Los viveros bárbaros de Héctor Tobar

Jue, 10/10/2013 - 16:08
 

Por: Constanza Jaramillo

Reseña del libro Los viveros bárbaros de Héctor Tobar

Las casas de Paseo Linda Bonita, en las afueras de Los Ángeles, s
  Por: Constanza Jaramillo Reseña del libro Los viveros bárbaros de Héctor Tobar Las casas de Paseo Linda Bonita, en las afueras de Los Ángeles, son todas iguales, por regulaciones del barrio: réplicas de arquitectura española, más un cómodo garaje doble para vehículos todoterreno. En una de ellas, con vista al mar, viven Scott Torres, a quien de mexicano sólo le queda el apellido paterno; Maureen, su señora, un ama de casa americana, que administra a la familia al estilo corporativo; dos niños y una hermana bebé. El problema es que se les está acabando el dinero. Maureen no ha querido bajar su nivel de vida y se rehúsa a ver su jardín venido a menos por el despido del jardinero. Nada que una amplia tarjeta de crédito no pueda arreglar. Araceli, la empleada, queda a cargo de la casa y de los niños, tras sobrevivir el despido de la niñera y del jardinero. Tras una pelea entre el señor y la señora que no saldría ni en las telenovelas, Araceli queda atrapada en una casa vacía y con dos niños angloparlantes y hambrientos, sin saber a dónde fueron a dar sus patrones. Araceli no ve más opción que llevarse a los niños a la ciudad de Los Ángeles, la verdadera, la que antes no conocían, en bus y en tren. Al narrar este trayecto, Tobar nos traza un mapa cultural e histórico de Los Angeles, desde los ojos de una inmigrante reciente, y desesperada. A Tobar no se le escapa nada, y con su humor sardónico nos va contando cómo se ven estos americanos en los ojos de una recién llegada. Pero la historia va más lejos: Tobar mantiene al lector en suspenso y narra detalladamente el problema legal en que la niñera y los padres se han metido, un litigio en que los sentimientos y nociones culturales pueden más que la lógica y las instituciones. Los viveros bárbaros es un plato exquisito para quienes quieran ver cómo se desbarata el sueño americano, de reglas, de aparatos, de suburbios y de aislamiento, y qué frágil es. El autor, hijo de inmigrantes guatemaltecos, creció y se crió en Los Ángeles. Entiende la ciudad como un nativo, y sus años como corresponsal de noticias en Ciudad de México lo hacen entender lo que hay del otro lado de las fronteras geográficas y culturales. Tobar se mueve por el español y por el inglés, por el DF y por California como pez en el agua, y nos guía a cada paso, con sus descripciones detalladas y juiciosas, y con su bien informada ironía.
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