Esa es la pregunta con que inicia y cierra la carta pública de Dylan Farrow, hija adoptiva de Woody Allen y Mia Farrow, dirigida a las estrellas de Hollywood.
Por más de 20 años esta mujer, junto con su madre y su hermano, han sostenido que ella fue abusada sexualmente por su padre, el famoso cinematografista Woody Allen. El proceso judicial que se inició contra Allen en aquella época terminó en desestimiento y desde entonces el director quedó libre de acusaciones formales, aunque el fantasma de la denuncia lo ha perseguido en medios de comunicación y últimamente en las redes sociales.
La niña de ese drama, es hoy una mujer de 28 años, felizmente casada, que ha superado parte de sus traumas infantiles y que decidió hablar sobre el tema en una carta pública que se puede leer en el New York Times. Ella tenía siete años, recuerda, cuando Allen la llevó al ático de su vivienda, la hizo acostar en el piso y la violó. No había sido la primera vez que la manoseaba, según dice, muchas veces antes lo había hecho sin llegar a la violación de ese día.
Estos hechos de violencia contra la mujer pasan en todas partes y en todos los estratos socioeconómicos, pero tienen una cosa en común, sobre la mujer o niña, solas y asustadas actúa un hombre con poder, fuerza o dominación y luego es la palabra de ellas contra la del abusador. Claro, cuando el agresor es un famosísimo director de cine, rico y valorado por su aporte artístico a la humanidad, cuando además de varios premios Oscar por sus películas acaba de recibir un Globo de Oro por toda su vida, la cosa es más desigual.
A quién creerle: ¿a un hombre maduro, a un sólido intelectual, a una celebridad que puede tener en su cama cualquier mujer que se proponga, a un exitoso director de cine, apreciado por sus colegas?, o ¿a una niña de 7 años, que no sabe distinguir realidad de ficción, una mujer con desordenes psicológicos, una hija que odia a su padre adoptivo porque se separó de su madre?
Condiciones tan desbalanceadas favorecen ampliamente al lado más poderoso: el del agresor. Así mismo es la violación, una situación en la que el más poderoso subyuga a la más débil y por eso es tan difícil comprobarla y castigarla. No hay testigos, sólo el testimonio de una débil, confusa y asustada mujer.
Pero por supuesto cabrían también otras preguntas: ¿por qué se producen en la niña esos desórdenes psicológicos?, ¿qué los originan?, ¿por qué odia a ese padrastro?, ¿será que no le ha dado nada distinto a abuso y abandono?, ¿por qué, si a los siete años una niña no ha tenido ninguna experiencia sexual, puede describir cómo fue esa violación?
No soy juez para declarar culpable o inocente a Woody Allen, pero me impactó la carta abierta de su hija que termina en un reclamo a los y las colegas de su padre-violador:
“Otras están todavía asustadas, vulnerables y luchando por tener el coraje de contar la verdad…”, dice la mujer y a continuación interroga a las estrellas de cine: “¿Que tal que fueran sus hijas?” le reclama a Cate Blanchett, Alec Baldwin, Scarlett Johansson o Diane Keaton. Y les asegura que “Woody Allen está dejando un testamento sobre la forma cómo la sociedad les falta a las sobreviviente de los abusos y violencias sexuales”.
“Imagínese que a su hija de siete años la lleva Woody Allen a un ático. Imagínesela el resto de su vida atormentada por la náusea cada vez que escucha ese nombre. Imagínese a un mundo que celebra a ese violador. ¿Se pueden imaginar esto?”, les pregunta a esas personas que han actuado en las películas de Allen, pero han guardado silencio sobre esta acusación. Y concluye: “Si puede imaginarlo, dígame entonces: cuál es la película que más le gusta de Woody Allen?”
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¿Cuál de las películas de Woody Allen es su favorita?
Lun, 03/02/2014 - 16:07
Esa es la pregunta con que inicia y cierra la carta pública de Dylan Farrow, hija adoptiva de Woody Allen y Mia Farrow, dirigida a las estrellas de Hollywood.
Por más de 20 años esta mujer, junt
Por más de 20 años esta mujer, junt