Paciencia para curar

Sáb, 07/07/2012 - 01:02
“Capacidad para soportar con resignación desgracias, trabajos, ofensas.

Tranquilidad para esperar.

Calma para hacer trabajos minuciosos o entretenidos.

Capacidad de padecer o soportar algo
“Capacidad para soportar con resignación desgracias, trabajos, ofensas. Tranquilidad para esperar. Calma para hacer trabajos minuciosos o entretenidos. Capacidad de padecer o soportar algo sin alterarse. Facultad de saber esperar cuando algo se desea mucho”. He aquí las definiciones de paciencia que aparecen en los diferentes diccionarios. Alguna más amplia sería: “con origen en el vocablo latino patientĭa, la palabra paciencia describe la capacidad que posee un sujeto para tolerar, atravesar o soportar una determinada situación sin experimentar nerviosismo ni perder la calma. De esta manera, puede decirse que un individuo con paciencia es aquel que no suele alterarse”. También he encontrado en internet, “Algunos sabios han definido la paciencia como una notable cualidad humana y una actitud psicológica positiva, en virtud de la cual nos abstenemos de hacer algo que no es bueno ni positivo para nosotros. Dichos sabios afirman que los seres humanos no pueden vivir una vida feliz y sana sin paciencia”. Ante la enfermedad nos volvemos impacientes. No es inusual la frase: “Doctor, pero es que llevo un día..., tres meses… o cierta cantidad de tiempo, y no me mejoro”. Claro, la enfermedad altera nuestra rutina, pide cambios y nos resistimos a ellos. Así alargamos el tiempo de recuperación. Nos volvemos más impacientes aún. Bien difícil pedir a alguien calma, resignación ante el dolor y el sufrimiento. Bien difícil lograrlo en persona. Más, qué virtud, si se logra. Nuestro organismo lo agradecerá. Porque la paciencia implica ralentizar la velocidad, dejar que los ritmos sigan su curso, esperar a que los procesos naturales sucedan en el tiempo adecuado. Muy recurrido el ejemplo de la mariposa, pero sin embargo recordémoslo. Cuando la mariposa va a surgir del capullo donde la oruga se ha transformado en ella, requiere tiempo para secar sus alas, extenderlas y así poder volar. Si tratamos de acelerar este proceso lo único que logramos es destruir a tan bello ser. Algo similar sucede con los tulipanes, ellos tienen que sembrarse en invierno, en condiciones de frío, difíciles para nosotros, pero bello para ellos, ya que su gestación sucede en la oscuridad, por tiempo prolongado, hasta que en primavera nacen y nos dan espléndido colorido. Múltiples escritos señalan recientemente cómo podemos aprender a vivir más armónicos, siguiendo el ejemplo de la naturaleza. Con la enfermedad sucede lo mismo. La enfermedad es la tierra oscura y fría del tulipán. También es el tiempo de la oruga mientras está envuelta en su capullo. Esperar que las defensas del cuerpo hagan ceder a las bacterias, esperar que la sangre coagule en una herida, esperar que las células sanas remplacen las del cáncer. Esperar que la piel después de una quemadura, salga de nuevo, esperar que el vértigo de paso a la estabilidad, requieren tiempo. Esperar que el medicamento calme el dolor, que la fisioterapia recupere el músculo, todo, todo esto nos enseña paciencia. Porque el cuerpo hace un trabajo minucioso, detallado y entretenido en él mismo, cuando está reparándose a sí mismo. Cuando deseamos la salud, algunas veces tenemos que esperar para recuperarla plenamente. En otras ocasiones será nuestra capacidad de adaptación para seguir la vida con las secuelas que haya dejado. Más paciencia todavía.
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