Las leyendas, leyendas son

Sáb, 01/11/2014 - 13:06
Que la cantidad de oro de la que disponían nuestros indios muiscas era de tal proporción que en los ritos a sus dioses el cacique ungido en miel y espolvoreado con polvo de oro, convertido así en e
Que la cantidad de oro de la que disponían nuestros indios muiscas era de tal proporción que en los ritos a sus dioses el cacique ungido en miel y espolvoreado con polvo de oro, convertido así en estatua dorada se arrojaba desde una balsa de oro y se zambullía en las aguas de la laguna de Guatavita, mientras su pueblo lanzaba innumerables objetos de oro como ofrendas a las mismas aguas. Una leyenda que despertó todo tipo de codicias en los conquistadores españoles con las consecuencias nefastas que todos conocemos. Hoy en día esta leyenda con nombre propio de El Dorado nos sirve de “identidad cultural” ante el mundo, así como de marcas comerciales de algunos productos y servicios. Las leyendas son narraciones que transcienden los tiempos, comúnmente por tradición oral puesto que fueron elaboradas antes de la invención o difusión de la escritura. Usualmente las leyendas cumplen un rol explicativo de los fenómenos físicos y químicos en épocas en que la ciencia aún desconocida o incipiente no lograba dilucidarlos; un paliativo que calmaba el innato deseo del hombre por entender su derredor y en muchos casos también darle sentido y derrotero a su existencia. Suelen ser estas narraciones: simpáticas, algunas poéticas, jocosas, en general cándidas. Otras buscan engrandecer la memoria de un pueblo, exaltar y magnificar sus hechos heroicos. Su impronta épica las destina a una misión de identificación nacional, de unidad, de enaltecimiento. Las leyendas no están fijas en el tiempo, se adaptan en función de las circunstancias, se acomodan y son copiadas de otras latitudes. Como su función es (ha sido) la explicación de fenómenos o el engrandecimiento de los pueblos en donde se originan, es normal que se modifiquen con los vaivenes de los hechos y de los contares orales. Todas las leyendas no son clasificables en una sola categoría, inexacto sería puesto que el espectro, así como su procedencia son tan amplios que abarcan géneros e intereses diferentes, las hay ilustrativas, históricas, tendenciosas, simplistas, sofisticadas, como también metafóricas, alegóricas que intentan dar lecciones, sacar moralejas, crear valores y mitos. Son en general amenos relatos de fácil asimilación y transmisión; difícil no sucumbir absortos ante la narración o imagen de un unicornio, un gnomo, un dios, una mitología. Historietas sencillas que intentaron explicar lo que se ignoraba, lo que no se entendía. Por supuesto, la llegada de la escritura las ha inmovilizado, y el advenimiento y progreso de la ciencia las ha confinado a un rol de vetusto pretérito, de tradición graciosa, cuando no jocosa. Lo importante es que son ficciones y, aunque en algunos casos puedan tener un origen inspirado de un hecho considerado plausible, no son conformes a la realidad, han sufrido una deformación voluntaria, tendenciosa y hasta poética. Son artificios explicativos o de entretenimiento. Rara es la cultura que no haya acudido a estos artilugios, porque son sencillos, de fácil entendimiento, concepción y propagación. Las mitologías están impregnadas de leyendas, es más: cada ser mitológico suele definírsele a través de una leyenda. Algunas, como la griega o la romana, fueron de altos grados de elaboración y han permeado otras culturas y son la base de religiones, en particular de la judeo-cristiana. No por haber sido tejidas con tanta minucia son de veracidad histórica, siguen siendo leyendas. La invención de dioses no es otra cosa que un atajo fácil que evita al ser humano el ahondarse en estudios filosóficos o en análisis científicos complejos de los fenómenos naturales, de sus dudas metafísicas o sus angustias ontológicas. Por eso pone en manos de un ser sobrenatural y todopoderoso el origen y causa de estas incomprensiones; el endosar su consciencia y razón parece liberarlo de las tensiones que le causan su responsabilidad de raciocinar. Esos dioses, incluyendo a los actuales, están plagados de leyendas, de hecho son estas la parte más visible, y que le permiten definir y darle forma “entendible” a estas entelequias. La Biblia que sirve de base doctrinal y dogmática a los cristianos rebosa de leyendas, en general prestadas de otras culturas y religiones. Sus seguidores intentan convertir las leyendas allí plasmadas en historia fidedigna y en pautas de estricto acatamiento. Y no contentos con concederles credibilidad histórica se las considera de inspiración divina, confiriéndoles así un carácter de impositiva credibilidad. Son rezagos arcaicos que aún permanecen en nuestra civilización y contra lo que hay que dirigir en permanencia los esfuerzos de razón para impedir que los áulicos religiosos impregnen con sus fanatismos y dislates nuestro comportamiento y, lo peor, nuestras leyes. A menudo las leyendas tienen representación en el folclor de un país con lo que se vuelven más visibles y su carácter simbólico e identificador se acrecienta. Suele olvidarse que tanto las leyendas, los mitos y el folclor están fuertemente influenciados por los de otras geografías, es difícil que prosperen en total autarcía. Así es que cuando llamamos a esto “cultura propia” nos equivocamos, hay un gran sincretismo y asimilación de otras culturas por contacto, por dominación, por colonización. Un buen ejemplo es el folclor de América Latina en donde se observa una fuerte influencia española: en su vestuario, su música, sus formas dancísticas; y a su vez, la española impregnada de la morisca y esta de la oriental, y así se diluye en el tiempo esa gran cadena de la historia de la humanidad. Más marcada se observa esta tendencia en la época contemporánea en la que debido a la gran interacción comercial y a la facilidad de comunicación, las formas se uniformizan, el concepto de globalización hace más homogénea la expresión cultural. La leyenda se reduce cada vez más a la narración de un acontecer ficcional lejano, abandonando su rol de símbolo verosímil o de identificación cultural de un país. Bien está mantener esas leyendas, darles conservación, expandirlas como expresión de las creencias de un pasado, pero sin caer en la tentación de considerarlas como la cultura fundamental de un país y aún menos confundirlas con elementos históricos que marquen comportamientos presentes o futuros. Gran parte del atraso en que se sumergió la humanidad durante la Edad Media fue debido a la confusión entre lo afirmado y lo discutible, entre lo dogmático y lo razonado, y para el caso que nos ocupa: entre lo comprobado y lo ficcional. Mezcolanzas que causaron un empantanamiento de larguísimos diez siglos. Nuestro deber intelectual ha de ser el promover la preponderancia de la lucidez y reflexivo discernimiento, que nos asimile más al Renacimiento y a la Ilustración, y mantener a raya la ciega tradición que se presenta con aires de veracidad, identidad nacional o sabiduría antigua. Cada cosa en su lugar, cada época en su época, sin nostalgias rancias que impidan el progreso intelectual o creen trabas a las explicaciones científicas y a los adelantos filosóficos. Las leyendas, así como los sueños, leyendas son...
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