Una de las claves de la teoría marxista es la relevancia que se le da a la estructura económica como determinante para establecer un tipo de sociedad. Para el materialismo histórico los cambios se deben producir en las formas de la producción, en las relaciones de propiedad y en la mayor o menor presencia del Estado sobre el aparato productivo.
Se pensaba de manera reduccionista que una nación, si la infraestructura económica tenía una orientación marxista, la superestructura ideológica cambiaría igualmente hacia un pensamiento de izquierda. Por lo menos así creímos años atrás, cuando le dábamos tanto valor a las teorías fundamentales del marximo-leninismo.
Las cosas no fueron por ese camino, en parte por los errores de los gobernantes totalitarios de izquierda, pero sobre todo porque ese esquema simplista que reducía todo a lo económico fue estrecho para entender los cambios en el nivel de lo ideológico. No se pudo vislumbrar en la izquierda que la libertad, por ejemplo, no era un mero embeleco de la derecha capitalista e imperialista; o que la religión estaba tan adentro, o más, en los movimientos sociales que la reivindicaciones laborales.
No se pensó en los tiempos de Marx o en los de Lenin o en los más recientes de Castro, el Ché, Marulanda o Chávez, que movimientos como el feminismo o contra la discriminación étnica o sexual, tendrían dinámicas muy independientes de las luchas económicas o antiimperialistas.
Las libertades personales desde las épocas del hipismo, que para muchos en la izquierda latinoamericana se veían como veleidades del imperio norteamericano, ha devenido en verdaderas luchas por cambios estructurales de la sociedad. Es decir, exactamente lo contrario a lo que pregonaba el marximo-leninismo: En estos casos los cambios en la superestructura ideológica, en muchos casos, llevaron a replantear la organización económica de las sociedades.
Esto es uno de los tropiezos para delimitar hoy en día qué es izquierda y qué es derecha. O mejor, hoy podríamos hablar de posiciones políticas relacionadas con lo personal y lo moral y posiciones políticas (las tradicionales) relacionadas con la organización económica de la sociedad.
En la actualidad conviven la izquierda económica, como por ejemplo la que busca el senador Robledo, con una derecha moral, como la que implementaba las Farc sobre el tema del reclutamiento de menores y la obligación de abortar a sus mujeres; O en el Partido liberal, la centro izquierda proteccionista de los subsidios con la derecha de Viviane Morales con relación a las libertades sexuales.
En fin, en todos los partidos, por lo menos en los colombianos, hay estas incoherencias donde la religión se enreda con la constitución y la reforma agraria, con la virgen del Carmen. O se dan movimientos que reivindican a la mujer, pero se guían por el rosario, o grupos paramilitares que usan las armas para concentrar la riqueza, pero llevan escapularios amarrados a sus armas.
Por todo esto y porque el análisis político se quedó pegado al materialismo histórico es que resulta tan difícil establecer la ideología a la que pertenecen los partidos. Así una derecha moralista como la de Uribe, que pide aplazar el gustico, prohíbe la dosis personal y pretende castigar el aborto, puede autodenominarse de centro, con la mayor frescura.
Las ideologías contemporáneas tienen cada vez menos que ver con lo económico y cada vez más con las libertades personales, las luchas medio ambientales, la anti corrupción, el feminismo, la defensa de los animales o la no discriminación. En estos escenarios es que se están construyendo nuevas y verdaderas diferencias políticas, en las sociedades modernas.
Las categorías izquierda, derecha, o centro suenan vacías y anacrónicas, no le dicen nada a ningún joven elector; en ninguna caben estas nuevas banderas y el eje de la política moderna se desplazó de lo económico-social a lo moral-personal.
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De lo económico a lo moral
Mié, 17/05/2017 - 05:41
Una de las claves de la teoría marxista es la relevancia que se le da a la estructura económica como determinante para establecer un tipo de sociedad. Para el materialismo histórico los cambios se