Los que crean que la paz llegará en un buque cargado de palomas de La Habana se equivocan.
La corrupción se ha definido como un estado degenerativo, y como en el caso colombiano, es sistémica, es decir abarca y copa por no decir inunda prácticamente todas las esferas de la cotidianidad, de la vida diaria, y no solo del Estado y sus servidores públicos. La corrupción al menudeo también copa los ejercicios y prácticas de ciudadanía prosaica, revelando a la postre un matrimonio estrecho entre violencia y corrupción.
Corrupcion es violencia
La corrupción es en últimas un ejercicio de violencia, de confrontación, abierta o solapada, a veces más agresiva que la propia disputa armada, el caso de la corrupción en el sector salud es un ejemplo genocida silencioso y sistemático sin memoria del desbordamiento de la civilidad y quebranto de garantías ciudadanas sin cuento. Es aquí donde la preocupación porque la fiscalía sancione ejemplarmente el caso de Saludcoop y Carlos Palacino, no es un ruego sino una exigencia de reconciliación efectiva de la fiscalía y del exasesor de este, Eduardo Montealegre, con la sociedad colombiana capaz de materializar su rabiosa discursividad puramente especulativa sobre necesaria armonización de la paz y el derecho internacional humanitario.
Cese al fuego de la violencia de la corrupción
La integridad como superación de la violencia derivada de la corrupción solo se alcanza cuando los fusiles callen, sino especialmente cuando como ciudadanos(as), quienes no hacemos parte de la confrontación armada, construyamos escenarios de mayor respeto, participación decisoria, reconciliación y ejercicio efectivo de nuestras garantías y derechos que pasa por la propia libre escogencia entre una oferta política en que la intermediación torne a la legitimidad hace tiempos escariada en los muladares de nuestra excluyente historia imberbe.
Corrupción como violencia ciudadana callejera
La paz es también la lucha contra la corrupción, o mejor superar el flagelo afrentoso del saqueo de lo público y el abuso de lo privado, es decir la pérdida del equilibrio social como norte colectivo.
Corrupción no solo es el cartel de la contratación de Bogotá, o el cartel de las basuras -pendiente por judicializar y sancionar-, es también cuando a una alta funcionaria del CTI, su directora Maritza Escobar, se le retira de su cargo por falta de probidad e inconsistencias con el servicio público de ella y de su hermano también funcionario de la entidad, y luego el Fiscal Montealegre le da otro cargo con menores responsabilidades pero igual o mejor escala salarial.
Igual es corrupción el taxista que por faltarle menos de un dólar para pagarle la tarifa termina segándole la carrera por la vida de su pasajero inocente.
Es corrupción la compraventa de almas por cuenta de religiones que relegaron al ser humano que hay tras el creyente sumiso, desesperanzado quien religiosamente entrega el diezmo que necesita para cubrir las necesidades vitales de él (ella) y sus familias. Sectas que se dedicaron a alimentar el lavado de activos,
Robustecimiento de las veedurías acuerdo de La Habana
El punto dos de los acuerdos parciales de La Habana contempla el “robustecimiento de las veedurías ciudadanas”, que de nuevo es un reconocimiento a una gesta ciudadana, como la expedición en su momento de la ley de veedurías -850 del 2003- cuya concreción será el fruto del movimiento por paz cívica desde la orilla ciudadana en la lucha contra la corrupción que rebaza el mismo inveterado conflicto armado colombiano.
Superado el conflicto armado, la gran batalla ciudadana será la lucha pacífica pero no menos enérgica contra la corrupción especialmente pública pero también privada, cotidiana al menudeo como catarsis colectiva que nos junten en un futuro final e irreversiblemente compartido y justo.
@pablobustossanc
reddeveeduriasdecolombia@gmail.com
Corrupción callejera y paz
Dom, 19/01/2014 - 15:37
Los que crean que la paz llegará en un buque cargado de palomas de La Habana se equivocan.
La corrupción se ha definido como un estado degenerativo, y como en el caso colombiano, es sistémic
La corrupción se ha definido como un estado degenerativo, y como en el caso colombiano, es sistémic