De las tres empresas públicas de Bogotá, la empresa de energía, la empresa de teléfonos y la empresa de acueducto, la EEB es la única que realmente gana dinero, mientras que las otras dos no sólo pierden plata sino que sus tarifas son muy costosas.
Por lo tanto, la idea del alcalde electo, Gustavo Petro, consistía en copiar el modelo de Empresas Públicas de Medellín (EPM) donde todo está integrado y de esa manera, lograr que las utilidades en el área de energía, se utilizaran para subsidiar el agua y a la Empresa de Teléfonos de Bogotá (ETB). En otras palabras, cruzar los recursos de un sector superavitario con los otros dos sectores deficitarios.
Y aunque Petro ya lo había anunciado en su programa de gobierno, los accionistas de la EEB, entraron en pánico y salieron a vender. Sobrevino, entonces, un desplome de las acciones en la bolsa, calculado en 17 por ciento equivalente a 1,8 billones de pesos de pérdidas para el Distrito. Hasta que la Superintendencia Financiera intervino para abrir una investigación y suspendió toda negociación con las acciones de la EEB, recuperando alrededor del 8 por ciento hasta la fecha.
El problema es que lo que propuso Petro era ilegal, porque la ley no permite que una empresa preste tres servicios distintos. Se trata de una ley de los años noventa, que no incluyó a la EPM y a EMCALI, porque ya estaban integradas. Desde entonces, como Petro necesitaba una salida política para desembarrar semejante y costosa imprudencia, se le ocurrió decir que se refería a una holding, a sabiendas que el Distrito cumple exactamente con las mismas funciones de una holding.
Por lo tanto, el abogado Granados tiene razón en demandar a Petro por pánico financiero, mientras que el alcalde electo responsabiliza a un especulador y aunque en público no dice su nombre, intuyo que se refiere a Sarmiento.
Siempre he reconocido la inteligencia de Gustavo Petro y sobre todo su valor para poner el dedo en la llaga, pero esta vez se equivocó al desconocer la sensibilidad y los límites que tiene el mercado. El alcalde electo de Bogotá, debe entender que ya no es un senador de la oposición y que para patear el mercado necesitaría ser Chávez y cambiar la ley por decreto o con el apoyo mayoritario del Senado.
Y aunque no le guste, le resulte incómodo o afecte el cumplimiento de su programa de gobierno, su alcaldía también está regida bajo un marco legal y un mundo capitalista. Pero le tengo la solución: exigirle a la EEB, donde el alcalde de Bogotá es el dueño del 80 por ciento, que en vez de invertir en Brasil, le entreguen las utilidades para transformar el modelo de desarrollo de la capital del país.