Se marchó Ronaldinho, mi ídolo. El futbolista feliz, el dueño del balón, el rebelde con causa, el apasionado driblador y goleador, el amo del juego, de la alegría, que matizaba su ocio con farras, cantos y chicas.
El rey de la finta y la gambeta, con golazos y triunfos. El mismo que convirtió la pelota de cuero con la que jugaba en su deprimido barrio de infancia en Brasil, en reluciente balón de oro, como el mejor, para la admiración del mundo.
Transgresor de conductas dentro y fuera del campo, inventor de jugadas con destreza sin límites para controlar la redonda, con todas las partes de su cuerpo. Cortica, larga, suave…amagues, frenos, baile, para triturar marcajes y rivales azorados. Movía la cintura con inspiración y convertía las defensas recias en caricaturas, por su agilidad de liebre.
Se fue Ronaldinho y con él la fiesta, la música. Siempre fue un apasionado por el juego. Siempre se divirtió en la cancha.
Lo recuerdo cuando impúber deleitada la hinchada del Mineiro en los intermedios de los partidos haciendo “jueguito” ante la admiración general, como en su tiempo lo hizo Maradona, patrocinado por Pepsi, mientras desde la tribuna la “torcida” (los hinchas) le seguía con la boca abierta.
Se va Ronaldinho, tras dejar a su paso un revoltijo de rivales heridos, vencidos, dominados. Se va el héroe que entendió desde el potrero que el fútbol no es solo sangre y músculo, logaritmos o raíz cuadrada. El mismo que heredó de Pelé, de Garrincha, de Heleno de Freitas y Leonídas, todos Brasileños como él, que el fútbol es samba, es carnaval, es fiesta.
Se va Ronaldinho pero siempre estará en la memoria de quienes rogamos fecha a fecha por el placer de una gambeta.
Noticia grata
Se queda El grafico: ¡vive! Será digital, como hace tiempo, para hacerle un requiebro a las épocas de crisis. Seguirán desfilando en sus líneas registros y memorias de periodistas indiscutidos con plumas brillantes y análisis profundos, expertos en el oficio.
Tantos maestros que saben donde hay una noticia. Mi lectura deportiva preferida desde niño. Cuantos, por Dios, bebimos del saber de sus escritos. Tenerlo era un orgullo, era un estatus. Todos de tecleo fino y mente ágil. De ellos escuche algún día la inmortal frase de Di Stefano: “Una partido sin gol, es como una tarde sin sol”. Se queda El gráfico, “la biblia del fútbol” caminando seguro hacia sus 100 años de existencia.