El elemento fundamental de este Circo es el Toro. Para el buen aficionado, además, si el ejemplar es bravo colma las expectativas del paseo, suscita por lo tanto la atención y el respeto total del público y de los profesionales que se ponen por delante. Claro que pretender que el toro sea bravo, es como pretender que todos los hijos sean buenos, más es una lotería que salga a cualquier Plaza un animal con la bravura que deje contentos a todos los actores. Porque además de bravo debe tener cierta docilidad en sus embestidas, que deje que el torero de turno recite su obra de arte, obra que debe quedar plasmada en la memoria de cualquier aficionado y del mismo torero. Cuando el toro sale manso o con dificultades, bien sea por exceso de genio, de mansedumbre o debilidad manifiesta, nadie distinto al ganadero es el indirecto o directo culpable.
Esta tarde en la Santamaría el ambiente estaba bastante crispado con las declaraciones del alcalde Petro concitando cierto morbo en la ciudadanía, pareciendo que se tejiera una cortina de humo creada por los medios para acallar o encubrir situaciones que ameritan no solo un interés igual o parecido, sino la voluntad política de resolver las verdaderas necesidades de la sociedad. No es posible que con la posición equivocada de Petro hacia la Fiesta de los Toros, el país entero crea que el problema crucial de los bogotanos y de los colombianos sea la muerte del Toro Bravo a manos de un artista de la cultura mediterránea incrustada por los españoles a raíz de la conquista en nuestra fértil tierra.
La violencia del país empezó con las armas de los guerrilleros por otros motivos y hoy día aupados por el narcotráfico no cesa la violencia; el toro lo único que ha llevado a nuestro pueblo, -porque la Fiesta siempre fue y sigue siendo del pueblo- es desestresarla de la cantidad de injusticias y desigualdades que los “políticos corruptos” han enquistado en el seno de la sociedad.
Viendo morir el quinto toro del municipio de Albán (Cundinamarca) medí el rechazo o la importancia de la muerte del toro bravo en la Plaza, tardaba en caer el astado después de la habilidosa estocada propiciada por “El Juli”, el público guardaba un silencio sepulcral en respeto y honor a la lucha con el torero, explosiona cuando cae rendido a sus pies, aceptando que la racionalidad está por encima de la fuerza mas no de la subliminidad.
Volviendo a los toros de hoy, eso fue lo que vimos salir por los chiqueros de la primera Plaza del país, no solo de presentación sino de buenas maneras de embestir, desafortunadamente un par de ejemplares se iban desgraciando de las extremidades anteriores y el público “cabreado” la emprendía con la Presidencia culpándola de las cojeras.
Los tres artistas expresaron con sus oponentes todo su repertorio y su imaginación para que en la segunda parte de la entretenida corrida el balance fuera de cinco orejas y la vuelta al quinto de la tarde que a medida que transcurría la faena se fue creciendo, describiendo surcos con el morro por los suelos. Al final del festejo Castella y “El Juli” salieron a hombros una vez más en sus dilatadas carreras. El colombiano Sebastián Vargas salió andando por no estar más seguro con la espada, pero dejó muy en alto su cartel en Bogotá gracias a su valor y buen oficio demostrado una vez más.
El próximo domingo regresa a la Santamaría el mejor rejoneador del mundo, Pablo Hermoso, seguramente habrá un lleno a reventar y daremos pie a Petro para que diga que todos los asistentes somos la clase privilegiada. Tiene razón, es un privilegio que el pueblo de Bogotá pueda ver a este centauro español.