La expansión urbanística de la ciudad sobre las áreas rurales y semi-rurales ejerce una presión incontenible. Es evidente la fragmentación espacial entre áreas urbanizadas y zonas agrícolas, bajo presión por el aumento del costo de la tierra y los cambios de uso que responden a criterios económicos en prioridad.
Este modelo de expansión ha puesto en alto riesgo el bienestar general de la población y de la naturaleza. Esta es una preocupación que obliga a debatir, con los próximos gobernantes y legisladores, con los promotores y contratistas de más casas campestres, más centros comerciales y más vías, su responsabilidad generando aglomeraciones insostenibles, con una huella ecológica irreversible, sin precedentes en la historia de la humanidad.
¿Cuál es el modelo de ciudad que queremos proponer para Bogotá-Región, a los próximos gobernantes y legisladores? Expertos urbanistas están divididos en su conceptualización, algunos al desconocer la necesidad imperiosa de mantener unos ecosistemas estratégicos que requieren mantener conectividad para ofrecer los servicios ambientales que estos prestan a la población en su conjunto. La fragmentación de la naturaleza merma sus funciones y elimina los derechos de la ciudadanía.
El debate se caldea al querer establecer los límites virtuales, no administrativos, pero si ecológicos, de una equilibrada ciudad-región.
¿Cómo pagar la deuda ecológica que tiene la aglomeración con los municipios que le proveen servicios que ellos mismos no disfrutan?
¿Cómo se pueden definir esos límites para generar un balance entre espacios construidos, pavimentados y densificados, las áreas de protección, reservas lúdicas con aire puro, y los biomas claves para el suministro de servicios que suministran los ecosistemas para el bienestar y salud de la población?
La Encíclica Papal, en su artículo 44 (página 35 en la versión en español) reza:
“ Hoy advertimos, por ejemplo, el crecimiento desmedido y desordenado de muchas ciudades que se han hecho insalubres para vivir, debido no solamente a la contaminación originada por las emisiones tóxicas, sino también al caos urbano, a los problemas del transporte y a la contaminación visual y acústica. Muchas ciudades son grandes estructuras ineficientes que gastan energía y agua en exceso. Hay barrios que, aunque hayan sido construidos recientemente, están congestionados y desordenados, sin espacios verdes suficientes. No es propio de habitantes de este planeta vivir cada vez más inundados de cemento, asfalto, vidrio y metales, privados del contacto físico con la naturaleza.”
¿Cuantos de los responsables de este crecimiento desmedido son católicos creyentes, se confiesan, comulgan y van a misa con fervor y mística? Existe arrepentimiento ante tal voracidad urbanistica?
En el capítulo 45, la Encíclica Papal insiste:
“En algunos lugares, rurales y urbanos, la privatización de los espacios ha hecho que el acceso de los ciudadanos a zonas de particular belleza se vuelva difícil. En otros, se crean urbanizaciones “ecológicas” solo al servicio de unos pocos, donde se procura evitar que otros entren a molestar una tranquilidad artificial. Suele encontrarse una ciudad bella y llena de espacios verdes bien cuidados en algunas áreas “seguras”, pero no tanto en zonas menos visibles, donde viven los descartables de la sociedad.
… “No podemos dejar de reconocer que un verdadero planteo ecológico se convierte siempre en un planteo social, que debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres.
“Es cierto que hay que prestar atención al desequilibrio en la distribución de la población sobre el territorio, tanto en el nivel nacional como en el global, porque el aumento del consumo llevaría a situaciones regionales complejas, por las combinaciones de problemas ligados a la contaminación ambiental, al transporte, al tratamiento de residuos, a la pérdida de recursos, a la calidad de vida”.
Frente a estos planteamientos de la encíclica Papal, (liderados por un Papa Latinoamericano) se confirma la necesidad de mantener la Estructura Ecológica Principal (EEP) de cada municipio, se hace necesario establecer límites a la expansión urbanística y definir la capacidad de carga para una politica de Estado frente a la distribución de población?
Las ciudades viables son aquellas capaces de construir entornos y relaciones saludables hacia su interior y hacia afuera, con su área de influencia regional. Se evidencia la urgencia de replantear, en una política nacional de ciudades, el fortalecimiento de una red de ciudades poli-céntricas, con vocaciones atractivas para un poblamiento que fomente culturas de convivencia, reduzca segregaciones sociales y frene el arrume de los más vulnerables en las zonas de más alto riesgo.
Las ciudades viables están obligadas a instaurar energías renovables, reducir usos de combustibles fósiles que mueve a los urbanos pero los envenena.
"El derecho de la vida humana (y urbana) pasa por el derecho a la naturaleza. En ese punto la encíclica Laudato Si o Alabado Seas, dicta una cátedra de urbanismo magistral.
Margapacheco0811gmail.com
La deuda ecológica de Bogotá con la Región: ¿Qué rumbo a seguir?
Jue, 25/06/2015 - 16:12
La expansión urbanística de la ciudad sobre las áreas rurales y semi-rurales ejerce una presión incontenible. Es evidente la fragmentación espacial entre áreas urbanizadas y zonas agrícolas, ba