¿La política acaba con el matrimonio?

Jue, 20/07/2017 - 06:23
Buena coincidencia hablar en el día de la independencia de las parejas que optan por separar cobijas y emanciparse. O más tierno, afectuoso y dulzón:  “buscar una nueva vida”.

Nada más dif
Buena coincidencia hablar en el día de la independencia de las parejas que optan por separar cobijas y emanciparse. O más tierno, afectuoso y dulzón:  “buscar una nueva vida”. Nada más difícil de descifrar que las relaciones de pareja. El amor y el teatro siempre son iguales, le escuché a algún desencantado. En el matrimonio se pasa del cielo al infierno sin estaciones intermedias, dizque dijo el exmarido de una funcionaria con ese nombre. Y no propiamente por su nueva vida, sino por la que dejó atrás. No es Norma que uno se case para separarse, pero tampoco obligatorio que un senador conservador se mantenga casado, por respeto a sus principios ideológicos, o a lo que pueda pensar su electorado.  Está bien, entonces (salvo mejor opinión del obispo Froylán de Neiva) que cada quien tome su rumbo. Un día se separaron Rodrigo y Viviana, porque nada más peligroso para un matrimonio que la vida política y pública. O la de un artista. Miren no más las que debe estar pasando Carlos Vives por una seguidora que lo sorprendió en la tarima y lo atacó a besos apasionados. Algunos políticos se casan para mostrar un hogar, así sea ficticio. Otros para apagar un escándalo homosexual. Y hay quienes se esposan para mejorar las finanzas de la siguiente campaña. Unos pocos fingen separaciones (Antonio) para evitar inhabilidades y permitir que su mujer le suceda en la alcaldía. Esperanza, “frágil y segura como casi todas las mujeres”, por tantos años esperanzada, tomó la decisión de caminar sola, ahora con la expectativa de una curul en el Congreso, actividad que implica tanto esfuerzo, sin que los dos “oficios” (política y matrimonio)  sean imposibles de compaginar. De cierto y muy querido personaje huilense (jefecito querido), la gente habla de “su más reciente esposa”, perdida la cuenta sobre número y nombres, pero –benévolos todos- esperan conocer la nueva cónyuge, todavía no presentada en sociedad. “Los hombres jóvenes quieren ser fieles y no son. Los viejos quieren ser infieles y no pueden”, aunque hay excepciones bien conocidas. De cierto señor se dice que soportó por años a su cónyuge pero ya muy veterano “tomó venganza dejando a la vieja por vieja”. Lo único que sabemos sobre la naturaleza humana es que cambia, exclama el poeta. Yo soy vehemente defensor del matrimonio (por eso insisto y reincido), consciente de que “en la venganza y en el amor la mujer es más bárbara que el varón”. Y es ese juego de inteligencia, ternura, caprichos, amor y pasión, lo que da sabor a la vida y larga continuidad a la relación de pareja. Seguramente estamos de acuerdo:  “Si una mujer no puede hacer de sus misterios un encanto, es solo una hembra”. Pero me desvié de tema. Suele pasarnos a los enamorados. Algún día les cuento más sobre los separados del país, como aquel expresidente que prosiguió en su rumbo gay, en tanto que su mujer formalizó relación con su mejor amiga.
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