Por: Maricel Piniero
Profesora asistente del Cider, Universidad de los Andes
El 19 de agosto de 2013, cientos de personas de todas las clases sociales se reunieron en las calles después de dos semanas de protestas en Colombia. Los manifestantes bloquearon las carreteras principales, cantaron, bailaron e hicieron ruido con ollas y sartenes. Algunos quemaron llantas viejas y estacionaron camiones de 18 ruedas en las carreteras de acceso a grandes ciudades como Bogotá y Cali, y otras vías regionales en Boyacá, Nariño y Valle del Cauca, para asegurar que cualquier tipo de actividad económica se detuviera. Había productores de papa, café, arroz y hortalizas, también ganaderos, mineros, trabajadores, maestros, estudiantes y conductores de camiones, quienes protestaron simultáneamente en varias regiones cantando "¡que vivan los campesinos!”
Colombia siempre ha tenido este tipo de levantamientos, por lo general para plantear cuestiones relacionadas con la violencia, los conflictos, las FARC, entre otros. Esta vez, aunque todavía indirectamente relacionadas con estos temas, la justificación estaba centrada principalmente en los problemas de los campesinos, especialmente los pequeños campesinos. Ellos le están exigiendo al gobierno que revise las políticas económicas y agrícolas que están aplicando en la actualidad, ya que éstas afectan negativamente no sólo su producción agrícola y medios de vida, sino la esencia de su supervivencia. Políticas (o falta de ellas) que se relacionan con el Tratado de Libre Comercio - TLC con los EE.UU., la falta de apoyo del Estado en términos de subsidios, asistencia técnica y acceso a los recursos, y la falta de reconocimiento del deterioro de las condiciones en las zonas rurales, son algunos de los temas que los manifestantes están presentando para que el Presidente de la República los examine.
En este escenario, no puedo dejar de recordar mis conversaciones con la gente de Chocontá y Villavicencio, lugares donde estoy haciendo una investigación sobre los cambios de roles de género y paisaje en sistemas de ganadería. No tengo idea si ellos participaron o no en esas protestas, pero estoy segura que ellos están incluidos en los grupos que están siendo afectados por las políticas agrarias. Uno de los agricultores que entrevisté me dijo que es muy difícil para ellos seguir siendo agricultores. Dijo que los insumos son cada vez más caros, mientras que las papas se venden por centavos. Esto es aún peor, dijo, cuando son afectados por desastres naturales como la sequía o tormenta, porque ni siquiera pueden recuperar el dinero que utilizan como inversión. En tono de broma dijo que es muy irónico, ya que muchos productos importados se venden en el mercado a precios más baratos, pero ellos no podían pagarlos ahora porque no tienen dinero para comprar ni siquiera esos productos. ¿Dónde entra en esta situación la justificación del TLC que "el libre comercio permite que los países tengan acceso a los mejores y más baratas suministros”? (Stamoulis y Zezza, 2003 p. 17) Antes los agricultores al menos podían cultivar sus propios alimentos y vender lo poco que les quedaba, mientras que ahora no son capaces siquiera de producir alimentos para su propia subsistencia.
También me puse a pensar cuando una campesina me corrigió al llamarles "agricultores". Ella dijo que ellos son “campesinos”. Agricultores, de acuerdo con ella, cultivan por la razón económica, mientras que los campesinos no sólo cultivan, ellos crean relaciones, crean comunidades. Si es así como los pequeños campesinos ven sus relaciones con la tierra y la agricultura, las políticas que no toman en consideración estos valores culturales y sociales también están descuidando su vida, su identidad y su comunidad.
Los pequeños campesinos están enfrentando una serie de desafíos en la actualidad como los cambios climáticos, la invasión de sus espacios, la transformación de la vida rural, la contaminación de sus suelos y el agua, y el abandono de su juventud, mientras están continuando la producción de alimentos para la mayoría de la población. Si bien la reciente protesta también creó efectos negativos (muertes, detenciones y actos de vandalismo en los establecimientos comerciales), y debe haber algún tipo de mecanismo para evitar estos problemas, es evidente que esta protesta tenía que ser hecha. La protesta no es sólo un grito al Estado para reevaluar las políticas económicas y agrícolas, sino también un grito de muchos pequeños campesinos por la supervivencia de sus medios de vida y por su propia vida.
Referencias:
Salamanca, Luis Jorge Garay, Fernando Barberi Gómez & Iván Cardona Landínez. (2009). Impact of the US-Colombia FTA on the small farm economy in Colombia.
Stamoulis K. & A. Zezza (2003). A Conceptual Framework for national agricultural, rural development, and food security strategies policies. ESA Working Paper No 03- 17.
Suárez, A. M.
Protesta agraria, protesta por la vida
Mar, 24/09/2013 - 16:26
Por: Maricel Piniero
Profesora asistente del Cider, Universidad de los Andes
El 19 de agosto de 2013, cientos de personas de todas las clases sociales se reunieron en las calles después de dos se
Profesora asistente del Cider, Universidad de los Andes
El 19 de agosto de 2013, cientos de personas de todas las clases sociales se reunieron en las calles después de dos se