Definitivamente Colombia es un caso curioso: de alguna manera se abre en el país uno de los debates pendientes más importantes, no solo en Colombia sino en América Latina y aún en el mundo, por un caso relativamente menor, el chamán. Lo más interesante es que se han planteado muchos argumentos; se han ocupado páginas enteras de los periódicos discutiendo el tema, pero el asunto esencial no se ha mencionado. Lo que esta discusión debería haber planteado es el delicado asunto del manejo de recursos públicos por parte del sector privado. Este es un tema de gran relevancia y tiene que abordarse de inmediato, ahora que el sector privado se ha convertido en prestador de servicios sociales con dineros que vienen de los contribuyentes.
Ana Martha de Pizarro, la nueva directora del Festival Iberoamericano de teatro -con quien se contrató el espectáculo de clausura del Sub 20- declaró que Fanny Mickey siempre contrataba un chamán para que no le lloviera el día de la inauguración. Lo decía de tal manera que ignoraba un detalle muy importante. Fanny lo pagaba con recursos privados, donaciones, la plata de venta de boletas, etc.; pero en cambio, Ana Martha lo pagó con recursos públicos sujetos a la revisión de la Contraloría. Se comprueba de esta manera que el sector privado no tiene claro que aunque puede hacer lo que le parezca con sus propios recursos, no es lo mismo si esos provienen de impuestos y por consiguiente son públicos, y tiene que someterse a una reglas distintas, más exigentes, porque su nombre lo dice: ese dinero es de todos y no del sector privado.
Lejos de ocuparse de semejante tema, el debate ha sido inocuo y hasta despreciado por el presidente Santos quien afirmó que cómo estaría de bien la economía y el país que hasta se armaba un gran debate por el tema del chamán. Con todo el respeto que se merece el señor Presidente, el tema es muy de fondo. Hoy, en pleno siglo XXI, se avanza en entender que lo que se requiere es un Estado distinto, y sobre todo, un nuevo sector privado, que ahora trabaja de la mano con el Estado. Una cosa es maximizar ganancias cuando los recursos son privados como había venido sucediendo por décadas, aquí y en todas partes, y otra muy distinta es ser ejecutor de políticas públicas con recursos del Estado. En ese caso no se trata de maximizar ganancias porque la plata no es propia, sino de maximizar los beneficios para la sociedad, obviamente cobrando responsablemente por sus servicios.
El mejor ejemplo de esta confusión es lo que ha pasado en salud. Las EPS manejaron los recursos públicos, las cotizaciones, que todos los colombianos y el gobierno hacen al sistema, como si fuera dinero de ellos e hicieron lo que les pareció: campos de golf, carros carísimos para los miembros de sus Concejos y otros gastos que por el origen de los recursos, se debían considerar como robo, abuso o como lo quieran llamar. ¿Por qué? Porque la plata destinada a mejorar la atención y cobertura en salud se fue para otro destino y los benefició a ellos y no a todo el país. Nadie entiende por qué no están en la cárcel. Sin embargo, como esta discusión no se ha dado, el sector privado, en este caso Ana Martha de Pizarro, toma decisiones ignorando esta diferencia y le cayó una Contraloría de la que ni el chamán la salvará.
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