El trueque es la primera y más primitiva manera de obtener lo que necesito. Alguien tenia aquello que me hacia falta, como por ejemplo la sal, el arco y flecha, la piel para cubrirme o más adelante la barca, el trineo, el caballo. Todo, todo objeto es sujeto al trueque. A su vez yo tenía lo que la otra persona requería, la carne, el vestido, las joyas, las especies. Y lo más fácil cuando la confianza existe, es valorar cada objeto en su justa medida y cambiarlo por otro que represente lo mismo, para las dos personas que lo hacen. Nace el trueque, nace lo que los economistas actuales llaman el “gana – gana”. Y nace milenios atrás, en las sociedades primigenias.
Más si nos fijamos con cuidado, el trueque es inherente a la naturaleza. Ya que nada en la energía del universo, nace de la nada, ni se pierde, ya que todo, absolutamente todo solo se transforma, cambia de estado. Nada puede realmente nacer o morir, solo renace o muere a una nueva forma. El tronco se transforma en calor, llama y ceniza, el calor alivia al humano, cocina sus alimentos y la ceniza vuelve a ser alimento para el nuevo árbol y el ciclo se repite mil y una veces. Es el trueque natural.
A veces, inmersos en las tareas cotidianas, no caemos en cuenta que constantemente estamos practicando el trueque, trueque de sueños, de pensamientos, emociones, alimentos. Menos nos damos cuenta que con ese trueque, realmente nos estamos NUTRIENDO.
Cada vez que nuestro espíritu nos guía al encuentro con otra persona, con el fin de realizar alianzas, de obtener sinergia en un proyecto, seguramente ponemos nuestros sueños al servicio del trueque. Es el trueque espiritual construyendo el mundo que imaginamos, que, aunque suene trillado, queremos para nosotros y nuestros hijos. Nutrimos mutuamente las almas y con ese nutriente plasmamos el legado que dejaremos al partir del mundo material.
Cuando otorgamos un tiempo importante a un pensamiento o a una serie de ellos, conexos, cuando nuestra mente encuentra la posibilidad de trabajar al unísono con otra mente, también nos nutrimos con el trueque de ideas, de principios y valores.
Al compartir espacios que nos llenan de sentimientos, potenciamos las emociones propias y las de los demás, nutriendo nuestro corazón. La alegría conjunta, la tristeza compartida, son un trueque al tiempo que llenan de alimento nuestro ser. Alimento que a su vez utilizamos en la interacción humana. No puede haber sentimiento, sin existir otro ser, humano o de la naturaleza, que lo genere y comparta. El trueque se manifiesta una vez más para nutrirnos.
Tal vez el trueque más aparente es el que realizamos como individuos con el medio ambiente al recibir nuestro cuerpo, sus alimentos físicos y al devolverle en acciones la energía que nos ha dado. ¿Estas acciones son correspondientes en esfuerzo, tiempo y logros? cada cual lo sabrá.
Un ejemplo final, en días pasados conversábamos con mi profesor de torno en madera, acerca del retorno, léase trueque, que debemos hacer con la naturaleza cuando utilizamos un recurso como la madera. El retorno puede ser lo más obvio, sembrar arboles, pero también puede ser la gratitud con ella al hacer buen uso de sus recursos y no destruir, ni contaminar.
Recordemos, constantemente nos nutrimos en espíritu, mente, emociones y cuerpo, a través del trueque con el medio ambiente universal y terrenal.
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Nutrición, un trueque armonioso
Vie, 25/03/2011 - 23:59
El trueque es la primera y más primitiva manera de obtener lo que necesito. Alguien tenia aquello que me hacia falta, como por ejemplo la sal, el arco y flecha, la piel para cubrirme o más adelante