El médico en el post acuerdo

Mar, 23/12/2014 - 14:41
A raíz de nuestra participación en el Tercer Congreso por la Paz,  convocado por el rector Libardo Orejuela Díaz de la Universidad Libre de Cali, tuve la grata oportunidad de encontrarme nuevament
A raíz de nuestra participación en el Tercer Congreso por la Paz,  convocado por el rector Libardo Orejuela Díaz de la Universidad Libre de Cali, tuve la grata oportunidad de encontrarme nuevamente con el profesor Rodrigo Cifuentes Borrero, viejo amigo de los claustros universitarios,  con quien cursamos los estudios médicos de pregrado en la Universidad Nacional de Colombia, en la emblemática y convulsiva época de los años 60. La Universidad Nacional era  un hervidero de ideas revolucionarias que profesábamos e impulsábamos con líderes fraternos de ese momento histórico, entre los que sobresalían el sacerdote Camilo Torres Restrepo, quien era profesor y capellán, Francisco Mosquera Sánchez, dinamizador de  procesos que dieron como resultado el surgimiento del MOIR, Armando Correa Valencia quien desde la presidencia del  Consejo Superior Estudiantil orientaba esfuerzos con el Ejército de Liberación Nacional.  Al lado de esta pléyade de dirigentes universitarios se destacaba el grupo de los estudiantes de medicina que nos organizábamos bajo las banderas y consignas del combativo periódico “Bisturí” y asumíamos una de las posturas más radicales del momento. Sobresalían en esos grupos, importantes y connotados dirigentes como Julio Cesar Cortes, Hermías Ruíz, Guido Lastra, quienes acompañábamos intensamente al Padre Camilo Torres Restrepo en la construcción del Frente Unido del Pueblo. Los médicos estábamos imbuidos por el ejemplo del médico Ernesto Che Guevara, su vida y sus obras eran guías fundamentales en el camino que se nos planteaba para la liberación de América  Latina. Se miraba en el momento la posibilidad  de repetir la experiencia del triunfo de la Revolución Cubana, con la toma del Estado por asalto. En estos sueños insurreccionales en Colombia, muchos marchamos hasta vincularnos con el proceso revolucionario en curso, otros murieron en medio de confusas, dolorosas y absurdas contradicciones. El tiempo fue mostrando que los procesos históricos no se repiten textualmente y las condiciones cambiantes le fueron mermando el impulso e ímpetu a la lucha  armada, perdiendo toda su fuerza transformadora. Fue el momento crucial  en el que entendimos, que era necesario levantar  las mismas banderas contra las injusticias, pero con métodos legales de lucha, organización y construcción política. Hoy hay nuevos vientos en el hacer de la política colombiana. La Constitución política de 1991 enterró en forma definitiva la autoritaria Constitución de 1886 que tantos desafueros políticos permitió en la vida nacional y que  facilitó tantas guerras civiles. La Constitución del 91 fue producto de la construcción política de un nutrido grupo de Constituyentes  representantes de distintos sectores de la vida nacional, con movimientos que en ese momento habían firmado la Paz y dejado las armas, su inspiración se hizo sobre la  firma de Acuerdos que buscaban poner fin al conflicto armado. El haber ganado nutridas formas de participación social, estar cimentada sobre el reconocimiento y respeto de los Derechos Humanos, instaurar un nuevo concepto de equidad, la proyectó como el nuevo estandarte en las luchas de los humildes y los desplazados del  poder y la tierra. Ya no se necesita abrir la participación política con la fuerza de la guerra, como venía sucediendo desde los siglos  XIX y XX. Ahora, por fuerza Constitucional  y de Ley todos los colombianos tenemos inalienables derechos, entre  los que sobresalen el derecho a constituir nuevos movimientos y partidos políticos con posibilidades  de constituirse en fuerzas reales de poder. Si bien la referida Constitución del 91 abrió las compuertas para hacer realidad una democracia viva, actuante, luchadora por el logro de un nuevo Proyecto político solidario, ético, incluyente y de profundo compromiso social, serán los nuevos Acuerdos de Paz firmados con la FARC, los que le den la fuerza a la sociedad colombiana para implementar todo el potencial que encierra en su seno, bien sea, lo pendiente por desarrollar  por falta de voluntad política, como lo que está reglamentado sin implementar,  por falta de fuerza y soporte administrativo. El post Acuerdo  será la gran oportunidad de la sociedad colombiana para trazar planes y programas de desarrollo en  los  ámbitos: político, social, cultural, de salud, educación, laboral, rural, urbano y otros. Será el momento para que las Centrales obreras, los distintos gremios, las  asociaciones campesinas,  los sectores de  profesionales asociados  y de manera individual, veamos en esta coyuntura la oportunidad de hacer nuestro aporte mediante distintas acciones como: el apoyo al proceso, la construcción de propuestas que se articulen a los planes del Estado, respuesta a las convocatorias que el mismo haga, así como otras que se irán clarificando con la consolidación del proceso. Es aquí donde hacemos un llamado a los médicos que respetan el sagrado juramento Hipocrático, adaptado a las nuevas circunstancias sociales que planteará el pos conflicto, para convertirnos en adalides del hacer realidad los principios fundamentales del Estado Social de Derecho, fundado en el respeto de la dignidad humana, en el trabajo y en la solidaridad de las personas que la integran, en la prevalencia del interés general para ayudar a los fines esenciales del Estado como es: Servir a la comunidad, ayudar a promover y dar cumplimiento al artículo 48 de la Carta Magna que concibe  la seguridad social como un servicio público de carácter obligatorio e irrenunciable para todo el pueblo colombiano, el que se prestará bajo la dirección, coordinación y control del Estado, en sujeción a los principios de eficiencia, universalidad y solidaridad. Si cada uno de los colombianos nos esforzáramos por hacer realidad nuestra Constitución Política de 1991 en la coyuntura del post Acuerdo y  trabajamos tesoneramente por mejorarla en los aspectos sociales que consideremos necesario, este momento histórico será un periodo para reparar la vieja deuda social que la sociedad colombiana tiene adquirida con los sectores más humildes del campo y la ciudad,  desde toda su historia. EX.EMBAJADOR DE COLOMBIA. DIRECTOR PROGRAMA PAZ. UNIVERSIDAD PEDAGOGICA NACIONAL.
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