¿Desea vivir en el “exclusivo” Poblado de Medellín?

Vie, 22/02/2019 - 19:16
Mozart Haydn, que en paz descanse, tuvo una infancia difícil por las condiciones económicas familiares, que en algo aliviaba su padre, miembro de un trío musical, cuando daba ocasionales serenatas
Mozart Haydn, que en paz descanse, tuvo una infancia difícil por las condiciones económicas familiares, que en algo aliviaba su padre, miembro de un trío musical, cuando daba ocasionales serenatas los fines de semana. De su vena artística salió el nombre con el que bautizó a su primogénito, pese a la oposición de la mamá. Más adelante, Mozart Haydn suspendió sus estudios y entró a un grupo de amigos en el que iba a conocer prácticas pandilleras y a “hacerle a todo” por amor “a la cucha”, la bendita vieja, y a los hijos que fue trayendo al mundo con dos de las tres compañeras que tuvo. Cogió fama de alguien sin miedo, y comenzó a amasar buenas sumas de dinero, que alegremente consignaba en acreditadas sucursales bancarias. Así le llegó el momento de comprar una propiedad en el barrio El Poblado, de Medellín. La idea la traía desde tiempo atrás, animado por los anuncios de constructoras que ofrecían “exclusivos penthouses en el exclusivo sector del Poblado”. Así, pues, se instaló con su pareja y tres niños, luego de lo cual fue llevando al resto de familia, que “pegó” en la zona. Siglos atrás, al visitador Francisco Herrera y Campuzano, apoyado en Real Cédula, también le había llegado el momento de pisar la zona, que con el tiempo realmente sería “exclusiva”, y lo hizo el 2 de marzo de 1616 en el lugar hoy conocido como “el parque del Poblado”, llamada, la zona, en aquellas calendas “el poblado de San Lorenzo de Aburrá”. Que sirvió de huerta a lo que llegaría a ser Medellín y que fue cambiando a sede de fincas de recreo de las familias más adineradas, propiedades que años más adelante se parcelaron para impulsar el proceso urbanizador que “se comió”, literalmente, dicha área, “exclusiva” hasta los años 50 del siglo veinte. Pues bien, como la vida es dinámica (al igual que la política en Colombia), el viejo Poblado, el de maravillosas casas de campo, de patos y chorlos errabundos, de písamos y cámbulos, carboneros y alcaparrones, guayabos y suribios, murió para siempre. Y para siempre dejó de ser exclusivo: hoy está superpoblado, de vías colapsadas por tacos (trancones) formados por toda clase de vehículos, con ruido diurno y nocturno, dominio del desorden, obras interminables, alcahuetería oficial, robos en edificios y vías públicas, noches de voladores que estallan sin motivo (aparente), balas perdidas y encontradas, serenatas con vallenatos y mariachis, cadenas de oro, cadenas de vicio, cadenas de delito. Hasta cadenas de oraciones. Pero también bulliciosas fiestas de colegios de la zona, vendedores o pregoneros con altoparlantes, malls de parrandas los fines de semana y las vísperas de puente, de los que en la madrugada salen barras mixtas, de todas las orientaciones sexuales, hablando a pulmón batido, cantando, discutiendo, vociferando epítetos en diversos idiomas, ocupación indebida del espacio público, etc. Sin policías porque no hay venta de empanadas… Además, nubes de hoteles, hosteles, hostales, moteles, meteles, pensiones, apartamentos, casas, no de campo, sino de vicio, de sexo, de cambio, de cosas, de moda, de modo, de paso, de reposo (no entiendo cómo), de comidas, de bebidas, de... Casas de pique, aún no. Ya llegarán. Algo tiene que ver el desfile diario, por calles y parques, de prepagos, prepucios, preservativos, prepotentes, preparaciones, preadolescentes, precintados, prerrogativas, preclusiones, preludios. Y hasta presentimientos. Dado que el ímpetu inversionista es imparable e inalterable, las autoridades lo permiten todo o casi todo, y los “progresistas” logran todo o casi todo. Van a más. Se fundamentan en normas, parágrafos, incisos, acuerdos, costumbres “ancestrales” y otros motivos. Es tal el ímpetu, que un amigo puso en venta un lote de cuatro por tres metros, y le resultó un socio para construir un edificio de treinta pisos de “apartacitas”… ¡Tan “avispao”! Por lo tanto, no entiendo que los herederos de Mozart Haydn y demás “pobladinos” se sientan en un lugar “exclusivo”. ¿Será que las palabras que antes eran ya no son? Porque lo que sí está claro es que El Poblado de antes ya no es el de antes. Por ello sorprende que publicistas y periodistas aún se refieran a esa “fracción” según la denominaban hace más de un siglo– como “el exclusivo sector de El Poblado”. Claro que en este desahogo hay un poquito de exageración: soy antioqueño. Pero no es una caricatura, sino “una visión objetivo-subjetiva de la realidad” (¡qué elegancia!), basada en constancias. INFLEXIÓN. ¿Alguien todavía cree que en Colombia hay algo “exclusivo”?
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