Todavía entre las cobijas, entumecido por el cansancio de la campaña, Gustavo Petro se quitó la almohada que tenía encima de la cabeza (por eso sus respuestas – a través del teléfono- sonaban como emitidas desde la clandestinidad) y me dijo con autoridad: yo no seré gerente de Bogotá, voy a ser un administrador. Afuera, decenas de periodistas de televisión y radio esperaban.
Hacía mucho rato que no dormía a pierna suelta y –aunque paticortico- se estiró tanto en la cama doble que envió al borde de la misma a su esposa, más alta que él.
Siempre ha estado en campaña, para el Concejo, el Congreso, la Presidencia, la directiva de su partido. Por eso esta mañana decidió desayunar en la cama, no salir temprano a la calle y renunciar a la molesta corbata que tuvo que ponerse en las últimas semanas. También lo peinaron mejor y se esforzó por sonreír, cosa que no suele hacer.
El nuevo alcalde de Bogotá tendrá que demostrar que lo suyo no es sólo una carreta convincente, con la que envolvió la ciudad y ganó las elecciones. Enrique Peñalosa dijo reiteradamente que Petro será Samuel: no tenían ninguna experiencia administrativa, pero eran buenos para “la cháchara”.
“El gerente –piensa Petro- tiene visión, actividades y funciones más recortadas, que en la administración pública no sirven. Aquí se necesita un líder que mire el futuro, no la utilidad como único propósito, sino el interés general, no el corto plazo como única visión sino el largo plazo, empezando por el corto”.
Y no le hice la siguiente pregunta sobre el tema porque me dicta una clase de alta gerencia. Todos los políticos tienen la costumbre de saber echarse un buen discurso sobre cualquier asunto. Basta con decirles “buenos días” para que empiecen: “Muy buena su pregunta, yo creo que….”.
¿Con quién gobernará Petro? Hace poco me dijo que Carlos Fernando Galán lo había impactado positivamente. Sin sugerir que le ofrecerá nada, ya hablaron y quedaron de conversar largo acerca de coincidencias sobre el futuro de la ciudad.
La gobernabilidad (que traduce: organicémonos) es el primer asunto por definir. Petro hace buenas migas con Cambio Radical, Partido Liberal, Partido Verde y Polo. Dejaría por fuera a la U y a los conservadores. MIRA no participa en ninguna coalición.
Y hay unos nombres de amigos, que le hablan cerquita: Ricardo Bonilla, Adelina Covo, Paul Bromberg, Consuelo Ahumada, Catalina Velasco, Mario López. Y otros miles, porque cuando se gana una elección surgen los compadres. Hay que ver la alharaca y lambonería de Bruno Díaz en la celebración del triunfo, cuando todos saben que siempre ha mirado a Petro con algún desprecio de artista de televisión. (Le recuerdo a Petro que la adulación, como el agua de colonia, es para olerla, no para tragarla).
Es aventurado mencionar nombres que harían parte de su gabinete. Por lo pronto, esta misma semana “soltará prenda” con algunas personas de confianza a quienes nombrará en las comisiones de empalme, para que le pregunten a Clarita López y a los demás amigos de Samuel Moreno cómo le entregan la casa, la que estaban saqueando cuando él decidió irse, asqueado de la corrupción administrativa del gobierno que había ayudado a elegir.
¡Cómo es la vida! Petro le pide la lección a quienes antes lo veían “como un muerto ambulante, como alguien sin futuro”. Sin embargo, como ocurre en la política y en la diplomacia, se darán un fuerte abrazo, que no me quiero perder.