El cuento de la cerveza y la Sagrada Familia

Sáb, 08/09/2012 - 09:00
Barcelona hervía.  Del zoológico de los turistas se habían escapado de las jaulas los latinos, japoneses, chinos y los del Este.  En el Paseo de Gracia —la imponente avenida que cruza esta bell
Barcelona hervía.  Del zoológico de los turistas se habían escapado de las jaulas los latinos, japoneses, chinos y los del Este.  En el Paseo de Gracia —la imponente avenida que cruza esta bella ciudad— estaban todos sueltos. Con sus cámaras, algunas de tamaño descomunal que parecían como si al llevarlas colgadas, el pescuezo se les fuera a romper. El vuelo desde Holanda hasta el aeropuerto de Barcelona había durado dos horas. Corto y sin problemas, pero desde la llegada el calor nos puso a sudar. Después de instalarnos en el hotel y antes de dirigirnos a nuestro objetivo, hicimos una parada en uno de los bares de la avenida, llenos de electricidad. El mesero al encargado de la cocina: —Joder, Juan, que te dije dos raciones de patatas a lo pobre para la barra y no una. —A ver ¿y los señores qué desean? —¿Me regala dos cervezas? —Bueno, aquí regalar nada. —Está bien —sonreí, por el chiste malo— me consigue dos… —Hombre, para conseguir algo debe usted salir y a la izquierda camine unos 300 metros y verá un gran almacén, El Corte Inglés, y ahí consigue de todo. Ahora sí —pensé— me lo gané. De pronto una carcajada. —Hombre, tranquilo, ya le traigo sus dos cañitas bien frías. La idea de la visita a la Sagrada Familia la tenía en mente hacía mucho tiempo.  Del café, con el mesero “chistoso”, hasta el sitio nos demoramos 15 minutos en taxi. Las colas para entrar eran tan largas que daban la impresión que algo gratis estaban regalando adentro.  Aun para nosotros los no creyentes, la Sagrada Familia, hoy Basílica, tiene una historia que se sale de lo institucional religioso, de ahí lo fascinante. Gaudí, su principal arquitecto, tomó el proyecto en 1883 de manos del arquitecto  Paula de Villar y  Lozano quien había sido nombrado inicialmente, con miras a construir un templo dentro de la línea tradicional de la construcciónen Europa de ese momento: el estilo neogótico —imita el estilo gótico medieval— que fue aplicado a muchos monumentos importantes. Fachada de la Pasión/ Foto Enrique Aparicio  Para mí es esa visión de la  traducción interna que sufren las imágenes en Gaudí lo que despista. Francamente no sabe uno desde que entra con qué se va a encontrar. Su visión sagrada es nueva.  Planea el templo con tres fachadas: La del Nacimiento, la de la Pasión, estas dos están terminadas, y la de la Gloria, por terminar.  La Sagrada Familia lleva 130 años construyéndose. San Pedro, en el  Vaticano, duró 120. La fachada de la Pasión me llamó la atención por sus expresiones sobrias. Un Cristo crucificado esculpido donde se nota en sus formas que se encuentra desnudo.  En otra parte el momento de Judas, que tanto ha dado que hablar durante dos mil años, pero aquí más que un hombre con cara de malo, muestra la cercanía del traidor con su víctima que permanece con una expresión digna, distante. La fachada de la Pasión es una obra decantada de sangre, al contrario de lo que usualmente sucede donde un Cristo medio muerto, agonizante, con las muestras de la lanza, llama al pecador a arrepentirse de cualquier cosa.  Aquí no.  Hay, como dije antes, sobriedad.  Quizás lo que es la verdadera tristeza se nota en las caras talladas en la piedra. Fachada del Nacimiento/Foto Enrique Aparicio Adentro, un altar con un Cristo y sus piernas recogidas. Todo termina en símbolos. En mensajes más allá de la leyenda original.  El interior es una espaciosa construcción llena de sorpresas. El techo muestra el corte radical con el resto de templos.  Está lleno de luz.  Pero es una luz limpia, producto de vitrales espectaculares. No es la sensación de esa atmósfera de luz tenue mortecina que en lugar de invitar a la oración, provoca salir corriendo del miedo. El interior de este monumento está lleno de vida, con rayos de luz verde pura. Como parte de los turistas escapados del zoológico quedé maravillado por un ejemplo de cómo los sitios de recogimiento no tienen por qué estar bañados de sangre, ni gente quemándose en aceite u otros muertos a flechazos y el resto de linduras que a veces se ven en la Historia Sagrada.  Aquí, en este interior se encuentra el ábside, el altar y la cripta que fueron realizadas directamente por Gaudí y continuados por sus sucesores, considerados hoy, el ábside, la cripta y la fachada del Nacimiento,   Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Nave central de la Sagrada Familia/Foto Enrique Aparicio

Al atravesar su interior salí por la puerta del Nacimiento, el eventual visitante debe comenzar por esta fachada. Aquí el autor no ahorra en detalles, busca darle mucha alegría a ese momento. Tanto detalle, al contrario de la Pasión, es una manera de reunir lo imaginario con lo que quizás fue lo real: el nacimiento de Jesús en forma humilde. Las leyendas e historias, en este caso esculpidas con tanto esmero, son una forma de invitar al visitante a entrar a la hoy Basílica de manera amable.  Algo acogedor, lleno de paz. Techo de la Basílica de la Sagrada Familia/Foto Enrique Aparicio Gaudí muere en Barcelona en 1921 atropellado por un tranvía. Gastó 43 años de su vida en esta maravilla catalana, que se financia con donaciones y el dinero que generan los visitantes. Sobre la SagradaFamilia, hay demasiado que contar y sobre Gaudí también Pero es mejor ir a Barcelona. Y si alguien no lo puede hacer, le aconsejo la web:www.sagradafamilia.cat
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