Empobrecimiento ilícito

Sáb, 30/04/2011 - 00:02
Una sociedad como la colombiana (en especial la de los medios masivos de comunicación) que se ufana desde los discursos oficial, gremial y desde los académicos que alimentan la tecnocracia, de mostr
Una sociedad como la colombiana (en especial la de los medios masivos de comunicación) que se ufana desde los discursos oficial, gremial y desde los académicos que alimentan la tecnocracia, de mostrar señales de crecimiento económico y prosperidad democrática, de querer ingresar a los clubes exclusivos de países emergentes como antesala al club de los ricos del mundo o de acomodarse en cualquier sigla prometedora como miembro de número por puro reduccionismo mediático o de acróstico escolar (por ejemplo los CIVETS), no puede darse el lujo de admitir que continúe danzando entre nosotros el empobrecimiento ilícito. Sí. Así como suena. Lo contrario a enriquecimiento ilícito, de lo cual se habla tanto y se comulga con hipocresía secular.  El empobrecimiento ilícito es aquel estado personal y social que comparten millones de colombianos a quienes se les tienen prohibido mejorar su condición de vida porque sus ganas, expectativas y esperanzas fueron liquidadas de manera tajante. Es decir, están en la física olla. Los economistas acudimos a eufemismos y subterfugios técnicos para denominarlos: pobres históricos, pobres absolutos, personas por debajo de la línea de pobreza (LP) y personas en miseria. De ese “selecto” grupo de población se alimenta el empobrecimiento ilícito. ¿Por qué ilícito? Porque en una sociedad que se ufana de estar organizada como un Estado Social de Derecho, llegar a esa situación es una afrenta moral y es una bofetada a cualquier pretensión legal de parecerlo. En otras palabras, es un empobrecimiento perverso e ilegal. El empobrecimiento ilícito es producto de la indecisión persistente que el Estado ha tenido para enfrentarlo y eliminarlo y de la indiferencia social con la que un mercado mezquino concentra su riqueza. En los últimos seis años de medición del fenómeno sólo se ha reducido la pobreza por ingresos en un ocho por ciento y la pobreza extrema en el diez por ciento. Eso como datos globales, el problema es más complejo si se detalla la pobreza rural. Los científicos sociales y los ejecutores de política social (¿misioneros sociales?) señalan una persistente “trampa de la pobreza” que si no se rompe es difícil de vencer.  El reto mayor en Colombia se concentra en sacar a más de 20 millones de personas de la pobreza. ¿Habrá con quién y con qué? El club de los territorios perversos lo comparten Chocó, Cauca, Sucre, Córdoba, La Guajira, Huila, Magdalena y Cesar. Territorios perdedores se les dice. El extremo, Valle del Cauca, Cundinamarca, Santander y Bogotá tienen tres y cuatro veces menos empobrecimiento ilícito que el mencionado Club. Territorios ganadores se les dice en este caso. Alrededor del tema se ha gastado tanta tinta como que si se valorara, alcanzaría para sacar a más de uno del empobrecimiento ilícito. De un lado los llamados visionarios sociales y del otro los tecnócratas economicistas proponen salidas distintas. Para los primeros es cuestión de sensibilidad social y voluntad política para sacar adelante los programas de Estado que se requieren (se pudo en Brasil donde el problema era mucho mayor), mientras que para los segundos, es un resultado del crecimiento económico en el tortuoso camino hacia el desarrollo. Parece que luchar contra el empobrecimiento ilícito es una gesta para románticos sociales antes que una obligación de la sociedad y con eso, hemos aplazado olímpicamente su solución. Amén de las estadísticas y los diagnósticos que son evidentes, a estas horas que usted comparte esta columna hay más de 7,3 millones de personas en Colombia que sobreviven diariamente con algo así como dos dólares (¿Qué compra usted con menos de cuatro mil pesos?). No son suficientes las mediciones tradicionales sobre la pobreza: propongo construir otras medidas alternativas que sean capaces de registrar el “grado de malparidez y desgraciadez” en que viven esos colombianos. No se ría, sabe que es así, a esas personas ni siquiera los umbrales cercanos al piso alcanzan a cobijarlos en las cuentas. Las salidas para eliminar el empobrecimiento ilícito no son las suficientes, se requiere pasar de lo material a lo simbólico en el análisis de la pobreza, y de los enfoques únicos a los multidimensionales; reconocer que en el fondo persiste un problema de exclusión social bárbaro donde los afectados no son los individuos sino los colectivos sociales. Que la exclusión social se puede hasta transmitir entre generaciones (algo así como una malparidez y desgraciadez intergeneracional o un linaje perverso). Mientras no nos concentremos en atacar los mecanismos productores de pobreza los esfuerzos serán insuficientes, es decir, no debemos actuar a favor de los pobres sino contra la pobreza. Coda: ¿Será que alguien no se conmueve con el espectáculo perverso de las largas colas de los beneficiarios de “Familias en Acción” en los centros comerciales para retirar 15 mil pesos por subsidio en los cajeros automáticos, después de todo un día a sol o agua, mientras usted sale con bolsas repletas de compras?
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