En una larga y promocionada entrevista, el Jefe del Estado ha reconocido que ha cometido errores graves y propuso enmendar el rumbo del Gobierno. Es una buena noticia para todos aquellos que lo acompañamos en su campaña y que nos sentimos abandonados cuando el Presidente se distanció del mandato del buen gobierno para el cual fue electo.
Ojalá el anuncio de rectificar el rumbo no sea otra estrategia mediática aconsejada por los oráculos de Palacio. Porque lo primero que el mandatario debe hacer es dejar de escuchar a la rosca intrigante que lo rodea y le impide escuchar lo que dicen los colombianos. La gente se queja porque el Gobierno es ineficaz y se concentra en dar anuncios sin cumplir lo anunciado. Lo dicen las víctimas del invierno, los que sufren de nuevo la inseguridad en los campos, los que son rechazados en los hospitales públicos para falta de presupuesto y los que transitan por las lamentables vías nacionales. Lo afirman los empresarios que siguen esperando que las locomotoras arranquen, los estudiantes que se quedaron sin reforma educativa y las víctimas a las que no les devuelven ni sus tierras ni el maná que les habían prometido. Y lo dicen los militares aburridos por las persecuciones judiciales y confundidos por el doble lenguaje del marco jurídico para la paz.
Buena es la noticia de que no habrá negociaciones de paz por debajo de la mesa y a espaldas del país. Hace meses que los gestos internacionales del Gobierno, las leyes aprobadas en el Congreso nacional y los incesantes rumores sobre contactos con la guerrilla al más alto nivel dejan presagiar que la estrategia gubernamental es poner al país delante de un hecho cumplido y embarcarlo en un proceso de negociación en el que la agenda ya estaría definida. Ojalá el Gobierno nos cumpla y nos muestre el menú antes de traernos el plato ya servido.
Buena es también la noticia de repensar el manejo político. Los primeros dos años del Gobierno se parecieron al Arca de Noé. Se montaron en la coalición desde “el nieto de Laureano” hasta Piedad Córdoba. Esa coalición, sin coherencia ni perfil ideológico, es lo contrario a la unidad nacional. En la reforma a la Justicia quedó claro que se trata de una alianza clientelista de la peor especie, dominada por los caciques más oscuros de nuestra política y capaz de poner en riesgo el régimen institucional. El Jefe del Estado cree que más es mejor y en política eso no es siempre cierto. Las bancadas no lo apoyan porque ninguna está contenta con la porción que le toca en el reparto burocrático.
El Gobierno quiere ser reformista pero no quiere hacer las reformas que tocan los intereses delicados. Posa de haber hecho la gran reforma de las víctimas pero las tierras que están en entredicho son las de los paras y los narcos, no las de los terratenientes. Se dice populista pero cien mil casas no resuelven el problema de la vivienda y sólo crearán un mayor nivel de frustración entre los pobres. Habla de democracia pero no tolera que los medios lo critiquen, quiere reformar los partidos pero sin tocar a los cabecillas de la corrupción, destapa supuestos escándalos en el sector de la salud pero deja que se cierren los hospitales por falta de recursos.
Todo ello porque el Gobierno está concentrado en la reelección. Si se dedica a hacer el buen gobierno que prometió, no tendría que estar pensando ni calculando cada movida y los colombianos volverían a confiar en su mandatario. Así de simple.
representante@miguelgomezmartinez.com
Más vale tarde…
Vie, 06/07/2012 - 01:01
En una larga y promocionada entrevista, el Jefe del Estado ha reconocido que ha cometido errores graves y propuso enmendar el rumbo del Gobierno. Es una buena noticia para todos aquellos que lo acompa