetales de las distintas especies que se encuentran en los cerros, desde arbustos hasta árboles. Pero lo más preocupante puede ser la obstrucción de la conectividad de los ecosistemas y la perturbación del hábitat de la fauna silvestre que lo habita. Se han identificado impactos de distinto tipo, siendo los más significativos 452 hectáreas con impactos graves dentro de la Reserva Forestal, y casi 16 hectáreas adicionales dentro de la Franja de Adecuación. En ellas, los estudios de impacto ambiental detectaron cuatro especies de anfibios, cinco de reptiles, 75 de aves (19 de ellas en la lista Cites de extinción) y 12 de mamíferos (una de ellas en Cites) que en algún momento tendrán vecinos invasores nuevos: los humanos. Los estudios técnicos y arquitectónicos definitivos aún no se conocen. A pesar de eso, la licencia ambiental ya está en trámite y deberá conocerse la respuesta en las próximas semanas. Resulta difícil pensar que los profesionales de la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales (ANLA) que en este momento estudian los diseños previos, puedan darle viabilidad a semejante costo ambiental y presupuestal para un proyecto cuya necesidad ni siquiera está demostrada. La ciudad sí requiere espacio público de calidad, pero no a costillas de la Estructura Ecológica Principal, ni del presupuesto de mitigación del cambio climático.
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