El Gerente citó a varios jefes de oficina y empleados para que le escucharan sus reproches. Harto de la comodidad de sus subordinados, se puso al frente de un auditorio y en un tono amable, aunque algo amargo, puntualizó el porqué de sus molestias. El respaldo de su exposición fue una presentación en Power Point con cifras, objetivos e incumplimientos.
Las cosas iban mal, queda claro. Pero, para ser justos con el título de esta columna, digamos que las cosas podrían caminar mejor. El gran problema: el riesgo de dejar ir, como un papel en un río, 110 mil millones de pesos. Todo por no ser capaz de ejecutarlos.
El Gerente apuntó a la obvia reconvención, pero también a una sabiduría mayor que la de conseguir réditos, es decir, más allá de responsabilidades e incompetencias. “Hay que innovar, crear, pensar distinto. Pensemos de manera diferente”. Algo así permitirá cambios, “Tomar decisiones para aprovechar los recursos”.
Pensar distinto -incluso a pesar de lo que nos enseñaron en la Academia- genera nuevos retos y eso nos debería quedar sonando en la cabeza. Pensar distinto. Pensar distinto. Pensar distinto nos convertiría en personas diferentes, alejadas de rutina y capaces de cambiar el destino de tantos resumido en madrugar, trabajar en lo mismo de siempre -como siempre- y volver a casa para volver a empezar, una vez más.
- Don Roberto Gómez, ¿cuál ha sido para usted la clave para lograr el éxito?
- Yo no creo que exista ninguna fórmula. Existen fórmulas para fracasar. Le digo la mejor de todas: es tratar de quedar bien con todo el mundo. Esa es la mejor fórmula para fracasar. Hay que hacer uno lo que crea que es bueno y nada más.
En otras palabras, pensar distinto a la primera conveniencia. De regaños sabemos todos los que alguna vez hemos sido empleados, además de hijos. Lo que pasa es que cuando las reprimendas están bien justificadas deben ser tomadas como consejos y motor de sanas reacciones. No como un ataque al ego, que muchas veces pasa. Es eso o seguir abonando el fracaso que puede ser ya el presente.
En un microcuento Aitor Rivero relató: “Empezó a creerse el mejor; entonces, dejó de serlo”. Gran certeza para quienes creen siempre en la egolatría y la propia superioridad.
Hay cientos de gurús que ganan millones por decirle a la gente frases de cajón (motivación), oraciones que llenan libros de superación personal, a veces tan irónicos como la escena de un psicólogo en “tratamiento” con otro psicólogo. Sin embargo, no siempre hay que hacerse de oídos sordos.
Hay fortuna en aprender cosas gratis. El regaño del Gerente fue como ese tortuoso sermón de los padres cuando no gritan sino que hablan y aconsejan. Autodidacta, Julio César Turbay asumió la Presidencia de Colombia sin título de educación superior. Se puede aprender de todo el mundo, de sus errores y virtudes, de gerentes, desde luego, de payasos y también de don Roberto Gómez, un exitoso que es más fácil de reconocer si le decimos “Chespirito”.
Pensar como lo estamos haciendo tal vez no sea un gran error, pero sí una pérdida de oportunidad. Tan básica como una persona que jamás cambia de opinión.
En Twitter: @javieraborda
Hágalo: piense distinto
Mié, 08/10/2014 - 19:39
El Gerente citó a varios jefes de oficina y empleados para que le escucharan sus reproches. Harto de la comodidad de sus subordinados, se puso al frente de un auditorio y en un tono amable, aunque al