“Y ahora le tengo que explicar a mi hijo por qué se estaban peleando en la tribuna”. Eso comentó por Twitter un padre de familia, hincha de Millonarios, que además de la derrota contra Junior, debió presenciar la bochornosa pelea entre un grupo de malos hinchas y la policía el domingo anterior.
No hay que quedarse en la risible sanción de la Alcaldía, de impedirle a ese particular grupo de malos hinchas (o barras bravas) la entrada de instrumentos musicales y de banderas por 10 fechas más, o la sanción de la Dimayor.
Vamos un poco más allá y pensemos, si realmente el fútbol dejó de ser un espectáculo familiar, particularmente en Colombia.
La violencia ha alejado sistemáticamente a las familias de los estadios del país en los últimos 30 años, a partir de la copia del modelo argentino de fanáticos por el fútbol que poco a poco mutó en un fenómeno de orden público que a ratos se les sale de las manos a las autoridades.
De nada sirven las sanciones cuando no hay educación, esa que inicia en casa, y que olvidó aquellos tiempos en que se podía compartir con el ‘rival de patio’. Hoy ese rival, es el que muere por portar un color distinto.
Poco a poco también, se ha ido perdiendo la posibilidad de compartir con ese rival, que al final es un ser humano más. Todo debido a la intolerancia y, ojo, al regionalismo que en algunas ocasiones se convierte en generador de odio.
Difícil será ver nuevamente a los verdaderos aficionados al fútbol mezclados en el estadio. No pasa en Colombia, tampoco en el exterior, donde se ven a los locales siendo más locales, y a los visitantes relegados a una pantalla para ver al equipo y las figuras que los llenan de emoción.
En Colombia, el problema de los malos hinchas (o barra brutos como les dice Gabriel Meluk), es de educación y profundamente social, que llevado al escenario deportivo arruina la posibilidad de una experiencia agradable para una persona de cualquier género y edad.
Como toda excepción tiene su regla, al menos un equipo del fútbol colombiano piensa en la familia, generando actividades y promociones, más allá que sus hinchas le griten groserías al arquero rival cuando va a hacer un saque de meta al mejor estilo mexicano.
Cambiemos el discurso, y apoyemos las iniciativas que permitan acercar a las familias a los estadios, más allá del oscuro universo de esos malos hinchas que celebran en las redes sociales haber herido a un policía en el estadio, y que el día de mañana entrarán a otra tribuna si cierran la que usaban, como si nada hubiera pasado.
Por: José Gabriel Celis.
