Cuando se produce la noticia de la muerte del expresidente sudafricano, Nelson Mandela, no son pocos los artículos y reportajes que se suceden en memoria de uno de los líderes morales más relevantes de nuestra época.
Sin embargo, más sorprendente resulta el hecho de que algunos, más que elogiar su figura o aprovechar la ocasión para extraer lecciones de su vida, traten de compararse con él.
Cuando se trata de figuras históricas como la de Mandela, caracterizado por su ejemplaridad, lo más apropiado para cualquiera de nosotros es tratar de aproximarse a sus acciones en vida y grabarnos en la conciencia las motivaciones que lo llevaron a ser precisamente un ejemplo tan admirado.
Son muchas las cosas que se han destacado de la figura de Mandela, como su habilidad política en tiempos complejos para la historia de su país, su imperturbable dignidad en momentos en los que es más que meritorio mantenerla o su mentalidad siempre positiva ante las adversidades y los retos del futuro.
Sin restarle un ápice de consideración a tales méritos, me resulta especialmente apetecible destacar dos características del fallecido líder sudafricano: El carácter inquebrantable de sus principios y su humildad en la victoria.
Mandela supo esperar nada menos que 27 años, los que pasó en prisión, manteniendo firmes sus principios, sin renunciar a las convicciones que lo habían llevado a prisión de manera injusta y preparándose para un momento en que el destino llenase de luz su camino. No son pocos los que defienden que Mandela fue un gran pragmático en política, pero cabe destacar que su pragmatismo en defensa de la unidad de todos los sudafricanos no le impidió mantener los más profundos valores que inspiraron toda su vida.
Cuando, tras salir de prisión, logró acceder a la presidencia de su país, Mandela afrontó su éxito de un modo poco esperado incluso por sus partidarios. Lejos de resarcirse de sus años de cautiverio, lejos de pasar cuentas de cobro e incluso lejos de celebrar su victoria con grandes alardes típicos del poder, Mandela optó por la serenidad y la visión a largo plazo. Mantuvo en su equipo a dirigentes y funcionarios del apartheid y supo pensar en una futura Sudáfrica unida, para lo cual era preciso que, esta vez con las tornas volteadas, ningún sudafricano (fuera negro o blanco) se sintiera aislado de su proyecto de nación.
Mandela, tan recordado y admirado hoy, preferiría que todos honrásemos más su ejemplo que su mera figura icónica.
Es así, tratando de imitar al menos una pequeña parte de su aporte a la humanidad, como mejor podemos homenajear a Nelson Mandela. De él nos queda su obra, pero sobre todo los valores que la forjaron.
El ejemplo de Mandela
Jue, 12/12/2013 - 05:16
Cuando se produce la noticia de la muerte del expresidente sudafricano, Nelson Mandela, no son pocos los artículos y reportajes que se suceden en memoria de uno de los líderes morales más relevante