Los cardenales que eligieron al nuevo Papa son unos jodidos: amparados en el cuento trasnochado y supersticioso según el cual cualquier decisión que se tomara en el Conclave sería guiada por el Espíritu Santo, terminaron escogiendo deliberada y conscientemente al hombre perfecto para la compleja coyuntura que vive la vetusta y desprestigiada iglesia católica. Ese grupo de ancianos regordetes y ataviados con espantosas túnicas rojas, tenían perfectamente claro que un cura latinoamericano, frentero, beligerante, austero y cercano al pueblo, era el “Gallo” que requería con urgencia el Vaticano. No es fortuito, entonces, que la fumarola blanca se haya producido con tanta celeridad.
La mitad de los católicos que hay en todo el mundo, cerca de 600 millones, está en América Latina. Este lado del continente ha permanecido relativamente fiel a la doctrina de la iglesia católica y sus lineamientos. En ningún lugar del mundo se le presta tanta atención a las homilías y posturas de los prelados católicos como en América Latina. La verdad es que nuestros pueblos son laicos en el papel, porque la iglesia católica, sigue mandando la parada y sus representantes intervienen en lo divino y lo humano. En otras palabras: mientras en el resto del planeta el catolicismo se extingue o pierde fuerza, en América Latina se sostiene y sigue siendo muy influyente social y políticamente. En el pontificado de Francisco no habrá concesiones de ningún tipo frente a los dogmas más conservadores de la iglesia, en lo que tiene que ver, por ejemplo, con el celibato de los religiosos, los matrimonios entre parejas del mismo sexo, el aborto y otros espinosos temas. Lo que veremos es un Papa accesible, cálido y sencillo, todo lo contrario al frío, aburrido y distante Benedicto XVI. Puede que la música clásica alemana sea más culta que el tango argentino, pero ciertamente aquella no tiene el sabor y la gracia del ritmo inmortalizado por Gardel. Esa es la diferencia entre Ratzinger y Bergoglio. No hay cambios en el fondo, pero sí en la forma, pues el nuevo pontífice es tan preparado y ortodoxo como el anterior, pero cuenta con una capacidad especial para conectarse con las bases sociales y populares. Francisco será para América Latina lo que en su momento fue para Europa Juan Pablo II. El Papa polaco combatió, con vehemencia y gran inteligencia, el comunismo en su tierra natal y en el resto del continente, a través de una estrategia propia de los más avezados políticos. Juan Pablo II se propuso enterrar el comunismo en Europa y así lo hizo: ese es su mayor legado. Los ataques contra la democracia son inaceptables, vengan de donde vengan, y la obligación moral de un líder serio es defender la institucionalidad y los derechos civiles. La tragedia de América Latina hoy es la proliferación de regímenes populistas y antidemocráticos, que confeccionan leyes a su acomodo para perpetuarse en el poder, “caudillos de papel” que se llenan la boca y los bolsillos hablando del pueblo, Gobiernos que trabajan para acallar los medios de comunicación y anular a la oposición; personajes que, si bien han sido elegidos por el voto popular, actúan de forma tan despiadada e irresponsable como el peor de los tiranos comunistas de antaño. Que se agarren y caminen firmes la Kirchner, Maduro, Correa, los hermanitos Castro, Morales, Ortega y demás miembros de la satrapía latinoamericana. Francisco será el mayor detractor de sus atropellos y desmanes. Mientras ellos hacen demagogia, el Papa hará política de verdad y los desterrará tarde que temprano. Francisco, además, de dar una guerra sin cuartel contra las “dictaduras post modernas”, sean de derecha, sean de izquierda, debe depurar la Iglesia de los manejos irregulares de sus finanzas y excomulgar sin reparos a los curas pederastas y abusadores. Con Francisco renace la fe del mundo católico y la esperanza de aquellos que no siendo creyentes vemos en el Sumo Pontífice, un garante de la democracia. abdelaespriella@lawyersenterprise.comFrancisco, el hombre
Lun, 18/03/2013 - 01:06
Los cardenales que eligieron al nuevo Papa son unos jodidos: amparados en el cuento trasnochado y supersticioso según el cual cualquier decisión que se to