Pablo Felipe reúne en sus dos apellidos la izquierda colombiana (Robledo) y la élite (Del Castillo). A diferencia del general Palomino, director de la Policía, que utiliza las armas para doblegar a los delincuentes, este alto funcionario del Estado le dispara al bolsillo de los infractores.
El Superintendente de Industria y Comercio –el otro gran policía de la nación- denuncia un día “el cartel de los pañales”. A la semana siguiente le impone una multa de $82 mil millones a la empresa de telefonía Claro. Enseguida sanciona a una agencia de turismo por publicidad engañosa (prometían el mundo con todo incluido por 500 dólares).
Determina que nadie puede ponerle a su empresa la marca Falcao. Y no autoriza bautizar con el nombre de James una venta de chorizos.
Otro día se mete con una industria de platanitos, que más o menos aseguraba que su producto era “ligt” y le quitaba en la etiqueta todos los indicadores grasosos. Sin hablar de los medicamentos que triplican sus precios, cuando no es que falsean los contenidos.
Robledo Del Castillo recuerda al profesor que en el colegio de Manizales se gozaba poniéndole “uno” a ciertos alumnos, aunque resultara excesivo. Con el tiempo, entendió los motivos, que hoy adopta como norma en la entidad que dirige: “Los unos hacen estudiar a los otros”. La sanción a unos constituye un mensaje a toda la sociedad.
El superintendente, según la revista Jet Set, es “uno de los funcionarios más guapos del gobierno”, de buen genio y mejor humor “hasta en los momentos más difíciles”, es el encargado de garantizar la libre competencia en el país, más fácil que –por ejemplo- regular los precios, tarea en la que el Estado se ha rajado muchas veces.
Robledo fue viceministro de Justicia y contribuyó a la preparación y aprobación de varias leyes en el Congreso, que mejoraron las herramientas de la superintendencia hoy a su cargo, que se había convertido en el hazmerreir nacional, porque las multas que aplicaba o sus decisiones parecían una sesión de chistes bobos.
Es posible que muchos todavía se burlen (la multa a Comcel no significa un par de días de sus utilidades) y que se requiera incentivar –como se lo ha propuesto- una ley para fomentar las delaciones, pero vamos (es lo que dice) por el camino correcto.
La cultura colombiana del atajo, cuando no del saqueo, hace que triunfen muchos negocios torcidos. Como aquél almacén “La Zancadilla”, que hacía honor a su nombre. Tumbaba a los clientes, desde la entrada.
El otro super-policía de la nación
Lun, 10/11/2014 - 19:34
Pablo Felipe reúne en sus dos apellidos la izquierda colombiana (Robledo) y la élite (Del Castillo). A diferencia del general Palomino, director de la Policía, que utiliza las armas para doblegar a