Gatilleros en pañales

Jue, 24/11/2011 - 09:01
Uno a los doce años es un niño que apenas está empezando a crecer. Juega pelota con los amigos y le encanta ver películas de acción, está lleno de vida. No es par

Uno a los doce años es un niño que apenas está empezando a crecer. Juega pelota con los amigos y le encanta ver películas de acción, está lleno de vida. No es para estar metido en una serie de conflictos y una guerra imprescindible que ha dejado miles de muertos. Un niño con la mentalidad de matar a sangre fría y sin remordimiento es una idea frívola y descabellada. Para muchos es solo el comienzo, para otros es salir de la pobreza y disfrutar la vida.

En distintos lugares de Colombia están reclutandando niños menores de edad con el principio de convertirlos en asesinos. Estos pequeños sicarios trabajaban en asociación con grupos paramilitares, pandillas u oficinas de sicarios al servicio de los narcos. También hay constancia de un grupo de jóvenes mujeres cuyo propósito es serviles de inteligencia y facilitar el traslado de los cadáveres a sitios remotos como carreteras o lotes abandonados. El problema se agrava aún más debido a que las penas de homicidios para jóvenes delincuentes son muy leves y en la mayoría de las ocasiones son puestos en libertad. También son mandados a un centro de reclusión para jóvenes, pero la mala infraestructura del lugar y la poca vigilancia hace fácil que estos niños peligrosos se escapen y regresen a sus viejas andanzas. Su fama ha generado controversia, pero es el pan de cada día de muchos huérfanos o niños que crecen con la ilusión de ser otro Pablo Escobar, que encuentran en la plata fácil el acceso a cosas nuevas y magníficas mientras alimentan sus ansias e impulsan su adrenalina y ganas por matar.

Aunque todo esto suene aterrador y escalofriante, es cosa de todos los días para muchos niños. México, Colombia y Brasil tienen las tasas más altas de delincuencia infantil. Las Farc, ELN y otros grupos subversivos, desde hace mucho tiempo han incorporado en sus filas a menores de edad, mientras organizaciones internacionales como la Cruz Roja aclaman por los derechos humanos y la liberación de los niños de la guerra. Carteles y pandillas entrenan a menores para cometer todo tipo maldades desde robo a mano armada, hasta extorsión y asesinato múltiple.

Antes uno le preguntaba a un niño que quiere ser cuando grande y él respondía que quería ser médico, policía, bombero etc. Ahora a la misma pregunta responde capo, pistolero o alguien muy rico. Porque el poder y la plata son algunos de los recursos y caminos que tiene la juventud en el barrio donde reina la pobreza y la desigualdad. Donde es mejor morir rico y joven que morir viejo y pobre, como aseguraba un joven sicario capturado el mes pasado mientras narraba los atroces crímenes y la cuantía de su sueldo por cada trabajo.

Un famoso narcotraficante comenta que de donde él viene la pobreza es muy grande y los sueños e ilusiones mueren muy rápido convirtiéndose en fantasía. El empezó en una pandilla a los nueve años y trabajaba como mensajero. Acostumbrado a ver televisión, descubre toda esa gente bien vestida rodeada de ciertos lujos y accesorios como relojes o cadenas. Allí nacen esas ganas de tomar posesión de las cosas que dan placer. Para muchos niños el hecho de tener un revólver significa mucho poder, es jugar a ser Dios decidiendo quien vive o quien muere. Después del poder viene lo demás: motos, ropa de marca, relojes, cadenas y anillos; y por último, dinero en efectivo para comprar lo que se venga en gana.

El escritor colombiano Fernando Vallejo escribió en el 2003 una novela llamada La Virgen de los Sicarios donde relata la historia de varios jóvenes que se dejan seducir para el billete, las mujeres y, como siempre, el poder. En esta novela sus personajes tienen entre 16 y 18 años y ya son reconocidos matones al servicio del mayor postor.

Hay diversas causas del porqué estos niños resultan así. Unos culpan a la pobreza y la desigualdad, otros culpan al Estado por no proveerles recursos o apoyo. La verdadera razón se desconoce o siempre hay alguien o algo para echarle la culpa. La pobreza y falta de recursos pueden ser una causa, pero no lo explica todo. La legislación que sanciona los crímenes de menores termina siendo un estímulo para hundir el gatillo. Un menor de edad que comete un crimen paga máximo cinco años en una  correccional de menores y en algunos casos sale libre después de 48 horas de haber sido detenido. Los grandes jefes de bandas y pandillas conocen esto y se aprovechan.

En fin, las cosas son simples, los niños a jugar pelota y a estar en la escuela, que ya hay demasiada sangre derramada. Uno no nace para morir unos pocos años después. La vida es sagrada y no es un regalo.

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