Enorme Asombro

Dom, 09/06/2013 - 01:29
En los últimos cinco años se ha venido operando un cambio preocupante en el sector cultural y particularmente en el artístico. Pasamos de las antiguas y repudiadas “roscas” a formas de asociaci
En los últimos cinco años se ha venido operando un cambio preocupante en el sector cultural y particularmente en el artístico. Pasamos de las antiguas y repudiadas “roscas” a formas de asociación mucho más elitistas y por lo tanto cada vez más excluyentes, marcadas por fuertes intereses económicos. Este fenómeno ha sido el resultado de la mezcla de ciertas decisiones políticas, la especulación que cada vez es mayor en el mercado del arte y la creciente industria de la cultura, dejando a los artistas en una posición proclive al servilismo. La resistencia propia al arte se ha reblandecido con discursos seudo políticos en las que la poética tiene cada vez menos lugar. Dentro de este panorama me genera ciertas dudas leer en la revista Arcadia que la propuesta del gobierno nacional de asignarle 40 mil millones de pesos al Museo de Arte Moderno de Bogotá “ha suscitado enorme asombro e incomodidad en el sector cultural del país”. Esta nueva andanada contra el Museo de Arte Moderno, MAMBO, no es de extrañar ya que a pesar de haber sido uno de los principales protagonistas de la escena artística durante décadas, se le ha querido excluir por medio de continuos ataques al museo mismo y a su directora, Gloria Zea. Como miembro del sector cultural me suscitó asombro -pero del bueno- el enterarme de que el Senado de la República se muestre por fin interesado en hacer aportes a la cultura. Y también sentí una profunda incomodidad, pero de otra índole a la que señala Arcadia, al ver cómo a partir de una noticia que debería causar regocijo se ataque de nuevo al MAMBO y de paso se quiera entorpecer la realización de una obra que es de interés para toda la nación. Podemos estar celebrando los cincuenta años del MAMBO gracias a la labor titánica de Gloria Zea. Su labor en distintos campos de la cultura y muy especialmente la desempeñada como directora de este museo, merece todos los aplausos. Cuando en 1970, Gloria Zea se propuso construir la sede actual -sueño que muchos creían imposible- no dudó en llamar, nada más y nada menos que al arquitecto Rogelio Salmona, quien con devoción y sin cobrar un centavo, estuvo en todo el proceso desde la búsqueda del terreno, convirtiendo este proyecto en un reto: hacer no sólo un museo sino también a partir de ese proyecto, nuevos aportes en la construcción de una ciudad más bella. Por eso propuso un lote contiguo a la Biblioteca Nacional para que el museo hiciera parte de lo que concibió como un circuito cultural que todavía nos lo debe la alcaldía. Hace muchos años, como estudiante de arquitectura, visité asombrado la construcción de la primera etapa de esa obra. Su curiosa arquitectura de paredes en concreto hacía del museo un lugar de ensoñación. Ya inaugurada la sede, para mi desconcierto, su arquitectura recibió fuertes críticas de parte de muchos artistas y críticos que al final terminaron saliéndose con la suya, ahora sus paredes son blancas. Con esa sede el museo de Gloria, de Salmona, suyo, mío y de todos -no un “museo privado” como se le ha querido descalificar-, nos colocó a la altura de lo mejor de Latinoamérica en espacios museísticos. Esto ocurrió en un momento en que no existía de parte del estado mayor interés en desarrollar proyectos ambiciosos en el campo cultural. El Museo de Arte Moderno de Bogotá se convirtió en el pionero de todos los museos de arte moderno y contemporáneo que por suerte existen en Colombia. Unos años después la directora y el arquitecto imaginaron crecer el museo y llegaron a mucho más que una ampliación. Comenzaron el diseño del verdadero museo de tal manera que la actual sede se verá como una pequeña joya arquitectónica a su lado. Ante los inmensos tropiezos que se fueron presentando, como el retraso por parte de la justicia en la adjudicación del lote asignado, ninguno de los dos cedió hasta que vino la intrusa muerte y quiso interrumpir la labor de diseño. Pero Rogelio Salmona ya tenía previsto que la arquitecta María Elvira Madriñán, su esposa, su discípula y su colaboradora fuera quien lo llevara a buen término. En estos momentos, cuando muchos pudimos apreciar de regreso la excelente exposición dedicada a Rogelio Salmona que recorrió el mundo, sería el mejor homenaje a su memoria construir el museo y contar con otra de sus obras maestras. Con el museo en todo su esplendor, se rescataría de las garras de la delincuencia y el abandono a este sector neurálgico de la ciudad. Rogelio Salmona tenía una visión muy clara de la función poética de la arquitectura y fue imaginando una ciudad más digna de la que hace parte fundamental esta obra que será precursora en el rescate del maltratado centro de la ciudad. Atacar por atacar al MAMBO y a Gloria Zea es muy triste. Con esos ataques todos los colombianos podemos salir perdedores si con ellos se cierran los caminos que llevarían a que Colombia tenga el Museo de Arte Moderno que se merece. Como todas las obras de Salmona, será otro regalo maravilloso para disfrute de todos nosotros y de quienes nos visitan del exterior. Por ello recibo con júbilo la noticia del aporte de la nación que servirá para hacer realidad un sueño.
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