El preciado Nóbel de literatura 2014 fue atribuido a Patrick Modiano (Francia, 1945). Su obra, destaca la academia sueca, está dedicada a rescatar la memoria del periodo de la Ocupación, a denunciar los abusos ocurridos durante esa nefasta época de usurpación nazi del territorio francés. Años 40.
Dos novelas emblemáticas de Modiano son “Calle de las Tiendas Oscuras” (1978, premio Goncourt) y “Dora Bruder” (1997), ambas de temática y modo de desarrollo muy similar. Sobre esta última afirma Adolfo García Ortega, especialista que prologa una reedición, que es su mejor novela, y una de las mejores aparecidas en Europa en los últimos años.
En “Calle de las Tiendas Oscuras” utiliza el escritor, para tratar la cuestión de la recuperación de la memoria, a un hombre a quien un misterioso accidente acaecido quince años antes ha dejado amnésico y que con un nuevo presente trabaja en París bajo una identidad ficticia en una agencia de detectives. Desconoce su pasado, familia y amistades. La novela narra la búsqueda que emprende este individuo en rescate de su historia, en pos del lugar ocupado en el mundo antes de la desaparición del recuerdo. Poco a poco y con escasísimos indicios va descubriendo quién es. Es, a mi entender, una metáfora sobre el olvido, ese que se instauró –deliberadamente en muchos casos– al final de la II Guerra Mundial cuando Francia liberada del yugo alemán, quienes habían sido cómplices, “collaborateurs”, del régimen de ocupación y de los abusos de tan arbitraria tiranía “olvidaron” su triste pasado, que los llevó a humillar, extorsionar y enviar a la muerte en los campos de concentración nazis a sus propios compatriotas, por el solo delito de tener ascendencia judía, por no ser racialmente puros, arios; como si esta pureza racial existiera, y como si de existir tuviera alguna relevancia, o peor fuese signo de superioridad social.
La narración es la búsqueda de una identidad perdida. Angustiosamente imaginable el encuentro con gente que dice ser próxima de uno y no poder compartir con ella ese pasado que no se tiene en mente. “No soy nada. Sólo una silueta clara, aquella noche, en la terraza de un café”, así comienza el libro que marca la tónica que seguirá. Avanza el relato por varias ciudades: París, Bora Bora, New York, Vichy, Roma, y sobre todo por la lujosa estación de esquí de Megève que colinda con Suiza y por donde muchos judíos franceses tentaban escapar de la triste suerte que el régimen hitleriano les tenía designado.
“Dora Bruder” desarrolla la desaparición de una joven de quince años, de origen judío y sobre cuyo destino indaga la novela. Se trata de un caso entre los muchísimos que ocurrieron en la época de la Ocupación, pero que atrajo la atención del escritor cuando vio un viejo anuncio publicado en 1941 en el periódico France-Soir, en el que unos padres buscaban a su hija Dora, y para más muestras indicaban la vestimenta que tenía al desaparecer. Aunado esto a que el escritor, también de ascendencia judía, vivió –en época diferente– su niñez en la misma calle de la desaparecida. La novela reconstruye el trágico recorrido de esta chica judía durante ese año; desde el colegio de monjas donde fue escondida y del que huyó, hasta llegar a lo tristemente previsible: había sido deportada al campo de exterminio de Auschwitz. Dora rebelde por su edad, su condición y personalidad abandona el internado y deambula por las calles parisinas hasta ser atrapada por las autoridades franco-germanas de ocupación. Reconstruye Modiano, a través de informes de policía, el destino de Dora, lo que en realidad es un pretexto para hablar del triste hecho que enlodó la moral europea con la matanza sistemática y racista que provocó la Alemania nazi.
Si bien la narración se centra en la investigación del destino de una chica judía, tiene el escrito una mayor universalidad: en la insignificancia de nuestra existencia, todos en mayor o menor escala somos Dora Bruder, abandonados, condenados a la orfandad existencial; algunos más (o menos) que otros, pero al final, salvo haber generado una robusta trascendencia por las ideas o descubrimientos aportados a la humanidad –contadísimos son los casos– haremos parte de la masa incógnita en donde se confunden e ignoran nuestras precarias vidas. Desde esa perspectiva el libro es un himno al “Olvido que seremos”, ese que fatídicamente nos evocaba el gran Borges.
Mismo estilo y modo de construcción en ambas novelas: cortas en extensión; investigativas de corte detectivesco; gran minucia descriptiva de los recorridos por las calles parisinas; carácter autobiográfico; situación judía como eje central; análisis de fichas de policía y de fotografías.
Son estos dos libros más de género histórico que ficcional, así contengan elementos novelados. El escritor retoma el periodo de la Ocupación para arrebatárselo al tabú y así exorcizarlo. Sí, el tema del apoyo al invasor es tabú en Francia, porque subsiste la duda sobre quienes fueron colaboradores; la necesidad e instinto de supervivencia hizo que muchos se aliaran cobardemente al ocupante y que luego se rehicieron una virginidad. Quienes fueron testigos de esta metamorfosis prefirieron callar para evitarse problemas y largas discusiones; dejaron así. El mérito de Modiano es que no se amordaza y sin reatos expone a la luz pública la situación para que sirva de lección a las futuras generaciones. Ni perdón ni menos olvido.
El estilo del escritor es de novelas cortas que elabora en un lenguaje sencillo y efectista; las bellas frases y la poética tienen poca cabida y son reemplazadas por la concisión narrativa, así como son substituidas las florituras por fichas investigativas o factos aclaradores y creadores de suspenso. Así las cosas, la narrativa de corte histórico-novelado podría tildarse de plano, pragmático y asaz desconcertante para quienes estamos al acecho de la refinada redacción y de la expresión de ideas condensadas en máximas. En lo personal no me siento atraído por la narrativa de Modiano, así admire y reconozca su gran importancia denunciadora de la aciaga época de la Ocupación.
La temática de Modiano tiene un símil directo con los tópicos actuales de nuestro país, son del mismo tenor en lo ateniente al narcotráfico que tuvo su clímax en los 80-90's y en el que tantos se involucraron directa o indirectamente; ahora hay negación y ocultamiento de ese actuar, muchos se han rehecho nuevas honras, al tiempo que desvergonzadamente han conservado los réditos obtenidos en ese inicuo mercantilismo que no ahorró métodos, ilegalidades ni vidas humanas. Lo mismo pasará (está ocurriendo) con quienes solapadamente han colaborado con otros siniestros grupos como la guerrilla o los paramilitares. Buena lección nos da Modiano.
Que nos sirva de colofón una frase del escritor, con materia de reflexión sobre la conveniencia o desacierto del olvido: “Al fin y al cabo, si nos fuera concedida la posibilidad de recordar todo aquello que hemos olvidado, ¿es tan seguro que aceptar fuera la opción más conveniente? Los buenos momentos olvidados que podríamos revivir, ¿compensarían aquellos olvidos que por nada del mundo quisiéramos recordar? ¿Estaríamos tan seguros de la integridad del ovillo como para tirar despreocupadamente del hilo?”.
Ni silencio ni olvido del horror
Sáb, 06/12/2014 - 21:02
El preciado Nóbel de literatura 2014 fue atribuido a Patrick Modiano (Francia, 1945). Su obra, destaca la academia sueca, está dedicada a rescatar la memoria del periodo de la Ocupación, a denuncia