¿Propuestas o anhelos?

Vie, 12/01/2018 - 05:11
En Colombia ya se vive la campaña para la presidencia de la república. Los días corren a gran velocidad y no hay tiempo para perder. Es momento aún de pensar en los programas con que los candidato
En Colombia ya se vive la campaña para la presidencia de la república. Los días corren a gran velocidad y no hay tiempo para perder. Es momento aún de pensar en los programas con que los candidatos quieren ganarse el favor de las gentes de un país tan descuadernado, polarizado y despistado como el nuestro. Estamos en las etapas iniciales, pero quienes le apuestan a la primera magistratura comienzan a exponer sus tesis, razones, análisis y, claro, las propuestas alrededor de las cuales realizarán la respectiva campaña. El tema es crítico. ¿Por qué? Porque los candidatos tienden a presentar unas propuestas que, por vagas, etéreas, imperfectas, más parecen la expresión de anhelos o deseos generales: “En mi gobierno habrá cero tolerancia con la corrupción, construiremos unas mejores relaciones internacionales, garantizaremos el acceso a la asistencia social, la educación será para todos, realizaremos una mejor redistribución de la propiedad de la tierra, la democracia será una expresión de justicia y equidad, tendremos mayores oportunidades para las poblaciones vulnerables, aplicaremos una visión cristiana de la economía, se hará un uso eficiente de los dineros públicos”. Etc. Estupendo. Aplausos señora o señor candidato. Todos efectuarán iguales o parecidas formulaciones (incluidos los que aspiran y respiran ideas de extrema izquierda o derecha). Pero esas no son propuestas, son anhelos, deseos, buenas intenciones. Lo que necesita el ciudadano es saber cómo el aspirante convertirá en realidad contante y sonante todo ello, esto es, cuáles son las propuestas precisas que sustentará ante la opinión a la luz de los anhelos. Se supone que los anhelos básicos abren el apetito del votante y que los deseos específicos lo satisfacen. Lo ponemos en términos de una reflexión, de la que ignoro su autoría: “La fuerza del árbol no está en sus ramas, sino en sus raíces”. Aquí, las raíces vendrán a ser los anhelos, y los proyectos específicos, las ramas. Al fin y al cabo, nadie, en principio, se enamora de un árbol por sus raíces, sino por la belleza de las ramas: se vota más por lo específico que por lo general, si bien muchos dan su voto por el candidato más atractivo, más inteligente, más conocido, etc., sin importar las ideas. En plata blanca: ¿cómo usted, candidato, piensa ser fiel a los anhelos en sus cortos cuatro  ños de gobierno? (salvo que gane un aspirante de la extrema izquierda, que buscará ejercer la presidencia durante cincuenta años). Ahí es donde el aspirante se la tiene que jugar con talento, creatividad, grandeza de miras, sentido realista, conocimiento de país, visión futurista y mucho más. Entonces dirá: “En mi administración fundaremos un instituto que garantice...”, “destinaré el equis por ciento del PIB para lograr que...”, “fortaleceremos la asistencia a la niñez con programas como...”, “la corrupción tenderá a cero gracias a que...”, “la mujer será el epicentro de nuestro interés mediante la creación y el desarrollo de...”, “tres millones de núcleos familiares serán nuevos propietarios rurales gracias a que...”. Y así. Los candidatos y sus asesores tienen que ventilar y describir las ideas específicas con las cuales pretenden volver realidad cada uno de los anhelos expresados. De lo contrario puede ser un engaño. Además, ante la inteligencia de los electores esas ideas deben aparecer, al menos, como ideas útiles (les apuntan al anhelo que las inspira), viables (perfectamente llevables a la realidad en todos sus aspectos) y sostenibles (realizadas para que duren). Da luz una reflexión del maestro Fernando Botero hecha a Yamid Amat en febrero de 2011: “En la pintura es definitivo tener ideas claras radicales. La única gente que cuenta es la que cree en algo con convicción y con pasión”. En la pintura y en la política. Que sí. Si los anhelos generales no se definen o concretan ante los potenciales votantes, si son enunciados amorfos, es muy probable que no depositen el sufragio por el candidato. Además, a los electores nos sucederá algo parecido a lo de los estudiantes de Wittgenstein, como éste contaba: “Muestro a mis alumnos cortes de un paisaje enorme en el que será imposible que se orienten”. Es que miles, millones de electores no sabrán cómo orientarse en el momento de tratar de escoger un nombre para respaldarlo. A no ser que lo hagan por disciplina u otras razones, entre ellas dinero a cambio de su voto. Se cuenta que un niño extravió un lente de contacto a la entrada de la casa. Tras buscarlo sin resultado, le dice a la mamá que no lo halla en ninguna parte. Ella, sin sorprenderse, sale y en pocos minutos entra con él en la mano. “¿Cómo lo encontraste?”, pregunta el chico. “Muy sencillo. Tú buscabas un pedacito de plástico y yo, ciento cincuenta dólares...”. ¿Qué necesitan los candidatos en su gestión electoral? Algo muy simple: no pensar en cositas, en menudencias, en cuentos, sino en lo que el país y el pueblo necesitan para ser felices en los próximos cuatro años y lustros siguientes (si es que tales lustros llegan a existir...). INFLEXIÓN. Que Colombia es un país curioso lo ilustra un hecho: casi todos los que se apropiaron de “la paz” adelantan una guerra de odio contra el expresidente Uribe. 
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