La primera cita: los buenos modales de Queiroz

Mar, 12/02/2019 - 05:09
Carlos Queiroz, técnico de la Selección Colombia de Fútbol, regresó a Portugal para resolver algunos asuntos personales y organizar su trasteo definitivo a nuestro país. Su primer episodio en Col
Carlos Queiroz, técnico de la Selección Colombia de Fútbol, regresó a Portugal para resolver algunos asuntos personales y organizar su trasteo definitivo a nuestro país. Su primer episodio en Colombia fue de solamente cuatro días pero dejó algunas conclusiones interesantes. La primera cita de Queiroz con la prensa fue el miércoles. Aterrizó en nuestro país antes de las cinco de la tarde y fue recibido por un enjambre de micrófonos y cámaras que apenas le permitían caminar hasta la camioneta de la Federación Colombiana de Fútbol que lo llevaría al hotel. La indicación era no dar declaraciones y dejar todo el protocolo para la presentación oficial del día siguiente. El entrenador lo manejó bien. No se escondió, no corrió. Sonrió a todo el mundo, soltó dos frases que salvaban la ida de todos aquellos que estábamos haciendo reportería allí y terminó invitando a la rueda de prensa oficial. Antes de subir a la camioneta con los dirigentes Ramón Jesurún y Jorge Enrique Vélez, Queiroz se detuvo para recibir un ramo de flores de Joseín, un profesor iraní que vive hace dos años en Colombia y quería manifestarle su admiración. Le recibió el obsequió, lo abrazó y se fue. Todos contentos. Al día siguiente, en la rueda de prensa, Queiroz empezó a desnudar ante el país su manera de concebir el fútbol y la vida. El manual con el que dirigirá al equipo nacional en los próximos años: “el estilo que me gusta es respetar el arte de ganar, no importa si es con Rock and Roll o con samba”. Una frase que, de entrada, le cae bien a un país con sed de victoria, que se frustra al ver que una de las mejores generaciones de todos los tiempos aún tiene que consolarse con bronces, porque ni finales ha podido disputar. Sin embargo, aterrizó rápido sus palabras y no cayó en el juego de las promesas que el tiempo convierte en sentencias de muerte: “no garantizo que vamos a ganar la Copa América, pero puedo garantizar que todos los partidos vamos a intentar ganar”. Le echó flores a los referentes: “Falcao, Ospina, James son el alma del equipo. Creo que es muy sensato empezar las cosas alrededor de ellos” y honró, con mucha elegancia, el proceso anterior: "intentaré hacer lo mejor para cuidar del patrimonio que se ha desarrollado en los últimos años con el señor Pékerman. Es un patrimonio de prestigio y esa es mi primera obligación”. Esa misma tarde habló con algunos de los jugadores por teléfono, dejó casi listo el partido amistoso ante Corea del Sur en marzo y empezó a trabajar en el viaje que hará a Brasil para coordinar los temas logísticos de la Copa América. El sábado soportó el primer tiempo de Santa Fe-Tolima en el Campín y luego regresó a su país para preparar su viaje definitivo. Solo el fútbol y los resultados sostienen los procesos, y si eso no aparece todo el mundo se olvidará del lenguaje, el beso a la camiseta y los buenos modales. Sin embargo, por ahora, eso es lo que hay. Y lo que hay, alienta y da esperanza.
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