Hernando Gamarra le parecía un hombre repulsivo, sus manos blancas y pecosas siempre estaban húmedas, usaba las uñas ligeramente largas y todo el tiempo parecían sucias. A menudo, a la salida del salón, buscaba hacerle una especie de caricia, pellizcándole torpemente la mejilla... Andrea no soportaba ese impulso. Las primeras veces apartó la cara instintivamente, pero él se ofendió cada vez, y eso se reflejó en las notas de los exámenes. Al principio ella no podía entender por qué si estudiaba a fondo y dejaba de ir a todos los lugares que frecuentaban sus amigas, por estar clavada en los libros, sus notas eran tan bajas en Tributaria, una materia que ella entendía bien. Poco a poco, al ritmo de los chistes de Gamarra y de sus referencias morbosas a sus piernas, a las pecas, o al largo de la falda, fue descubriéndolo... Sus compañeras si entendieron que el profesor estaba prendado de la alumna, y cuando la veían triste por las notas bajas le decían con desparpajo —Sacas malas notas porque quieres. Ese viejo se muere por ti.
Andrea viene caminando bajo el sol desde "el pensionado" donde vive, que es como se le dice a la habitación con baño que comparte con una muchacha de otro pueblo, otra joven humilde como ella. Ambas duermen y comen en una casa de familia contigua a la Universidad Pública Nacional. Mientras recorre las nueve cuadras que la separan de los imponentes arcos del claustro, piensa en lo afortunada que es. Tiene claro que un semestre en $800.000 es muy barato, y que los $300.000 que su papá le paga a doña Magola, la dueña del pensionado, son lo mínimo que puede costar dormir cómodamente y contar con tres comidas buenas cada día. Poco a poco va a salir adelante, ya va en séptimo semestre, y hasta ahora -salvo por dos materias- la carrera ha sido fácil para ella gracias a su facilidad con los números. Mientras atraviesa la calle, piensa que tal vez algún día tendrá su carro, y un buen empleo en la ciudad. Sí, porque Rio de Oro es su tierra, allí tiene amigos y familia, pero es muy pueblito; ya no quiere volver allí...
Va recorriendo la distancia pero de pronto siente el rumor de un motor y una voz le grita —Andreita ¿te llevo? —Gamarra se asoma por la ventana del automóvil. Ella se acerca, siente el fresco del aire acondicionado sobre el sudor que asoma de su piel. Calcula que nada puede pasar en seis cuadras, además, resentirlo sería peor. Le dictará clases tres semestres más y hay exámenes esa semana. Rodea el vehículo por el frente y se acomoda en el asiento de cuero que está frío como todo el habitáculo. Él la mira por encima de los anteojos, y no puede contenerse —Estás más bella que siempre. Milagro que seas amable conmigo…—y posa la mano derecha sobre su rodilla desnuda. Ella siente esa invasión casi húmeda y mueve la pierna despacio al centro, pegando sus dos rodillas. La mano vuelve al volante, pero el carro no arranca. El hombre está en su territorio, gira sobre su cuerpo, la mira casi de frente y vuelve —Tu eres muy terca, sabes que me encantas, yo soy hombre y siento, tú tan bonita cómo quieres que no te mire. Además, yo te puedo proteger, hacerte las cosas más fáciles... —Está encerrada. El tema está en su cara y no puede hacer nada. —Déjame cuidarte, Andrea, para qué te das mala vida, un hombre como yo puede darte lo que quieras, y tu carrera es muy importante.
Las dos materias que dicta Gamarra son estructurales en el pénsum, él la puede atrasar, pero el costo de lo que plantea es impagable. —Doctor, voy a llegar tarde, yo a usted lo admiro, pero no quiero nada que no sea mi estudio, mi papá trabaja muy duro para educarme. Vamos por favor. —El hombre sonríe, se endereza ante el volante y arranca el carro, a las pocas cuadras están en la universidad, se parquea en el espacio de profesores y le dice en tono suave pero imperativo —A las 6:30 tienes clase conmigo, a la salida nos vemos aquí y nos tomamos algo. No acepto un no.
Andrea camina desde el lote de parqueo hasta el salón sintiendo que todos la miran, "qué desgraciado ese, aprovechándose". Al tiempo piensa en su vida en Río de Oro, en su mamá sentada en una máquina de coser, todo el día haciendo uniformes para venderle a las fincas y empresas mineras, y su papá luchando siempre por no perder la finquita, por no perder la casa, por procurarse unas pocas comodidades, por mantener a sus tres hermanitos varones... Todas las esperanzas están en ella, en menos de dos años será profesional, y su papá no tendrá que seguir pidiendo prestado para mandarle antes de coger las cosechas de maíz.. Qué vaina que "el viejo ese" ahora esté encaprichado con ella, qué tal que le haga perder el semestre.. Su papá no entendería, nadie le creería. Qué angustia, qué situación tan difícil, quiere llorar pero en realidad no ha pasado nada, a él se le va a olvidar... Sí. —Dios mío, quítale esa idea—murmura en voz baja, mientras se sienta en la biblioteca a estudiar.
A las 6:35 entra al salón, Gamarra está al frente, recostado al escritorio. Es bajo, tiene el cuello cortísimo, la cabeza parece clavada en el tronco y no es gordo aunque sí tiene una barriga descolgada que lo hace ver más encorvado; usa una barba rala, rojiza, como el poco pelo de su cabeza. No tiene gracia alguna. Frota la barba con las palmas de sus manos pequeñas con uñas brilladas, en un gesto de impaciencia, como si quisiera empezar pronto la clase de Auditoría Tributaria. También dicta Revisoría Fiscal pero esta materia es el terror de todos. —Andrea, no se me siente atrás que usted va muy mal, necesito que entienda, o va a perder el semestre. Venga ¡Maldita sea! —Había querido esconderse de su vista, que la olvidara, que se olvidara de la cita forzada... Pero no. Con la cara encendida, camina al frente y queda en primera fila... —En la boca del tigre —Pensó. No siente las mejillas...
La clase transcurre con ejercicios y un Quiz repentino de dos preguntas. Es conceptual, no son cifras. Está perdida, Gamarra levanta primero su hoja y estampa un Uno —este Quiz, vale el 20% del examen, no se los dije porque había que poner atención.. ¿Cierto Andrea? Volvió a rajarse la señorita. ¡Vamos a ver si queda mal!
Ella entendió. Son las 7:45, Andrea siente que el mundo se la está tragando, "Gamarra es un canalla" Piensa. Pero va dando pasos cortos aferrándose con las dos manos a las asas de la mochila Arhuaca, que cuelga desde su cuello y tapa su vientre. La mochila pesa, pero no clava sus dedos en la lana conscientemente... Bajo los faroles del aparcadero, ve la figura del profesor. Gamarra está fumándose un cigarrillo sentado sobre una pierna en el capó de su carro. Ella se desliza en la silla delantera derecha y le pregunta —¿Qué quiere doctor, por qué es así conmigo?
El carro entra al Motel, se detiene casi adentro de la habitación. El profesor abre la puerta, enciende un abanico de techo y la empuja a la cama. Sin quitarle la falda empieza a tocarla. Sus lágrimas se desploman silenciosamente de sus ojos, no gime, pero se siente perdida. Gamarra huele como se ve, huele a caspa, a sudor agrio, su aliento es rancio, y se le encarama jadeante, incontrolado. Siente su barba; sus piernas le apartan los muslos, le agarra el pecho como auscultando, y se mete en ella todavía con el pantalón y los calzoncillos en los tobillos, apretándola, asfixiándola. Sólo necesitó permiso del odio profundo que ya siente por él. Unos minutos más y un clímax solitario de animal lo voltea boca arriba a su lado... —Ay, mi Andrea, se te acabaron las preocupaciones. Qué rica eres, me voy a enviciar contigo.
El día de la graduación su amiga Rosemary le pregunta —¿Y al fin cómo hiciste con Gamarra?
—No fue fácil; casi me muero... pero ¿cuáles eran mis opciones? pensé en mis papás...Era eso, o perder todo.
Seis años más tarde, Andrea es Contadora Jefe en una empresa de Carbón. Su salario es bueno, tiene un carro nuevo, no se ha casado ni ha vuelto a Río de Oro. Ha tropezado a Gamarra unas pocas ocasiones y ha sentido nauseas... Imposible olvidar las decenas de veces que el maldito profesor encorvado se le encaramó en moteles, en el carro, y hasta en el salón después de clase. Al final se acostumbró a no llorar pero siempre sintió asco. Fue el precio de este futuro.