La política es dinámica

Dom, 24/07/2011 - 00:03
Oteo desde los riscos donde vivo para observar hacia dónde vuelan los vientos y cómo se forman a lo lejos las corrientes que arrastran las velas de las naves y veo que a los jóvenes Carlos Fernando
Oteo desde los riscos donde vivo para observar hacia dónde vuelan los vientos y cómo se forman a lo lejos las corrientes que arrastran las velas de las naves y veo que a los jóvenes Carlos Fernando Galán y David Luna los llevan arreados a engancharse en la cola de la nave de Peñalosa que atraviesa con su combo verde a bordo el mapa político de un extremo al otro a velocidad de crucero. Peñalosa abandonó las playas de ensoñación que compartía con Mockus y Fajardo para meterse en las aguas tormentosas del “uribismo” por las que pasó de largo para ir a parar al Triángulo de las Bermudas del “santismo” en donde todos los que llegan desaparecen. Desaparecieron naves que enarbolaban bandera de la “U”, bandera de “CR”, bandera del “PIN”, bandera del “PC”, bandera del “PL” y ahora bandera “Verde”. Es el reino de la magia y los misterios, dominios de genios que salen de lámparas maravillosas cuando las frotan aventureros que van a pedirles deseos y terminan esfumándose y desvaneciéndose con los primeros pases de prestidigitación. A eso van, a subsumirse. Me huele que Juan Manuel Santos, César Gaviria y Rafael Pardo -políticos de salón que juegan en la ruleta del poder con ahorros de los demás- tienen la intención de convertir al Partido Liberal en un club de tahúres a puerta cerrada asociados con Germán Vargas, Enrique Peñalosa, Lucho Garzón y otros liberales que llevan tiempo desperdigados por el mundo haciendo negocios y apuestas de oportunidad en cuanto casino de politiquería encuentran abierto. Pero me temo que esa arca de ilusionistas va a naufragar. Las bases liberales que no son dóciles y mucho menos tontas, no le jalan a esa manipulación. No lo hicieron hace cuatro años ni hace ocho en las elecciones de Bogotá. Es un juego sin alma y sin pasión a demasiadas bandas. Se me hace que Gustavo Petro los va a derrotar en la capital con su convocatoria directa a la ciudadanía y su compromiso con ideales que tienen qué ver con los intereses de la gente, no con morros de fichas puestas sobre mesas de apostadores. Al paso que van las cosas, si este jueguito malicioso continúa, el pueblo liberal raso que es decisorio en la capital desde hace tiempos, va a estar con Petro. Ojala Galán y Luna no se dejen llevar a la sala de esterilizaciones porque son dos jóvenes promisorios que merecen el derecho a probar suerte en las urnas desde ahora, para que estén listos dentro de pocos años para triunfar. Si les frenan en seco el impulso que tomaron sus carreras y les dejan el sabor amargo de la manipulación, los frustran. Desde cuando la Dirección Nacional Liberal cayó en manos de Gaviria y luego de Pardo, no se cumplen los estatutos ni los mandatos de sus instancias superiores. Al partido lo manejan como dueños de tienda y lo tienen boqueando. Es el problema de los dirigentes que no se hacen en la lucha democrática con la gente de la calle y en contacto con los problemas de las comunidades y que por lo mismo no conocen el compromiso popular inherente al liberalismo, sino se despachan en el campo de maniobras de los salones sociales y los palacios de gobierno. Si es que algún día estos señores convocan el Congreso del Partido, las aguas del liberalismo regresarán a su cauce histórico para volver a ser el partido que se nutre de las luchas sociales y encuentra su razón de ser al lado de los débiles, de sus derechos y sus sueños. Por ahora sirve clientelas políticas y defiende a veces en la sombra y otras veces en el descampado intereses de los poderosos. En la jerga popular se dice con sorna que “la política es dinámica” para dar a entender su volatilidad en el trópico colombiano donde valores, principios, ideales y hasta la propia ley, no valen nada para legiones de políticos que viven del oficio y no tienen otra ambición en la vida que la de rodearse de privilegios y sostenerse. El régimen que encarnan ha tenido sustos grandes en el pasado reciente y aunque defiende la fortaleza sin escrúpulos, le va a llegar el día en el que tendrá que desocupar el amarradero para ceder el paso a fuerzas democráticas y a líderes frescos comprometidos con el bienestar de esta nación desperdiciada en la corrupción, la pobreza, las desigualdades y la violencia.    
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