Yo he pensado y sostenido que no llevamos 50 años de violencia; es decir, posiblemente se tiene esa fecha por la fundación del grupo subversivo más cruento y sanguinario; de los narcoterroristas de las FARC, que fue en 1964. Con esto tendríamos casi medio siglo de padecimientos a manos de estos bandidos y posteriormente a grupos emergentes - por ausencia de Estado-que se advertían como solución a las guerrillas; a la postre, la cura pudo ser peor que la enfermedad. Desde épocas realmente pretéritas vivimos con miedo, con zozobra, con temor por la vida e integridad de nuestros hijos a merced de los malandros. Y son malandros de todas las clases: política, obrera, dirigente, empresarial y sindical.
No podemos olvidar que una causa determinante concentrada como origen de violencia en Colombia, fue el nacimiento de movimientos ideológicos de izquierda radical promotores de tensiones. Se dio en el marco del amplio proceso organizativo en los sectores populares por parte del Partido Comunista de Colombia (PCC, fundado en 1924). Las luchas sociales contra el sistema se incentivaron en los centros urbanos, los enclaves de las compañías norteamericanas y los movimientos campesinos, que desde esos años se vieron obligados a asumir la modalidad de autodefensa armada y adquirieron un contenido político-ideológico armado y empapado de violencia. Hemos vivido durante más de un siglo violencia en sus diversas manifestaciones. La reflexión interesante a este punto consiste en preguntarse ¿quiénes y hasta qué punto están dispuestos a hacer algo sincero por la paz? ¿Quiénes se arriesgan a luchar contra una mascarada teatral donde lo que importan son los intereses económicos, políticos y de poder dizque por la paz? ¿Hasta dónde alguien puede incluso poner su vida de por medio diciendo verdades y siendo desoído en el mejor de los casos; porque en el peor, le cierran la jeta a plomo? Vengo usando un hashtag hace ya un par de años a raíz de la serie de mentiras que nos gobiernan en busca de la seguridad y de la paz (#nomasmentiras). Poner un Estado de rodillas ante los narcoguerrilleros no es buscar la paz. El costo de la paz no puede ser tan alto como la impunidad misma. Una forma de agresión a las víctimas es que por parte del Gobierno de turno no se les tenga en cuenta, cuando son los primero llamados a ser verdaderos gestores de paz; que no los victimarios. Esto revictimiza. Otro aspecto que es sinónimo agresiones y genera rebrotes de violencia es sin duda, ver cómo las instituciones exoneran de responsabilidades penales a quienes han azotado impíamente a la población civil y a los miembros de la Fuerza Pública. Hemos sido un país que ha gestado un bastardo durante más de un siglo; hijo ilegítimo de las mezclas entre la ambición, las corruptelas y sus cómplices mimetizados en elegantes ropajes y dignidades públicas. Es cierto que no somos propiamente un Estado ejemplo en materia de equilibrio social y oportunidades para todos, como debería ser, pero también es cierto que la manera de buscar esas paridades, esta lejos de ser la adecuada. Y vuelve a surgir otra pregunta, ¿son las Farc el Ejército del Pueblo? ¿Podría ostentarse ese rótulo cuando su primer objetivo militar es justamente los integrantes del pueblo, los campesinos, los niños reclutados, las niñas accedidas carnalmente, las escuelas y puestos de salud y estaciones de policía volados con cilindros bomba que hasta contienen materia fecal? No están lejos de estos vejámenes los paramilitares. Hemos venido viviendo una época de transición. Ahora los grupos armados al margen de la ley tiene nombres distintos, pero en esencia buscan lo mismo: el control de las zonas estratégicas y el negocio del narcotráfico. Este es el combustible de esta guerra insensata. Ahora algunos se llaman Bandas Criminales, que nos son otra cosa que reductos de células guerrilleras y paramilitares, desmovilizados y bandidos que en general nunca han salido de la criminalidad. Técnicamente no hay capos porque orgánicamente no hay carteles visibles, pero esto es una mentira más, tan es así que no se hablará de la dejación del narconegocio en La Habana y con ese flagelo vigente jamás habrá paz. Tampoco es el camino la legalización de los estupefacientes. Esto solo haría más fácil el negocio y debilitaría a la Fuerza Pública, a la vez que pone el riesgo a miles de familias. Ahora bien, el miércoles pasado el presidente Santos dijo que no se irá hasta no lograr la paz. Literalmente dijo “estoy empeñado en dejar el Gobierno cuando pueda decir: tenemos paz”. A la vista es una frase sobre la base de una intención loable. Soy un convenido de la necesidad de la paz, pero también soy un abierto detractor de la manera como se pretende llegar a ella y sobre todo del costo nefasto para las víctimas. ¡Venimos gestando un monstruo! Estamos preñados de violencia. ¿Quién se le mide a seguir diciendo verdades al costo que sea? Hay momentos en que se sienten acercamientos de frustración, pero el aliento de las víctimas es el mejor incentivo para seguir adelante. Siempre habrá un futuro mejor. #nomasmentiras. Abrazo cálido. Seguimos trabajando. @colconmemoria presidencia@colombiaconmemoria.orgPreñados de violencia
Vie, 15/03/2013 - 01:03
Yo he pensado y sostenido que no llevamos 50 años de violencia; es decir, posiblemente se tiene esa fecha por la fundación del grupo subversivo más cruen