La emoción de esta campaña presidencial murió con los resultados de la primera vuelta. Desde entonces, hay un ambiente enrarecido donde cada vez es más evidente el poco interés que despierta la política en los ciudadanos. Y no solo se trata de los votantes, las campañas tampoco se han esforzado. No se han hecho debates, se acabaron las propuestas y los discursos en plaza pública, la publicidad ha sido escasa, los candidatos han limitado sus encuentros con la gente y los medios de comunicación parecen estar resignados a lo que dicen las encuestas.
El único indicio de campaña son las alianzas políticas –nuevas o que salieron del clóset– con las que los candidatos pretenden inundar las redes sociales. Y lo que hasta hace unas semanas parecía la contienda más polarizada de la historia, hoy no es más que una disputa por conquistar a quienes se consideran de centro.
Pero, ¿a qué nos vamos a enfrentar el próximo domingo? Lo primero es el regreso de la abstención. Y digo “regreso”, porque –como lo anticipé desde el 12 de abril– las elecciones de este año marcaron un avance histórico en términos de participación. Lastimosamente, calculo que cerca del 60% de los habilitados para votar no acudirán a las urnas y con esto superaríamos los niveles que tradicionalmente se han presentado en segundas vueltas (Samper: 56,66%; Pastrana: 41,45%; Santos 2010: 55,66% y Santos 2014: 52,03%).
Lo segundo es el aumento del voto en blanco. Si bien en la primera vuelta esta opción solo alcanzó el 1,72%, las encuestas señalan que el próximo 17 de junio se podría situar entre el 5,5% (Invamer) y el 18,3% (Cifras y Conceptos), lo cual sería otro récord, pues en elecciones pasadas el nivel más alto se alcanzó en 2014, con un 3,92%.
Este panorama abre la posibilidad de que el próximo presidente del país gane las elecciones con tan solo un 20% o algo más de apoyo de los ciudadanos aptos para votar. De ser así, estaría por debajo o superando por poco a Ernesto Samper, quien hasta el momento era el presidente elegido con el menor porcentaje del censo electoral (21,77%), y con una votación inferior a Pastrana: 29,31%; Uribe 2002: 24,2%; Uribe 2006: 27,6%; Santos 2010: 30,09% y Santos 2014: 23,70%.
Ahora bien, esto no pone en duda la legitimidad del futuro mandatario –porque se están cumpliendo las reglas de la democracia y los resultados deben ser acatados–, pero si genera interrogantes sobre su representantividad y gobernabilidad. Es más, esta situación me recuerda las declaraciones de algunos voceros políticos de la derecha, que en situaciones como la votación del plebiscito y los fallos de la Corte Constitucional sobre los derechos de las minorías, expresaban con ahínco que este tipo de decisiones no podían quedar en manos de tan pocas personas. Ahora, ¿qué dirán ante un posible resultado similar el próximo domingo?
A partir del 18 de junio ya no importará más lo que sucedió en esta campaña aburrida, ni quiénes votaron a favor o en contra. Así que es necesario recordar algo que no está en discusión: el próximo presidente deberá gobernar para todos, sin excepción. Los colombianos merecemos un gobierno que trabaje por nuestros intereses, que garantice la estabilidad laboral, devuelva las horas extras, asegure la prestación de un buen servicio de salud y el acceso a una educación de calidad. Llegó la hora cero de defender la paz y trabajar por disminuir la desigualdad entre los ricos de los ricos y los más pobres.
¡Por fin se acaba esta campaña aburrida y empieza el mundial!
Jue, 14/06/2018 - 05:37
La emoción de esta campaña presidencial murió con los resultados de la primera vuelta. Desde entonces, hay un ambiente enrarecido donde cada vez es más evidente el poco interés que despierta la p