Por: Gonzalo Vargas Forero
Profesor del Cider, Universidad de los Andes.
Según la hipótesis de la 'maldición de los recursos', la abundancia de recursos naturales, particularmente minerales, puede tener efectos nefastos sobre las posibilidades de desarrollo de un país. La maldición tiene tres facetas: por el lado económico, el riesgo más obvio es malgastar la bonanza en consumo o en elefantes blancos -que sería como vender un riñón para comprarse un iPhone y gastarse el resto en trago con los amigos-. Existe también el riesgo de enfermedad holandesa: el auge minero puede impulsar sectores como la finca raíz y los servicios (los 'no-transables'), pero puede también arrasar con la agricultura y la manufactura (los 'transables'), de forma que en el largo plazo, cuando el boom cesa (o en el corto, si hay un shock de precios), el país no tiene mucho qué exportar.
Por el lado político, el reto es múltiple: en primer lugar, el gobierno se enfrenta al dilema de usar las rentas petroleras en inversiones de largo plazo (e incluso ahorrarlas de forma que su monetización no impacte negativamente la economía) o 'repartir la mermelada' para mejorar su popularidad. Por ejemplo, invertir en educación e infraestructura puede ser la mejor alternativa pero, ya que los beneficios se verán sólo en el largo plazo (por lo menos un decenio), el cálculo electoral, que no sobrepasa los cuatro años, no favorece esta opción. En segundo lugar, el gobierno se verá asediado por grupos de interés que con distintos argumentos -algunos legítimos, otros no tanto- querrán parte de la mermelada, e.g. subsidios y exenciones tributarias. En tercer lugar, el Estado perderá incentivos para prestar mejores servicios y responder a las demandas ciudadanas pues sus rentas dependerán menos de los ingresos tributarios y más de las rentas mineras. Y, lo peor, sin completo control territorial por parte del Estado, es probable que surjan y prosperen grupos armados que, con o sin ideología, buscarán capturar parte de las rentas mineras por la vía de la extorsión o la rebelión. Al respecto, existe evidencia empírica de que la dependencia de las exportaciones mineras tiende a incrementar el riesgo de guerra civil y a prolongar conflictos preexistentes [1].
Aunque no hace parte de la formulación canónica de la maldición de los recursos, es necesario incluir también la dimensión ambiental, referida al riesgo de destruir activos naturales estratégicos, cuyo valor económico aún es desconocido. Y, finalmente, están las interacciones entre los tres hechizos. Por ejemplo, si la caza de rentas prospera habrá cada vez menos ingenieros y cada vez más abogados, menos centros de investigación pero más firmas de lobby y relaciones públicas, menos patentes pero más paros. Y todo esto influirá desfavorablemente en las perspectivas económicas de largo plazo.
Hay varias posiciones frente a la hipótesis de la maldición de los recursos: mientras los negacionistas la consideran un 'mito', los fatalistas la ven como inescapable. ¿Quién tiene la razón? Depende. En general, la 'buena calidad institucional' parece ser un aspecto determinante: en los países donde hay poca corrupción, donde impera la ley (rule of law) y donde se respetan la propiedad y los contratos, las bonanzas mineras impulsan al crecimiento. En aquellos donde ocurre lo contrario, la bonanza se traduce en crecimiento económico mediocre [2]. Dejo a los lectores la cuestión de qué tan buena es nuestra calidad institucional. Próximamente volveré sobre este tema para examinar si la hipótesis de la maldición de los recursos se está cumpliendo en Colombia y si es posible prevenirla o frenarla.
[1] Al respecto ver Ross (2004)
[2] Al respecto, ver este paper que descubrí gracias al blog de Acemoglu & Robinson. Sobre la maldición de los recursos ver el clásico paper de Sachs & Warner.
La maldición de los recursos
Jue, 18/07/2013 - 01:02
Por: Gonzalo Vargas Forero
Profesor del Cider, Universidad de los Andes.
Según la hipót
Profesor del Cider, Universidad de los Andes.
Según la hipót