El título podría ser: Notas de un patólogo. Y quizás sería el preferido por mí. Pero luego de enseñar patología por muchos años he aprendido que el común de las personas no quiere pensar en las enfermedades. Sólo se quiere pensar en una vaporosa y frágil “salud”. Como si se tratara de un bien que se posee.
Cuando se habla de cáncer, la gente se eriza ante la sola palabra. Un colombiano eminente profesor e investigador en una Universidad neoyorquina comentaba en una reciente conferencia que un adulto de 40 años puede tener 3 o 4 cánceres en su cuerpo. Muchos pasan desapercibidos porque no suelen avanzar más allá de pequeñas neoplasias malignas y muchos otros mueren con nosotros por otras causas.
Un buen ejemplo de ello es el adenocarcinoma de próstata. En un estudio clásico de autopsias de seis países del mundo se encontró que 30% de los hombres tienen adenocarcinoma de próstata a los 50 años y 80% a los 70 años. Estos individuos tenían otras enfermedades y murieron de ellas, quizás nunca se les diagnosticó el cáncer de próstata. Esta realidad biológica subraya la importancia del diagnóstico y tratamiento de una condición, no necesariamente fatal, con un costo apreciable para el individuo y la sociedad.
Y hablando de costo: esta semana el Washington Post informa que probablemente no se aprobará el uso en el sistema de salud norteamericano subsidiado por el gobierno de un nuevo medicamente para el cáncer de próstata cuyo costo sería de 170 millones de pesos por paciente al año. La razón es que los mejores estudios señalan que esta terapia sólo aumenta la sobrevida de pacientes por 4 meses en promedio. La discusión ética es interesante: ¿cuánto valen cuatro meses de su vida?, ¿puede el ciudadano rico gastarse ese dinero y por lo tanto, para quien pueda, debe darse licencia a la droga?, etc.
La otra cara de la moneda también es interesante: el laboratorio que desarrolló la droga ha invertido una gran cantidad de dinero en su desarrollo y si no recupera su inversión no investigará más esa solución al problema del cáncer de próstata. De hecho, el medicamento es una vacuna terapéutica, no para la prevención del cáncer sino para su tratamiento: se hacen crecer células de la sangre del paciente con proteínas del tumor y luego se regresan al paciente para que ayuden al sistema de defensa del paciente a luchar contra el tumor. Y esta es una perspectiva de investigación muy interesante que se está usando contra otros tipos de cáncer: cáncer de mama, cáncer de cerebro, melanoma y otros.
Vemos entonces que el problema no es tanto si tenemos cáncer o no, sino cómo y cuándo lo debemos diagnosticar y cómo lo debemos tratar. No hay en el caso del adenocarcinoma de próstata (British Medical Journal, agosto 10, 2010) un protocolo de búsqueda de casos que se pueda recomendar a la población general y que lleve a la disminución de mortalidad sin complicaciones: acabamos a veces operando próstatas que no causarían mayores problemas y se nos escapan tumores pequeños de conducta impredecible.
Hace poco tuve que leer la biopsia de un paciente de unos sesenta años con hiperplasia benigna de la próstata. En un pequeño rincón de la biopsia (no más de 0.5 cms,) se encontraban una glándulas y células más oscuras de lo normal, “feas” como decimos los patólogos. Ya que era un rincón en el borde de la biopsia podía ser un artefacto. Solicitamos varios cortes nuevos al tejido y por supuesto consultamos el caso con varios colegas experimentados.
No se pudo definir la pregunta: ¿cáncer o no cáncer? Si el paciente se opera puede tener complicaciones (entre ellas impotencia sexual, cosilla que nos preocupa bastante a los hombres y nuestras parejas). Si no se opera puede volver a los dos o tres años con cáncer en los huesos o en peores condiciones. En este caso particular se envió nota al urólogo para informar y seguir estrechamente al paciente, ojalá nos hayamos preocupado en exceso y aquel rinconcito de la biopsia no sea nada serio.
Parece ser que la mejor conducta para el paciente y para el médico es una de “expectante vigilancia”: visitas rutinarias a su urólogo, con examen digital rectal y medida del antígeno prostático específico, sobre todo después de los 50 años. Y esta “expectante vigilancia” no la podemos hacer si no conocemos nuestras enfermedades. Hay que conocer al enemigo. Por eso todos debemos saber algo de patología (aunque no nos guste la materia).
Cáncer o no cáncer
Vie, 12/11/2010 - 00:04
El título podría ser: Notas de un patólogo. Y quizás sería el preferido por mí. Pero luego de enseñar patología por muchos años he aprendido que el común de las personas no quiere pensar